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Los temas pendientes de la Comunidad Peruana de Japón

Una familia peruana (Flia Nemoto) disfrutando de un barbecue. Ciudad de Aikawa, Prefectura de Kanagawa. Setiembre de 2008.

En el verano del 2008, aprovechando las vacaciones estivales de mi Universidad decidí hacer un seguimiento de los peruanos en el Japón, un tema que llevo más de 10 años investigando. Mi retorno a Japón había sido apenas un año después de mi anterior regreso, pero esta vez quería ver las “novedades” de esta comunidad.

A este efecto, decidí ver a los que son considerados líderes de la comunidad, a comerciantes e investigadores (académicos) y viejos amigos de siempre para profundizar algunos temas. Visité varios restaurantes y escuelas y traté de leer diversos artículos escritos en los medios (periódicos, revistas) de la comunidad peruana. Cabe señalar que desde la llegada a Japón de los primeros “inmigrantes dekasegui” desde América Latina ya han pasado 18 años y durante todo este tiempo ha ido aumentando su población y hoy supera los 55.000 peruanos registrados (llega a casi 60.000 peruanos registrados). Se percibe que la permanencia en este país se va a prolongar y dentro de este contexto la pregunta es cuáles son los desafíos y problemas que deberá hacer frente este colectivo.

Desde luego que la identificación de los “problemas y temas pendientes” depende de cada punto de vista, pero tanto los medios como los investigadores japoneses dan cuenta que a medida que prolongan la estadía y se establecen en el Japón la situación de no aporte a la seguridad social, por ejemplo, va generando asuntos muy complejos en medio de una sociedad donde la población pasiva avanza con rapidez. La mayoría de los peruanos trabajan por contratos temporales y precarios en las industrias del sector manufacturero, el de los alimentos, etc. El salario hora oscila de 800 a 1.400 yenes y en estos últimos 10 años este nivel remunerativo no ha variado casi nada. En los primeros tiempos, bajo la burbuja económica, muchos recibieron bonificaciones y premios, pero hoy día es nulo los que reciben este tipo de paga. La preocupación es que cuando pasen a ser pasivos, sin aporte a la jubilación, sin capacidad tal vez para pagar siquiera el seguro de salud, la inestablidad podría ser mucho mayor que ahora y estarían en una situación de desprotección mucho más grave (ej.: no podrán pagar los gastos médicos en caso de alguna enfermedad o lesión propia de esa edad).

La razón por el que pueden llegar a esta situación es que muchos peruanos siguen pensando de manera temporal como “dekasegui”, o sea que trabajan para ganar y ahorrar dinero en el Japón y en algún momento regresar al Perú. Han transcurrido 18 años pero siguen actuando con una visión de corto plazo sin un plan a futuro, y por ende el interés por aprender el japonés es bajo. El nivel de comprensión es todavía muy limitado para abrir mejores alternativas de trabajo y en la vida social pues no es suficiente para mantener una fluída comunicación con los vecinos japoneses que facilite la integración social. Para las autoridades japonesas de las administraciones municipales y de las escuelas es un tema pendiente y principal obstáculo para llevar a cabo los diversos programas de “convivencia multicultural” que están promoviendo.

El otro inconveniente no resuelto es la educación de los hijos de estos migrantes que los medios y especialistas japoneses dan cuenta. Como los padres no comprenden el japonés los hijos tienen mayores dificultades en el aprendizaje del idioma y en seguir el ritmo de estudio que tienen los compañeros japoneses. Y los padres, como no saben bien qué plan de vida trazar no prestan la suficiente atención que deberían darle a este asunto, al menos es lo que señalan los maestros de las escuelas donde concurren estos extranjeros. Se ha podido saber que hay niños peruanos que no van a la escuela o que abandonan antes de terminar el ciclo, cuyo porcentaje oscilaría entre el 10 y el 20% y en algunas localidades ha de llegar al 40%.

El tema de la educación, de la jubilación y del empleo precario, si bien no dejan de ser problemas importantes la percepción que tienen los peruanos es muy diferente a la de los japoneses. Veamos un poco esas diferencias y hagamos un análisis.

Aprender el idioma japonés, integrarse a la sociedad y convivir con los japoneses no es algo muy importante para muchos peruanos, pues la prioridad es vivir el día a día y “vivir relativamente felices” dentro de sus propios parámetros y valores. Para algunos es “trabajar y ahorrar dinero y disfrutar los fines de semana”, y para otros es “trabajar duro y con esos ahorros vivir más tranquilos el día de mañana en el Perú”. Mientras logren estos objetivos no es prioridad estudiar el idioma e incluso tampoco es un obstáculo trabajar en ámbitos precarios o bajo contratación indirecta. Son conscientes de que lo que cobran en las fábricas japonesas es un valor mucho más alto de lo que pueden obtener en el Perú, por eso se resisten a que les descuenten la jubilación y otros conceptos.

Este tipo de actitudes cortoplacistas es bastente criticado por los japoneses pero hay que entender que los peruanos han sufrido en los ochenta el terrorismo y la alta inflación, la inseguridad y un alto índice de desempleo, sin visos de futuro ni esperanzas dentro de un contexto social muy desigual donde muchos han sufrido y siguen sufriendo una pobreza difícil de ser entendido por un asalariado japonés medio. Para muchos de los peruanos que viven en el Japón lo importante es que puedan llevar un “vida normal” dentro de lo que ellos consideran normal y eso, Japón como país industrializado y estable, se lo está brindando, en mayor o menor medida.

La otra diferencia de percepción se da en la educación de los hijos pues los docentes japoneses muestran su preocupación por el bajo nivel de aprendizaje del idioma y demás materias de la escuela, pero la percepción de los padres es todo lo contrario, pues creen que aquellos niños que nacieron y/o se criaron en Japón hablan “perfectamente” el japonés. Muchos padres sobrevaloran esta situación y siquiera se dan cuenta que sus hijos adolecen de serios problemas en el aprendizaje porque observan que se desenvuelven sin muchos inconvenientes. La preocupación de los padres se centra más en la no comprensión del idioma español, la lengua materna de ellos, de sus hijos.

El poco interés también se observa hacia los pogramas de ayuda de la administración pública, sea municipal o prefectural, tanto en lo que respecta a cursillos de idioma japonés como eventos de intercambio internacional. Claro que esto se debe también a que los peruanos prefieren trabajar y a veces los horarios no coinciden. En las Oficinas Públicas de Empleo, los llamados “Hello Work”, de muchas ciudades hay servicios de intérpretes en español y portugués que además de orientar sobre temas laborales promueven que estén asegurados al seguro de desempleo y al del seguro social (salud y aporte jubilatorio); pero, los peruanos y demás latinos prefieren buscar trabajo por las contratistas, sin importar si el contrato es indirecto, que pagan un poco más porque evaden los aportes a la seguridad social. Los peruanos no dispensan mucha confianza por lo público, tal vez por la inoperancia administrativa del que han huído y experimentado toda su vida en el Perú. También es cierto que muchos en su país trabajan en negro, la seguridad social no es muy confiable ni está sistematizado para todos y eso hace que dificulte el entendimiento de la importancia de estar dentro del sistema y no fuera. Dentro de mis entrevistas he podido apreciar que algunos hasta me han dicho con cierta convicción de que si se aseguraban al seguro de salud se enfermarían con más frecuencia. Vaya paradoja.

Y entonces, para los peruanos, ¿Cuáles son los problemas que más preocupan? La respuesta de muchos: “no hay algo que me preocupe de sobremanera”. Desde luego que sienten cierta incertidumbre por el futuro, pero contestan asi porque en estos 10 a 15 años no ha habido un cambio brusco dentro del entorno donde se desarrollan, algo inexistente cuando vivían en el Perú. Sin embargo, si vemos un poco más el fondo de cada cuestión se observan algunos cambios: cada vez son más los que tramitan la residencia permanente y mucho más los que compran su carro y hasta algunos su casa. Un periodista peruano señala que “el nivel de vida de los peruanos, en cuanto a lo material, ha mejorado”; aunque agrega: “no es que hayan evolucionado o desarrollado de manera extraordinaria y esos cambios sean muy profundos”. Eso se fundamenta, a mi entender, en que la modalidad laboral y su visión a futuro, el rol que desempeñan en el mercado laboral desde un sector tangencial (marginal?) no ha variado mucho.

La conclusión a la que llego es que el “problema” radica en la no existencia de cambios en la ubicación laboral de los peruanos y la falta de oportunidades en ellos. Desde luego que si ellos mismos se sienten más o menos satisfechos del trabajo en las fábricas eso también es correcto y en nada criticable. El no cambio es también una opción. Lo que me preocupa es que no tengan oportunidades de formarse y capacitarse para ver otras alternativas de trabajo que no sean las fábriles, y que las posibilidades de ascensos y mejoras son excesivamente limitadas. Los peruanos son conscientes de que aunque logren una promoción dentro del ámbito fabril eso llega a lo sumo a jefe de sección dentro de una línea de trabajo. Las ofertas de trabajo de las Oficinas Pública de Empleo siguen siendo en fábricas o talleres en tareas poco calificadas.

Por qué digo que esto es un problema. Porque estas tareas repetitivas en una línea de montaje o armado de piezas provoca a la larga un descenso en la motivación hacia el trabajo. Aguantan porque dicen que en algún momento van a regresar al Perú y por eso no prestan interés en aprender el japonés. No pueden salir del modo de vida de un “dekasegui” y eso es un círculo vicioso que deteriora las motivaciones de superación. Y los que buscan una vida mejor optan, en algunos casos, emigrar a los Estados Unidos para ver otras alternativas de progreso. Lo que considero necesario es que los peruanos tengan en Japón más oportunidades para mejorar su perfil laboral, o sea, la posibilidad de capacitarse. Si se amplían estas posibilidades es muy posible que estudien con más entusiasmo el japonés y busquen integrarse más a la sociedad.

El problema que he planeado como “problema” es el verdadero “problema” de la misma sociedad japonesa. Dentro de un contexto donde se ahondiza la desigualdad social el problema de los empleos precarios no se limita solo a los peruanos, sino también a muchos japoneses donde este tipo de contratación está aumentando. Lo que deseo hacer hincapié es que esta sociedad limita o hace pensar que limita las posibilidades y oportunidades laborales por el solo hecho de que sean extranjeros. Los extranjeros que están en estos ámbitos son identificados como migrantes dekasegui y por venir de América Latina ya los encasillan en las tareas fabriles sin ver siquiera las posibilidades o potencialidades que pueden tener cada uno de ellos. En ese sentido, en estos 15 años, la percepción de la sociedad japonesa hacia ellos, hacia los peruanos, no ha cambiado en nada.

La pregunta que debemos hacer es cómo pueden los peruanos mejorar su perfil laboral; pues la desigualdad social en esta sociedad, sin importar si son extranjeros o extranjeros, se está profundizando cada vez más. Habrá que hacer un análisis más exhaustivo de cuáles son los problemas que tienen los extranjeros por ser extranjeros y los que la sociedad los percibe como tal.

Lo que sí puedo decir que Japón debe revisar o repensar el o los “problemas” de los extranjeros, pues no basta con solo decir “los extranjeros no quieren aprender el japonés”, sino también es necesario introducir cambios y mejoras en la sociedad y en las empresas para que los que “aprendan el japonés” puedan tener oportunidades y mejoras salariales acorde a ese esfuerzo. Se requiere mejorar el sistema laboral para recrear un mecanismo de evaluación que premie el esfuerzo por haber aprendido el idioma japonés y que ese aprendizaje permita a los extranjeros capacitarse para acceder a empleos más calificados. De esa manera los peruanos se sentirán más motivados en “estudiar el idioma”. Japón debe transformarse en una sociedad donde sin importar la procedencia todos puedan participar un poco más de las posibilidades de capacitación y en base a eso puedan competir para superarse más. En el país donde resido, los Estados Unidos, muchos inmigrantes peruanos están logrando de a poco un mayor ascenso social e incluso, quien escribe, nacida y educada en Japón, siendo extranjera, en ese país ha podido lograr un trabajo donde dicta clases e investiga en una Universidad. Será por eso, este anhelo de que los que se esfuerzen puedan tener por lo menos la oportunidad de subir un escalón en la sociedad.

 

© 2009 Ayumi Takenaka

Acerca del Autor

Ayumi Takenaka: Profesora Adjunta del Departamento de Sociología en la Universidad de Bryn Mawar. Investiga sobre el movimiento migratorio en el mundo y los efectos que provoca ese fenómeno en las sociedades. Ha investigado sobre la re-inmigración desde los Estados Unidos al Reino Unido, la migración de los asiáticos de América Latina a Nueva York y Los Angeles, EE.UU, y la diáspora peruana.
http://www.brynmawr.edu/sociology/Takenaka.html

Última actualización en enero de 2009

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