Descubra a los Nikkei

https://www.discovernikkei.org/es/journal/2017/6/18/no-brazil-109-anos/

En el Brasil. 109 años.

Kasato Maru (Wikipedia)

"Lo que estudiaste nadie te lo quita" era o aún es una frase repetida hasta el cansancio a los niños por generaciones de padres de origen japonés en estos 109 años en el Brasil. Si ésta es una máxima válida para todos los tiempos y para todos los niños, para los inmigrantes japoneses el énfasis en la educación tiene significados que fueron cambiando a lo largo del tiempo siguiendo la trayectoria de las familias que se radicaron en el Brasil.

El sueño de regresar rico al Japón en pocos años fue compartido por los primeros 781 japoneses que desembarcaron del barco Kasato Maru en 1908 y por los 169.000 padres, hijos, criados que vinieron antes de la Segunda Guerra Mundial. Para que ello ocurriera era necesario garantizar que los niños tuvieran una educación semejante a la de los niños japoneses a fin de que no sufrieran a su vuelta a la tierra natal. El esfuerzo emprendido por los padres fue el de sacrificar parte de las pocas ganancias a fin del año agrícola para que los hijos pudieran estudiar. En las colonias agrícolas donde vivían familias propietarias de pequeñas porciones de tierra, muchas en regiones donde era necesario desmatar para iniciar el plantío, la construcción de una escuela estaba entre las prioridades trazadas. Dejar a los niños sin estudio era impensable. Frente a las frecuentes solicitudes de profesores y de material didáctico, el gobierno japonés a través del Consulado en San Pablo creó un órgano - Fukeikai - especialmente orientado a cumplir con dichos pedidos. Llegaron profesores que eran mantenidos por los padres de los alumnos en las diversas localidades, venían los mismos libros de los estudiantes japoneses junto con revistas y materiales suplementarios para reforzar la lectura y el entrenamiento en la lengua japonesa. El crecimiento es visible: en 1932 había 176 escuelas y en 1938 ya eran 476.

La condición del japonés en tierras extranjeras, sin embargo, impuso problemas no calculados al principio. La convivencia con los brasileños y con inmigrantes de otros orígenes, sobre todo los italianos, añadió nuevos ingredientes al repertorio de las familias: la necesidad de comunicación. Desde el inicio de la vida en el Brasil se hizo evidente que el aprendizaje de la lengua portuguesa era crucial. En ese momento, los niños pasan a tener el papel de intérpretes, de intermediarios entre los padres y los vecinos y patrones. Tenían una jornada diaria de estudios entre la escuela brasileña y el Nihon gakko.

Lo que estudiaste nadie te lo quita”. Esta frase se tornaba cada vez más verdadera a medida que el sueño del retorno se hacía cada vez más lejano. ¿Enriquecerse y volver? Difícil, muy difícil. El camino tenía que ser otro. La única seguridad era dar educación para que nadie se la quitara a los niños. Caminando y muchas veces descalzos, los niños iban a la escuela brasileña. Burlados porque hablaban muy mal el portugués (la mayoría de ellos comenzó apenas a los siete años de edad cuando ingresaban a las escuelas brasileñas) no desistían porque los padres insistían. Los jun nisei1 y los nisseis fueron los responsables de introducir el Brasil acercando los hábitos, las conductas, la lengua dentro de los hogares japoneses.

La convocación de la sociedad en la que ahora vivían era más alta que la preservación de la cultura de origen de los padres. El portugués comenzó a ser la lengua de comunicación entre los jóvenes y niños a medida que avanzaban en los estudios, aunque dentro de casa o en los kaikans el japonés fuera la lengua predominante. La primera generación nacida en el Brasil vivió intensamente esta duplicidad.

Los años anteriores a la Segunda Guerra Mundial marcaron la caminata obligatoria hacia la lenta integración en la sociedad de adopción. La política de nacionalización iniciada en 1937 prohibía la enseñanza de lenguas extranjeras, los Nihon gakko fueron obligados a cerrar a partir de aquel año. Con la guerra, la comunicación en japonés en lugares públicos quedó prohibida, así como la circulación de periódicos; en el auge de la guerra, el simple hecho de poseer escritos en japonés era motivo de prisión. Los libros, las revistas, los documentos escritos en japonés se perdieron quemados o enterrados.

La década después del final de la Segunda Guerra marcó el inicio de importantes cambios en el seno de la comunidad japonesa en el Brasil: los jefes de más de la mitad de las familias abandonaron las actividades agrícolas para dedicarse a ocupaciones urbanas en el sector de servicios que, por un lado, exigían poca práctica de la lengua portuguesa, pero garantizaban tanto el sustento como la educación más completa que las escuelas rurales no podían ofrecer. Son padres y madres que se dedicaban al pequeño comercio como verdulerías, almacenes, barberías, tintorerías. Sus hijos podían asistir a escuelas en las ciudades del interior o, con mucho sacrificio de los padres, a escuelas en la capital.

Estudiar, estudiar continuó siendo la salida para garantizar un futuro seguro en la etapa posterior a la guerra. Los jóvenes se dedicaban a las carreras preferentemente consideradas nobles como la abogacía, la medicina, la ingeniería. Las jóvenes se preparaban para un mínimo de independencia financiera orientándose a cursos de corte y confección, de peluquería. Muchas muchachas, ya en la década de 1950, ingresaban a cursos superiores como profesionales especializadas. Eso nadie se los quitaría: ni guerras, ni la discriminación que tantas veces los acompañó. ¿Un abogado de "ojos rasgados" actuando en tribunales? ¿O un diputado hablando en portugués en la Cámara de Diputados del Brasil? ¿O un profesor universitario dando clases a estudiantes brasileños?

Sí, son los hijos de los tintoreros, de los pequeños comerciantes esos personajes. Son los niños que iban descalzos a la escuela rural, los niños que enseñaron las primeras palabras en portugués a los padres, que sufrieron discriminación de sus compañeros. Es la generación nissei bilingüe que, en virtud de las circunstancias, adoptó el portugués como lengua principal, que se casaba con personas del mismo origen, trabajando no sólo en profesiones de nivel superior, sino también en ocupaciones urbanas técnicas de nivel medio. Curioso el número elevado de contadores de origen japonés en la ciudad de San Pablo.

Es necesario matar a un japonés para entrar a la universidad” era una frase común en los años 1960 y 70 entre estudiantes brasileños que tenían como meta el ingreso a facultades, especialmente aquellas más concurridas como medicina e ingeniería. ¿Quién es ese "japonés"? Son los hijos de la tercera generación que heredaron de los padres la misión de estudiar, estudiar para ascender socialmente de forma definitiva. Esta vez era el diploma universitario el medio para alcanzar la soñada "riqueza" de los primeros inmigrantes, sólo que dentro del Brasil. Los descendientes de esos inmigrantes no son dueños de fortunas sino genéricamente miembros de la clase media que fueron adquiriendo sus inmuebles, automóviles, por esfuerzo propio. Los emprendimientos de los padres fueron intercambiados por las oficinas, por los obradores, por los consultorios.

La familia Nikkei brasileña en la actualidad

El camino de los estudios es obvio para los descendientes de esta generación y de las subsiguientes. En el siglo XXI, los descendientes de japoneses no se distinguen en la sociedad brasileña a no ser por sus apellidos, que muchas veces vienen mezclados con los de otros orígenes. A partir del momento en que se procesaba la integración, cada vez más los matrimonios ocurrieron fuera de la comunidad y los hijos son cada vez menos identificados como "japoneses". Son japoneses cuando son "expertos" en temas vinculados al Japón tales como la culinaria o los animés. La lengua japonesa es prácticamente desconocida para casi todos los de la cuarta y quinta generación. Las generaciones del siglo XXI ya tienen escritores y poetas reconocidos como representantes del arte de escribir en portugués. Pocos son los que frecuentan actividades organizadas por la comunidad como los kaikans, que tuvieron un papel central para la sociabilización en el pasado.

Academia Nipo-brasileña de Escritores

La insistencia de los antepasados que desembarcaron en el Brasil desde el Kasato Maru en 1908 no fue en vano: pasados 109 años, los nikkeis brasileños, que son estimados en cerca de un millón y medio, ocupan espacios en todos los sectores de la vida nacional, esparcidos por todo el territorio de más de ocho millones de kilómetros cuadrados, gigante país, heterogéneo desde el punto de vista geográfico, social, étnico. El Brasil es un mosaico de paisajes físicos y humanos en el que los descendientes de los inmigrantes japoneses son parte activa en el escenario de las transformaciones que el país atravesó durante todo el siglo XX. Se destacaron, sobre todo, en la introducción de prácticas agrícolas innovadoras, en las artes plásticas, en comportamientos heredados del pasado, dentro de los cuales se encuentra el valor de la educación como herramienta para asegurar opciones que el mundo contemporáneo abre en las más diversas direcciones. Eso "nadie lo quita".

Nota:

1. Individuos que emigraron con sus padres cuando eran niños.

© 2017 Célia Sakurai

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Acerca del Autor

Célia Sakurai es una investigadora de la historia de la inmigración japonesa en Brasil. Es autora de Romanceiro da Imigração Japonesa (Colección de historias sobre la inmigración japonesa) (1993), Imigração e Política (Inmigración y política) (1995), “Imigração Tutelada. Os japoneses no Brasil (Inmigración supervisada. Los japoneses en Brasil)” (2000 – tesis doctoral de Unicamp [Universidad de Campinas, estado de São Paulo]) y Os Japoneses (Los japoneses) (2007), además de diversos artículos y del cuento “¿Dos escenas, un muro?”, que ganó el Concurso Bunkyo de Cuentos (2013) y fue publicado en la website Descubra a los Nikkei el 11 de noviembre de 2013.

Última actualización junio de 2017

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