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El artista de los muros

El grafiti es su hábitat. Su lugar en el mundo. El espacio donde da rienda suelta a su creatividad, comparte y profundiza amistades.

Foto: archivo personal de Gianmarco Higuchi.

Gianmarco Higuchi descubrió su vocación a temprana edad. Escuchaba rap, dibujaba y le atraían los colores, pero le faltaba el eslabón final, el paso decisivo: pintar en la calle.

No tenía con quién salir y trasladar su arte a los muros, hasta que se hizo amigo de un grafitero que pronunció tres palabras mágicas: “Vamos a pintar”. Así se hizo la luz. Su primera obra fue un chanchito sobre una pared de la Beneficencia Pública de Lima. “Fue mostro1”, recuerda con nostálgica sonrisa.

Gianmarco es miembro de Dedos Manchados en la Jungla de Concreto (DMJC), el movimiento grafitero más antiguo del Perú. Ya llevan 18 años juntos. Disfruta mucho de cómo las diversas ideas se van plasmando en el muro hasta componer una obra colectiva. “Es la integración de todos”, dice.

Pintan donde encuentren pared. Es difícil, pero tienen más posibilidades de hallar espacio en la periferia de la Lima tradicional.

Foto: archivo personal de Gianmarco Higuchi.

Enfrentarse a un muro pelado para llenarlo de colores y formas es un reto, dice, más aún si no se hace a ras del piso, sino a cierta altura. Gianmarco, cuyo apelativo es Fater, hace bocetos antes de lanzarse a pintar en la pared, pero a veces improvisa.

¿Qué es lo que más le gusta del grafiti? “La oportunidad de compartir con otra gente, mi gente. Tuviste un mal día el día anterior, te pones a pintar, te matas de risa, y te hicieron el día. Es un compartir. Me pasó hace un mes, estaba estresado por el trabajo y decidí ‘no trabajo hoy, me voy a pintar’, y fue full relax”.

La comunión que genera el grafiti se extiende al público. Incluso muchos que lo consideran como un acto de vandalismo rectifican su percepción:

“Donde haya un grafiti siempre vas a ver a personas compartiendo, departiendo, incluso no necesariamente con la gente que pinta, sino con la gente que pasa. Es un fenómeno visual bien interesante, porque tú llegas a un muro totalmente calato y comienzas a trazar, y la gente comienza a decir ‘oye, cómo vas a pintar, estás malogrando la vía pública’, pero pasan un par de horas, regresan y ven lo que estás haciendo y dicen ‘qué bonito’. Ese cambio es bien loco”.

A pesar de quienes aún no saben apreciar el grafiti, colorear Lima encuentra adeptos.

“Vivimos en una Lima tan gris, tan plana, que nosotros tratamos de darle color en los pocos espacios que hay. Nosotros agradecemos a la gente que valora eso”.

Aunque es difícil encontrar paredes, existen otras alternativas para los grafiteros en el Perú: las galerías de arte o las empresas que contratan a artistas urbanos, pues el grafiti funciona como gancho publicitario.

Las opiniones al respecto están divididas, dice. Algunos creen que el grafiti no debe salir de los muros porque se vuelve comercial. Él dice que hay que evolucionar, sobre todo considerando que vivir del arte en el Perú es complicado.

En el Perú hay una movida grafitera fuerte, revela. “No tenemos que envidiarle a nadie”. En Sudamérica, Brasil es lo máximo.

Gianmarco estudió diseño gráfico en la Universidad Católica del Perú. Nunca encontró oposición en sus padres para volcarse al arte. Por el contrario, siempre tuvo el respaldo de su papá, que quiso ser artista pero no pudo porque su padre (el abuelo de Gianmarco) no se lo permitió.

Antes que como diseñador, prefiere definirse como artista gráfico. El grafiti no es la única expresión artística a la que se dedica, pero es la que más disfruta e influye en sus obras digitales.

Foto: archivo personal de Gianmarco Higuchi.

Las experiencias fuertes —buenas o malas, alegres o dolorosas— se almacenan en su cabeza y después emergen para materializarse como arte. No necesariamente se lo propone o lo planifica, ahí el subconsciente trabaja.

POTENCIAL NIKKEI

Gianmarco participó hace poco en un encuentro de jóvenes artistas nikkei convocado por el artista plástico Haroldo Higa y organizado por la Asociación Peruano Japonesa.

Fue una propuesta inédita en la que participaron artistas de origen japonés de diversos ámbitos: pintura, escultura, diseño industrial, grabado, grafiti, diseño de moda, fotografía, etc.

La experiencia fue positiva. Gianmarco destaca la amplitud de la convocatoria y que esta permitiera que muchos artistas se conocieran, intercambiaran datos y compartieran trabajos, y sugiere la posibilidad de que se forme un colectivo como el que tiene con los grafiteros. Además, espera que haya más encuentros y se llame a artistas de otras ramas como la música.

Resalta la diversidad de propuestas artísticas que encontró, cada una con su impronta. “Me sorprendió el potencial que tenemos los nikkei para hacer arte”, dice. El encuentro podría ser el punto de partida para ahondar la difusión del arte hecho por nikkei.

Ojo, arte hecho por nikkei, no “arte nikkei”. Gianmarco rehúye las etiquetas, los intentos de rotular a los artistas o su obra. Es artista y punto, sin sesgos, dice. Cada artista crea su identidad.

Ahora bien, su origen japonés ha moldeado su carácter. “Influye en mi forma de ser, de actuar. Si bien yo no he sido criado tradicionalmente, tengo ciertos valores que siempre me han inculcado en casa, y eso siempre lo trato de sacar y lo valoro bastante, porque al final dice mucho de ti. Lo utilizo bastante en el trabajo, a mí de chico siempre me han dicho ‘tienes que ser puntual en las reuniones’ y trato de ser puntual. Hay muchas cosas de la cultura que me han inculcado y lo aplico en el día a día en todo”.

Foto: archivo personal de Gianmarco Higuchi.
 

SENSIBILIDAD ARTÍSTICA

El Perú sobresale por su gastronomía, pero cuando se trata de arte es un país inapetente. A Gianmarco le gustaría que más gente visitara galerías, acudiera a exposiciones, hablara de arte, viera obras de teatro, etc. El Perú sería un país más rico, apunta.

Sugiere promover talleres gratuitos para incentivar la práctica del arte en sectores que no tienen acceso a él, podrían surgir grandes talentos, niños o jóvenes que descubrirían su talento para el dibujo o el baile, o que tienen vocación artística y no pueden desarrollarla por oposición o falta de apoyo de sus padres.

“Visiten galerías sin miedo, sin ningún prejuicio. Todos tenemos que aprender, vamos sembrando semillas para que la cultura siga creciendo”.

Gianmarco, que tiene una empresa que brinda servicios de salud mediante el deporte (otra de sus pasiones), es un consumidor omnívoro de arte. Le gusta todo. “Soy el sensible de la familia”, se ríe. “El arte te vuelve más sensible”.

Nota:

1. Genial.

 

© 2017 Enrique Higa

artistas Asociación Peruano Japonesa graffiti Lima Perú
Acerca del Autor

Enrique Higa es peruano sansei (tercera generación o nieto de japoneses), periodista y corresponsal en Lima de International Press, semanario que se publica en Japón en idioma español.

Última actualización en agosto de 2009

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