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Sukiyaki de Matsutake

Fotografía de matsutake de 1939 del álbum de fotos de Shosuke Sasaki.

En Seattle, la temporada de recolección de hongos de mi familia comenzaba en casa con conversaciones alrededor de la enorme mesa. Esto era en el amplio desayunador con ventanas, en donde la familia tomaba todas las comidas diarias. Alrededor de la mesa de comedor se discutían detenidamente los rumores de amigos y conocidos que fueron vistos en diversos lugares de matsutake muy conocidos en las Cascadas, la Península Olímpica y Shelton. En cierto año, se encontraron matsutake debajo de los arbustos de arándanos, ¡un lugar impensable! Cada familia japonesa tenía sus propios lugares secretos de recolección de matsutake, ubicaciones que eran como tesoros familiares. Nosotros los niños jurábamos guardar el secreto y nos advertían seriamente a no revelar a nadie los nombres de los lugares de matsutake, ni siquiera a nuestros primos. Cuando mis padres se enteraron que mi prometido Hank Yamamura y yo íbamos a recolectar hongos, me recordaron enfáticamente a no revelar los lugares secretos de la familia para recolectar hongos.

Recuerdo una inolvidable expedición de recolección de hongos cuando mamá cocinó sukiyaki de matsutake en una zona para acampar que estaba cerca del lugar en donde encontramos un gran número de matsutake. Tras un largo viaje en auto a las Montañas de las Cascadas, llegamos a nuestro lugar secreto y nos estacionamos cuidadosamente fuera de la vista de la carretera principal. Planeamos caminos separados para cubrir más territorio. Salimos del auto y fuimos recibidos con el fragante aroma de un verdor húmedo y árboles de hoja perenne. Mamá, Louise y yo subimos por un camino ancho mientras que papá junto con la abuela y el abuelo buscaron en dos lugares diferentes, al otro lado de la carretera principal. Comenzamos con energía el ascenso, pero pronto nos sentimos cansados; algunas veces separándonos un poco del camino para buscar por debajo del montón de musgo que crecía o para inspeccionar un hongo blanquecino, buscando el enorme tipo de matsutake Boletus en plena floración. Más apreciado aún era el hallazgo de un brote blanco de matsutake, perfecto en finas tajadas para agregar sabor a un caldo de hongos. Si encontrábamos a cualquier extraño en el camino, teníamos cuidado de esconder nuestras actividades de recolección de hongos.

Los verdaderos matsutake – existen diversas variedades de matsutake – tienen todos un maravilloso y absolutamente inconfundible aroma. Su aroma es como su sabor. Al comienzo, cuando mi hermana Louise o yo pensamos que habíamos visto un hongo, gritábamos y hacíamos que los adultos verificaran si era un genuino matsutake. Se desenterraban los auténticos matsutake cuidadosamente, retirando con cuidado toda la suciedad posible. Se envolvían en papel y se metían en un viejo saco de harina.

Ese día, encontramos un montón de hongos y bajamos con dificultad el camino, cargados de viejos sacos de harina rebosando de matsutake. Nos encontramos con la abuela, el abuelo y papá, todos cargando sacos llenos. Apenas entrábamos todos al auto con los sacos llenos de hongos. La abuela tenía consigo también algunas ramas de hojas de maple en vibrantes colores. En casa, colocarían estas hojas en un arreglo estilo ikebana con tres puntos asimétricos que simbolizarían el cielo, el hombre y la tierra. A estas alturas, después de haber ascendido y caminado por varias horas, estábamos todos muy hambrientos y no solo un poco cansados.

Papá nos llevó a un campamento, que tenía un grifo con agua potable. Mamá lavó los granos de arroz y puso a cocinar el arroz recién lavado en la primera hornilla de la cocina Coleman de dos hornillas. Generalmente, remojábamos el arroz en agua por unas pocas horas pero ese día no teníamos tiempo. Después de que el arroz rompiera el hervor por primera vez y que el habitual reguero del agua espumosa saliera de la olla de arroz, sabíamos que ya estaba por cocinarse. Bajábamos el fuego que cocinaba el arroz. Mientras tanto, mamá lavaba algunos de los matsutake más grandes y los cortaba en jugosas tajadas. Cortaba las cebollas y el apio, abría las latas de fideos de ñame, sacaba una botella de shoyu y ya estaba lista para preparar el sukiyaki.

Ahora no me puedo acordar por nada del mundo en qué orden mamá agregaba los ingredientes del sukiyaki a la sartén honda que colocaba en la otra hornilla de la cocina portátil a gas Coleman. Sé que es muy importante agregar los ingredientes en el orden correcto. Me parece que mamá agregaba la carne al final y no al comienzo. Cualquiera que haya sido el orden de mi mamá, recuerdo que era opuesto al estilo de mamá Yamamura para preparar sukiyaki. Creo que mamá cubría los vegetales parcialmente cocidos con una capa de carne porque ella consideraba que los finos y traslúcidos trozos de carne se cocinarían demasiado si se agregaban primero. Creo que tengo sentimientos encontrados porque la mamá de Hank también era una excelente cocinera. La quería tanto como a mi propia madre. Deseo que ambas tengan “la razón” y así será.

Sea como lo hacía mamá, el sukiyaki que preparaba era delicioso. La vitalidad y buen humor de mamá brillaban alrededor de ella como un resplandeciente halo. Ella irradiaba fuerza, se movía rápidamente y nunca estaba tan feliz como cuando preparaba una buena comida, la cual ella sabía que era esperada con ansias por todos nosotros. Teníamos arroz caliente y recién preparado para acompañar al sabroso sukiyaki con sabor a matsutake, el pollo teriyaki preparado con anticipación y el té verde caliente. ¡Qué festín!

Daría casi lo que fuera por disfrutar de esa comida nuevamente, con mamá en todo su esplendor junto con papá parado en silencio con los brazos cruzados sobre su pecho y con su sombrero para pesca con mosca tirado hacia atrás de su cabeza, mirando complacido así como con la abuela y el abuelo Araki sentados en la mesa de picnic con Louise y yo. Teníamos un día lleno de diversión, aventuras y comida deliciosa. Regresábamos a casa cargados de regalos maravillosos para dar a la familia y amigos.

El sukiyaki de matsutake que disfruté hace mucho en las Cascadas ahora es imposible repetir. No se trataba tanto de comer matsutake; más bien, se trataba de buscarlos y encontrarlos en compañía de la adorada familia así como de la entusiasta preparación de este festín por parte de mi madre que hacía que el sukiyaki de matsutake seadelicioso más allá de toda comparación. Muchos “ingredientes” de esta comida ya no están. El tiempo ha pulido, a un brillo dorado y sonrosado, este precioso recuerdo de infancia de hace mucho tiempo.

 

* Este artículo es una versión condensada del Capítulo 7 del libro CAMP 1942 y el Resto de Mi Vida de Susan (Araki) Yamamura, 2014.


* * * * *

Nuestros Comités Editoriales han seleccionado este artículo como una de sus historias favoritas de la serie ¡Itadakimasu 2! Otros sabores de la cultura nikkei. Aquí están sus comentarios.

Comentario de Nancy Matsumoto

Las diversas clases de historia, vida familiar y prácticas culinarias nikkei evocadas en ¡Itadakimasu 2! hicieron que sea un placer leer cada ensayo y sea difícil escoger al “favorito”. Sin embargo, lo que sobresalió de Sukiyaki de Matsutake de Susan Yamamura, era cómo en un lenguaje simple, directo y conmovedor, la autora expresa su profundo amor hacia los miembros de la familia que ya han fallecido mientras trae a la memoria la recolección de hongos y la cena familiar de hace mucho tiempo.

Hay un sutil humor en su relato sobre la seriedad y secreto con que se recolectan los matsutake (¡Incluso no puede confiar en su prometido para que conozca los sitios ultrasecretos de recolección de la familia!). En la evocativa escena final de cocina en el campamento, su madre prepara animadamente la cena de sukiyaki de matsutake. Estamos tan inmersos en la historia que casi nos toma por sorpresa cuando la cámara se aleja y el narrador nos recuerda que la cena no podría recrearse hoy en día porque muchos de sus “ingredientes” ya no están. Lo que parecía tan real, tanto para el narrador como para nosotros, es de hecho un valioso recuerdo de infancia, “pulido a un brillo dorado y sonrosado.”

Comentario de Soji Kashiwagi

Como japonés-estadounidense, he visto que se vende matsutake en los supermercados en J-Town por precios muy por encima de lo que yo podría pagar. He escuchado sobre familias japonés-estadounidenses que van a lugares remotos y secretos en las montañas para buscar el “oro de los hongos”. Pero, realmente, nunca he tenido una experiencia de recolección de matsutake hasta que Susan Yamamura me llevó a las Montañas Cascade del estado de Washington en su historia Sukiyaki de Matsutake. Este viaje únicamente japonés-estadounidense al que ella me llevó, desde la planificación en familia para llegar al “lugar secreto” de la familia hasta la descripción del bello paisaje, era todo lo que podía pedir. Pero lo que esta historia me hizo comprender fue el regreso de la familia a su campamento y a la encantadora y cuidadosa preparación de su madre del sukiyaki de matsutake. Con su mamá, su papá, su hermana y sus abuelos alrededor de la mesa, definitivamente era una comida para recordar y disfrutar para la posteridad. Solo espero que Susan prepare sukiyaki de matsutake una vez más y se transmita la tradición de la recolección de matsutake, los sabores y su exquisita historia a los miembros de su propia familia; de modo que las futuras generaciones sepan y puedan disfrutar el sabor de lo que significa ser japonés-estadounidense.

 

© 2014 Susan Yamamura

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Sobre esta serie

¿Cómo expresa tu identidad la comida que consumes? ¿Cómo la comida te ayuda a conectar a tu comunidad y a reunir a la gente? ¿Qué tipos de recetas han ido pasando de generación en generación en tu familia? ¡Itadakimasu 2!: Otros Sabores de la Cultura Nikkei replanteó el papel de la comida en la cultura nikkei.

En esta serie, le pedimos a nuestros Nima-kai votar por sus historias favoritas y a nuestro Comité Editorial elegir sus favoritas. En total, cuatro historias favoritas fueron elegidas.

Aquí estás las historias favoritas elegidas.

  Editorial Committee’s Selections:

  La elegida por Nima-Kai:

Para saber más sobre este proyecto de escritura >>


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Acerca del Autor

Susan Yamamura nació en los Estados Unidos y fue recluida antes de los dos años de edad  con el resto de su familia en el  campo de internamiento Harmony (Puyallup, Washington) y en el campo de internamiento Minidoka (Hunt, Idaho) en virtud de la Orden Ejecutiva 9066. Se puede descargar gratuitamente sus recuerdos en el campo de internamiento desde esta cuenta (Inglés): Camp 1942–1945

“A pesar de la Orden Ejecutiva  9066, como podría suceder solo en los Estados Unidos, mis abuelos paternos, mis padres, mi esposo y yo hemos cumplido nuestro sueño americano”.

Exprogramadora informática y administradora de sistemas informáticos y de red jubilada, viuda de un Regents’ Professor de la Universidad de Arizona, Hank Yamamura, y madre de un hijo. Actualmente, es escritora, artista en arcilla y acuarelista.

Última actualización en marzo de 2017

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