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Carlos Runcie Tanaka: una necesaria vuelta al oficio

Carlos Runcie Tanaka dice que prefiere moldear la arcilla para decir las cosas que le acontecen como ser humano. Sin embargo, pese a negarlo, es capaz de expresarse con palabras, casi como si recitara. Sus palabras tienen una cadencia y hay unos silencios que nos hablan de un ser reflexivo, pero también de un hombre con un volcán interior que es su propia existencia, producto del encuentro de dos troncos familiares nacidos de un abuelo japonés y otro inglés.

“Estas dos islas, Japón e Inglaterra, lo único que podían crear en el Perú es un volcán”, ríe. Carlos se sintió atraído desde chico por la música, la música de autor, melódica, el rock folk británico y americano de las décadas de 1960 y 1970. Su vínculo con Japón llegó poco después. Como su abuelo japonés falleció a los 36 años, cuando su madre tenía apenas cuatro, no tuvo mayor contacto con la cultura japonesa hasta que a los 18 años decidió partir a Japón para convertirse en el aprendiz de un ceramista japonés, luego de abandonar sus estudios de filosofía en la PUCP y optar por la cerámica.

“Básicamente no hablaba, cantaba las cosas que me sugería la vida. Creo que esa inclinación por la música se trasladó a la mano, a la gestualidad, y que la filosofía terminó siendo una buena base formativa para cuando opté por la cerámica. Dejé la universidad y le pedí permiso a mis padres para hacer un taller de cerámica en la casa. Trabajé un tiempo aquí y luego en un taller de cerámica, el Pingüino. Luego tuve la oportunidad de conocer a un maestro japonés”. La empatía fue inmediata y el maestro lo invita a Japón a ser su discípulo. “Dame un tiempo para prepararme para ti”, le pidió.

Al poco tiempo viajó a Japón y aprendió a sobrevivir solo en el campo, trabajando la arcilla con este maestro. Fueron poco más de dos años en los que aprendió el oficio, pero también reconoció su lado japonés.  “Aprendí a sobrevivir y al cabo de casi un año el maestro me dijo: ‘Tú no has venido a ser un aprendiz, tú eres uno más como nosotros’. Y dejé de ser aprendiz en la última parte de la estadía. Incluso me ofrecieron ayudarme a hacer un taller, pero decidí no quedarme. Mi maestro me dijo: ‘Yo te escogí en Lima, pero tú ya tenías un camino. Él, (Masahiko Tsukimura) como yo, hacía cosas desgarradas. Ambos optamos por una fuerza distinta”.

Regresó al Perú y luego pasó cuatro años en Italia gracias a una beca. Su trabajo ha estado influenciado por lo prehispánico peruano. “El Perú prehispánico dejó una huella fortísima en mí desde la infancia. Desde niño me fascinaba la magia de los museos, pertenecía al club de arqueología en el colegio”.

Quizá por eso escogió la cerámica como un vínculo con un pasado vivo. En su momento se vio impactado por el británico Bernard Leach y el japonés Shoji Hamada, quienes desde sus respectivas experiencias buscaban la vuelta a la cerámica tradicional, a la producción manual, personalizada. “Este movimiento de retomar el corazón, la mano y la cabeza me impacta. Y opto por la cerámica como un modo de vida”.

COMO EL AJUAR DE UN SEÑOR PREHISPÁNICO

Recientemente expuso la muestra antológica “Litoral” en el MAC, “una mirada actual sobre un trabajo a través de los años, pero que tiene un desenlace interesante vinculado a la necesidad de volver al oficio”.

En esta aventura, como en muchas otras a lo largo de su carrera como artista, lo acompañó como curador el crítico Jorge Villacorta. “Es una selección muy especial tomando las palabras del propio curador, gran amigo desde los ocho años que me ha acompañado en casi todos mis proyectos. Es una amistad fuerte e intensa y es quizá la persona que mejor entiende mi trabajo”. 

“Litoral” es una selección “acotada y sucinta" que implica “una vuelta a poner en escena y mostrar al público una cerámica sin mayor artificio que la puesta de las piezas como tales sobre esas tarimas muy limpias que recuerdan la estética japonesa y el oficio del artista”.

(Foto: ©APJ/José Vidal)

La muestra recogió obras creadas por Runcie entre 1987 y 2017. Entre ellas, dos piezas nuevas “que son interesantes porque me hacen ver la necesidad de volver al oficio”.

Y esa vuelta al oficio es lo que está haciendo en este momento, siendo consciente de que estas piezas forman parte de un conjunto mayor que es su propio ajuar. “Son piezas acumuladas, como el ajuar de un señor prehispánico. Decidimos que se debía mostrar al ceramista que batalló con esas piezas y que me acompañan desde su creación porque decidí que no se fueran”.

REVALORIZANDO LA CERÁMICA

(Foto: ©APJ/José Vidal)  

Durante muchos años Runcie ha luchado para posicionar la cerámica al lado de las demás artes, de igual a igual. Siente que en los últimos 20 años la cerámica no ha tenido en el Perú el peso que tuvo hace algunos años cuando maestros como Félix Oliva y Carlos Bernasconi, entre otros, tenían un lugar en la plástica nacional.

Entonces aparece la pregunta: “¿Has tenido discípulos?”. Responde: “He tenido alumnos y hubiera deseado que siguieran, pero no pudieron aguantar el ritmo. Serán unas cinco o seis personas a las que he tratado de brindarles la información que yo tuve. Uno de ellos es Ignacio Guzmán, profesor de la Católica al que me gustaría ver más en el desempeño, quisiera ver más obras suyas. Lo que sí pasa es que él ha influenciado a varios estudiantes y se han abierto algunos talleres interesantes de cerámica”.

Lo que ocurre con la cerámica es que “necesitas un nivel de búsqueda, una reflexión sobre la materia, tienes que romperte”. Eso debe verse reflejado en el trabajo. “A mí me interesa una reflexión sobre el oficio, un nivel intelectual que se siente cuando ves las obras, e igual en la vajilla. Hay gente que me dice ‘no puedo comer en tus platos porque me están contando algo’. Hay cosas escritas”.

Carlos resume que su búsqueda puede estar vinculada a “la diferencia de matrices culturales y a una desesperación por pertenecer al Perú, aunque a veces me gana Japón en mi formación en la cerámica y lo británico en mi música”.

Además de esta vuelta al oficio, el artista está decidido a promover la creación de una escuela de cerámica y a buscar la unidad y la difusión del trabajo de los ceramistas a través de un grupo en redes sociales.

 

* Este artículo se publica gracias al convenio entre la Asociación Peruano Japonesa (APJ) y el Proyecto Discover Nikkei. Artículo publicado originalmente en la revista Kaikan Nº 110, y adaptado para Discover Nikkei.

 

© 2017 Texto y fotos: Asociación Peruano Japonesa

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Acerca del Autor

Periodista y gestora cultural. Estudió Comunicaciones, Literatura y Gestión Cultural. Es docente en la Universidad Antonio Ruiz de Montoya e ISIL. Dicta cursos y talleres en diversas instituciones públicas y privadas. Adicionalmente colabora en diversos medios culturales de Lima, entre ellos la revista Kaikan de la Asociación Peruano Japonesa.

Última actualización en octubre de 2017


La Asociación Peruano Japonesa (APJ) es una institución sin fines de lucro que congrega y representa a los ciudadanos japoneses residentes en el Perú y a sus descendientes, así como a sus instituciones.

Última actualización en mayo de 2009

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