Nací en la Maternidad de San Pablo, ubicada en la calle Frei Caneca, en el corazón de San Pablo.
Durante mi niñez, mi madre me llevaba a pasear a la plaza Ipiranga. Las personas que me veían con el vestido color rosa y sombrilla japonesa, decían”Es una muñeca que camina”.
Ir a casa Nakaya em la plaza João Mendes era mi diversión. En aquella época había un tranvía llamado “camarón” y viajar en ella era una aventura. Además, ese negocio de artículos importados de Japón se pareceía a una casa de nobleza por su ambiente refinado. Estaba deslumbrada de tantos artículos de buen gusto.
La primera vez que salí de San Pablo fue cuando viajé a Paraná. Tenía 12 años y fui a Londrina donde vivían mis abuelos maternos.
Fuimos com mi mamá en el auto de mi tío y era un viaje de aproximadamente 10 horas. Cuando llegamos era medianoche. Mi abuela que no la conocía, me abrazó con ojos llorozos. Los tíos y tías fueron apareciendo delante de la oscura entrada, recibiéndonos calurosamente.
Era pleno verano y al ser un viaje cansador, me dormí enseguida, pero de repente, las luces del cuarto se encendieron y comencé a oir voces de niños hablando en voz baja. “deben ser mis primos y primas”, pensé y cuando me di cuenta, el sonido de las voces fue aumentando cada vez más y sentí que estaba siendo observada por todos.
Como era tímida y vergonzosa, me escondí debajo del cobertor y me hice la dormida. Debe haber sido por esto que dormí bien que cuando me acordé la mañana siguiente, oí voces animadas que venían de la cocina.
Me cambié y al caminar por el corredor, uno de mis primos dijo “No, acá camina descalzo, cuando entres a la cocina, ponte las sandalias” y me guió hasta la entrada donde estaban las sandalias.
La familia de mi abuela era una gran familia. Mi abuelo y abuela, mis tío con su esposa y 6 hijos. 2 tíos y 1 tía, aún solteros, además de 2 primas. En total 15 personas! En mi casa éramos mi papá, mamá y yo. Por lo tanto, era todo una aventura pasar 2 semanas en medio de tanta multitud.
Un día, mis primos me dijeron que les muestre la planta de mis pies. Al mostrarles, se acercaron todos, y al tocarme “qué suave!”. Mis primos se criaron en la granja y como jugaban descalzos sobre aquella tierra roja, sus plantas de los pies eran duras. Las comparábamos y nos reíamos.
Al crecer, me daba cuenta que era de San Pablo. En la escuela había niños nikkeis de otras regiones que concurrían a la escuela desde la casa de sus parientes de San Pablo. En época de vacaciones regresaban a sus casas. El San Pablo de antes se la conocía como la ciudad de la llovizna y durante el verano, el sol no era tan fuerte. Siempre tuve la piel blanca y cuando iba a la playa me ponía colorada pero nunca quedaba bronceada. Pero mis compañeros que regresaban de sus vacaciones del interior del país, venían bronceados, sus vestidos y sandalias, tenían color de verano. “es mejor el calor” y pensaba que algún día viviría en algún lugar caluroso.
Un tiempo despúes, fui a vivir a una ciudad más calurosa que San Pablo. Me adapté a la vida y pasaron 6 años cuando de repente me di cuenta de una cosa.
Debido al calentamiento global, los días eran insoportables. Entonces pensé cómo sería mi vida dentro de 10 años. “Será que una persona de edad podrá vivir en un lugar tan caluroso? Quiero regresar a mi tierra natal, donde por lo menos es más fresco que aquí.”
Y así regresé a San Pablo despúes de 7 años. Al contrario que muchas personas, vivo tranquila en el medio de la gran ciudad y soy de San Pablo
Nota de la autora: “Sampa” es el título de la canción del cantor y compositor Caetano Veloso compuso como tema la ciudad de San Pablo.
© 2011 Laura Honda-Hasegawa