A veces, el mayor poder de un héroe es la humanidad. Kinzo Yamamoto nunca olvidó el momento en que se sintió conmovido por la determinación, la valentía y la humanidad de un héroe de la Cruz Roja Estadounidense. Su historia en la Cruz Roja se cuenta a través de su hija, Naomi Lake, de San Diego, CA. Kinzo, nacido en Estados Unidos, tenía sólo once años cuando fue encarcelado en un campo de internamiento japonés.
Durante la Segunda Guerra Mundial, él, sus padres y cinco hermanos se vieron obligados a abandonar su casa, su tienda minorista, su escuela y su cómoda vida en California con solo lo que podían llevar al centro de detención. Cosieron semillas en su ropa con la esperanza de cultivar un huerto en su destino. Irónicamente, las autoridades los plantaron en el árido campo de internamiento de Gila River, Arizona, donde nada crece en la tierra polvorienta y el clima cálido. Sin embargo, el padre de Kinzo, “George” Yamamoto, un agricultor altamente calificado, pudo aprovechar su experiencia. Los agricultores en el polvoriento cuenco lo sacarían del campo de internamiento para ayudarlos a resolver sus problemas de cultivo, y luego las autoridades lo devolverían al campo. Si bien el apoyo del Sr. Yamamoto en la producción de alimentos fue una contribución fructífera para un Estados Unidos más saludable, él, su familia y miles de otros japoneses-estadounidenses sufrían sin atención médica alguna en el miserable campo.
En una ocasión, Kinzo se cortó accidentalmente la punta de su dedo en el campamento, que carecía de médicos, enfermeras e incluso los suministros médicos más básicos como aspirinas y vendas. "La gente estaba sufriendo", explicó Lake.
La Cruz Roja defendió los derechos humanos de los ocupantes del campo, ofreciendo e incluso suplicando que se proporcionara asistencia médica a las familias en múltiples ocasiones. Sin embargo, las autoridades continuaron negándoles el acceso a asistencia médica y afirmaron: "Si alguien intenta entrar", dijo Lake, "¡le dispararán en cuanto lo vean!".
Durante las noches incómodamente calurosas de Arizona, la gente dejaba las puertas de los barracones abiertas para permitir que el aire fluyera a través de su habitación. Una noche en particular, Kinzo recuerda haber escuchado una conmoción y hombres gritando. Entonces, escuchó los pasos de alguien corriendo rápidamente por el campamento. De repente, un héroe corrió hacia el cuartel de su familia y arrojó una bolsa con cierre por la puerta principal. La bolsa estaba etiquetada con la inscripción: Cruz Roja Americana. Dentro de la bolsa había medicinas, vendas y ungüentos, artículos que la gente necesitaba desesperadamente.
Cuando Kinzo le contaba la historia a su familia, decía: “La persona que hizo eso, que irrumpió en los campos; arriesgó su vida por nosotros. Podrían haberlo matado. Los soldados tenían orden de fusilarlo. Siempre creeré en la Cruz Roja Estadounidense”.
“Mi padre me contó esta historia con gran orgullo”, recuerda Lake y dijo que siempre ha tenido un gran corazón por la Cruz Roja. En el espíritu de la bondad que fue brindada a su familia, ella hizo una donación a la Cruz Roja para ayudar a los sobrevivientes del huracán. Nos sentimos honrados de compartir esta historia que refleja la compasión y la dedicación de los voluntarios de la Cruz Roja que tienen una orgullosa historia de brindar ayuda humanitaria a personas necesitadas durante más de 136 años.
*Este artículo fue publicado originalmente en el Blog de la Cruz Roja Del Desierto al Mar el 18 de septiembre de 2017.
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