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Julio Mizzumi Guerrero Kojima: un nikkei jarocho en busca de sus raíces múltiples - Parte 2

Lea parte 1 >>

Julio Mizzumi Guerrero Kojima es un músico reconocido de son jarocho y del movimiento fandanguero. Para lograr tal reconocimiento, este músico nikkei de la jarana ha tenido que recorrer un largo camino que lo llevó a reconocer que la música y las tradiciones de su pueblo son parte de su ser, de algo en su interior que fue floreciendo y que se fue expresando paulatinamente. Este proceso se fue forjando de manera paralela con la búsqueda de sus raíces japonesas y con el legado que los inmigrantes habían dejado en esta región del Sotavento.

Julio Mizzumi creció durante su infancia escuchando el son jarocho en los festejos populares de Otatitlán. Sin embargo, fue durante su etapa de estudiante como profesor de educación preescolar en la normal del pueblo de Tlacotalpan, cuando se involucró en la interpretación de la jarana y del son jarocho. La devoción, el amor y el compromiso que Julio y Belén, su compañera de estudios y de vida, adquirirían con esta música quedaron   sellados cuando la pareja recorrió los pueblos de la región de los Tuxtlas. Con estas comunidades, Belén y Julio aprendieron la forma tradicional de interpretar y sentir el son jarocho, a lo largo de interminables lecciones fandangueras que se extendían días enteros.

Julio y Belén con sus maestros en un pueblo de la región de los Tuxtlas, Veracruz

Julio Mizzumi fue descubriendo, a lo largo de estos años de aprendizaje fandanguero, las raíces que lo ataban a las tradiciones profundas de estos pueblos. Pero al mismo tiempo, fue entendiendo que la representación de la música jarocha en las comunidades se encontraba en un momento complicado, sin músicos que relevaran a las viejas generaciones y una paulatina pérdida de la memoria musical, particularmente en su pueblo de Otatitlán. La ofensiva que resentían las comunidades frente a las transformaciones económicas, tanto nacionales como globales, fueron impactando en la   forma en que los pueblos reproducían su vida en esta amplia región del Sotavento. El acecho sobre las pequeñas comunidades se reflejó también en la destrucción de sus lazos comunitarios y de su medio ambiente, de la flora y la fauna y del río de las mariposas; es decir, en el deterioro de todo el microcosmos en que la vida de las diversas culturas del Sotavento había podido florecer.  

Yacatecuhtli en el Códice Borgia
 

Frente a esta situación, Julio Mizzumi y Belén que ya trabajaban como profesores en una escuela preescolar en Otatitlán, formaron en el año de 1997 el grupo de son jarocho denominado Yacatecuhtli (nombre en náhuatl del Señor de la nariz o Dios del comercio para los aztecas). La formación del grupo musical fue sólo el primer paso de un proyecto más amplio que se fue aclarando y desdoblando con el tiempo. Julio y Belén no estaban satisfechos con sólo difundir la música del son jarocho, ni muchos menos de una forma estereotipada en que se encajonaba al “jarocho”. También entendían que los esfuerzos del grupo serían insuficientes si en realidad la comunidad de Otatitlán sólo escuchaba su música, sin sentirla y asumirla como parte de su propia identidad.

El Cristo Negro

En esta primera etapa, los músicos de Yacatecuhtli se esforzaron por perfeccionar su trabajo como intérpretes y a ligarse de manera más estrecha a la comunidad. Como grupo, empezaron a acompañar a los miles de peregrinos que desde distintos lugares asisten a Otatitlán para venerar la imagen del Cristo Negro, efigie adorada desde fines del siglo XVI. En el mes de mayo los peregrinos, acompañados con sus jaranas y su música, llegan al santuario a solicitarle favores y agradecer las bendiciones que a lo largo del año recibieron del Cristo Negro. Los peregrinos también conmemoran la llegada del Cristo hace más de 400 años, cómo lo explica la leyenda, a través del río de las mariposas.

 

A lo largo de todos esos años de trabajo, Yacatecuhtli logró consolidarse como grupo, al integrarse al mismo dos de los hermanos de Julio; Martín Yasuo y José Mitsumori; su hijo, Julio; y Noé Guerrero y Diego Almazán. Madurada su propuesta musical, Yacatecuhtli buscó avanzar en un proyecto que lo ligara más estrechamente a su comunidad: En primer lugar se unió con otros grupos de jaraneros y fandangueros para articular un movimiento más amplio en defensa de su música. En segundo lugar, en el año de 2009, organizó una serie de talleres en el patio de la casa de la madre de Julio, Margarita Kojima, con la intención de involucrar y servir directamente a la comunidad de Otatitlán. Este espacio y estas actividades serían denominados como Jardín Kojima.

Grupo Yacatecuhtli

Los talleres de Jardín Kojima, dirigidos a niños y jóvenes, se enfocaron en la enseñanza del zapateado y del son jarocho sobre bases autogestivas. El pago que en ese entonces los participantes deberían de cubrir por sus lecciones consistía en la recolección de botellas de plástico de las calles y los hogares del pueblo de Otatitlán. Mediante este trabajo, se lograron recolectar fondos por la venta de esa basura que permitieron sufragar los gastos de los talleres, pero además se consiguió que los niños, jóvenes y sus familias participaran en la preservación y limpieza del entorno de la comunidad. La campaña tuvo tal éxito que logró permear a toda la sociedad por lo que en la actualidad es muy difícil encontrar este tipo de desechos por las calles del pueblo.

En el Jardín Kojima también se inició un taller de elaboración de las jaranas que los participantes utilizan para interpretar el son jarocho. La fabricación artesanal de estos instrumentos (laudería) permitió que los participantes conocieran el uso del cedro -madera con la que son elaborados- y el origen del son jarocho; es decir, entender a la música como parte constitutiva del medio ambiente que es necesario conservar para la preservación de la cultura en general.

Jardín Kojima

Relacionadas con el cuidado ambiental, las actividades del Jardín también se fueron centrando en la conservación de la flora y fauna del lugar. Las flores y las plantas que se cultivan y se cuidan en este espacio son parte de la labor de difusión y de enseñanza de Jardín Kojima. La preservación del medio ambiente en este aspecto también se relacionaría con la preparación de la comida regional y al uso de ingredientes locales, labor que asumió con gran dedicación Margarita Kojima. Doña Mago, como se le conoce, es la especialista en la preparación de dulces que son parte de la tradición culinaria de este pueblo. La conservación de la fauna se convertiría en otra actividad del Jardín, mediante el rescate y reproducción de tortugas que luego son integradas a un gran centro de preservación de esta especie en el estado de Veracruz.

La música, el zapateado, la limpieza de la tierra, la preservación de la flora y la fauna son entendidos así como parte constitutiva e indisociable de la cultura del Sotavento y de la reproducción de la comunidad misma de Otatitlán. Las enseñanzas en los talleres del Jardín, son asumidas con el propósito de que los niños, los jóvenes y sus familias se involucren de manera voluntaria, como sujetos activos y no solamente como meros objetos o espectadores a los que hay que “educar”. La responsabilidad y el compromiso social con la comunidad se fueron convirtiendo así en el elemento rector del Jardín Kojima y del grupo Yacatecuhtli.

La tenacidad de Yacatecuhtli y del movimiento sonero y fandanguero veracruzano han logrado irradiar el conocimiento del son jarocho a lugares tan lejanos como Japón. Un grupo de estudiantes de la Universidad de Tokio visitó Otatitlán con el propósito de aprender, disfrutar y difundir este género musical desde sus raíces. Los estudiantes japoneses crearon el grupo denominado Los Laguitos que ha logrado interpretar de manera magistral esta música en su país. Mediante el nombre del grupo musical, los jóvenes japoneses quieren dejar constancia de la influencia que Julio Mizzumi ha tenido sobre la formación del grupo y del son jarocho en Japón, pues mizuumi en japonés significa lago.

Video de Los Laguitos en el pueblo de Jalcomulco, Veracruz

Con el objetivo de mostrar el son jarocho en el lugar donde nació su bisabuelo, Julio Mizzumi y su hijo visitaron Japón en el año de 2017. En los campus de Komaba y Hongo de la Universidad de Tokio y en la Universidad de Rikkyo, Julio y su hijo impartieron conciertos y talleres con la participación de los estudiantes japoneses. El encuentro permitió desatar el interés de otros jóvenes en la música jaranera quienes han viajado al estado de Veracruz con el propósito de conocer de manera directa a los jaraneros y los lugares donde se ha creado esta música.

Julio Mizzumi y su hijo en un fandango en Japón

Los intercambios y las visitas de músicos japoneses representan para Julio Mizzumi, sus hermanos y sus hijos una nueva forma de relacionarse con el origen y los legados de los inmigrantes que llegaron y se establecieron en Veracruz desde principios del siglo XX. Las tumbas de esos japoneses que se encuentran en distintos pueblos de la región y las historias que han legado se han hecho presentes con el solo nombre del Jardín Kojima. Las cicatrices que la historia ha dejado en la identidad de la comunidad de Otatitlán son huellas de migraciones y de culturas que muchas veces no somos capaces de distinguir. Las veladas musicales que se han realizado en los jardines de la casa de Margarita Kojima y en las universidades de Tokio y Rikkyo son muestra de que el fandango sigue vivo y que es capaz de unir culturas que ni están tan lejanas ni tan distantes como se pretende creer.

 

© 2019 Sergio Hernández Galindo

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Acerca del Autor

Sergio Hernández Galindo es egresado de El Colegio de Méxicodonde se especializó en estudios japoneses. Ha publicado numerosos artículos y libros sobre la emigración japonesa  a México como a Latinoamérica.

Su más reciente libro Los que vinieron de Nagano. Una migración japonesa a México (2015) aborda las historias de los emigrantes provenientes de esa Prefectura antes y después de la guerra. En su reconocido libro La guerra contra los japoneses en México. Kiso Tsuru y Masao Imuro, migrantes vigilados explicó las consecuencias que el enfrentamiento entre Estados Unidos y Japón acarreó para la comunidad japonesa décadas antes del ataque a Pearl Harbor en 1941.

Ha impartido cursos y conferencias sobre este tema en Universidades de Italia, Chile, Perú y Argentina así como en Japón donde fue parte del grupo de especialistas extranjeros en la Prefectura de Kanagawa y fue becario de Fundación Japón, adscrito a la Universidad Nacional de Yokohama. Actualmentees profesor-investigador de la Dirección de Estudios Históricos del  Instituto Nacional de Antropología e Historia de México.

Última actualización en abril de 2016

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