Descubra a los Nikkei

https://www.discovernikkei.org/es/journal/2016/8/9/6347/

Fernando Hiramuro y Yasuaki Yamashita: Japoneses-mexicanos sobrevivientes de las bombas atómicas de Hiroshima y Nagasaki — Parte II

Lea Parte I >>

Yasuaki Yamashita a la edad de cinco años.

Yasuaki Yamashita nació en el año de 1939 en la ciudad de Nagasaki. Hasta el momento en que estalló la segunda bomba atómica en su ciudad natal el 9 de agosto de 1945, Yasuaki había pasado toda su infancia en la guerra misma pues antes de que iniciara el ataque japonés a Pearl Harbor en diciembre de 1941, Japón ya estaba inmerso desde 1931 en la ocupación a China. La larga etapa de sacrificios que significaron estos conflictos es conocida por la población como el valle lúgubre, kurai tanima.

Aunque Yasuaki creció durante la etapa más difícil de la guerra, disfrutaba en compañía de sus amigos jugando y atrapando grillos y cigarras en la montaña cercana a su casa. Los pequeños estaban acostumbrados al ulular de las sirenas que anunciaban la llegada de los bombarderos norteamericanos, la población tenía instrucciones de ingresar a los refugios antiaéreos al momento de aviso como ya había sucedido en varias ocasiones antes del lanzamiento de la bomba atómica.

Yasuaki acompañaba a su madre a las juntas de vecinos donde la población estaba organizada y recibía instrucción militar. La organización del barrio, tonarigumi, jugó un papel fundamental para sostener la guerra. Al acercarse el fin de la misma, las mujeres empezaron a adiestrarse en el manejo de lanzas de bambú, instrumento que utilizarían en contra el ejército norteamericano en caso de que ocupara Japón.

Estudiantes recibiendo instrucción militar.

A pesar de que la propaganda de los mandos militares seguía insistiendo que la derrota de Japón era imposible, al mismo tiempo fomentaba en la población el llamado espíritu gyokusai; es decir, la idea de que era preferible morir honrosamente que capitular o rendirse ante el enemigo. Incluso, después del lanzamiento de la primera bomba atómica a Hiroshima el 6 de agosto, el Supremo Consejo tomó la decisión de continuar la guerra hasta el final, contrariando el deseo del propio emperador Hirohito.

La familia de Yasuaki era numerosa, además de su padre y su madre se componía de seis hermanos. Los tres hermanos mayores habían sido reclutados en el ejército, mientras que las tres hermanas asistían a la escuela. El padre de Yasuaki trabajaba en una de las más grandes e importantes compañías de Japón: la Mitsubishi. Este gran conglomerado o zaibatsu producía armas y aviones y estaba a cargo de los astilleros de Nagasaki, por lo que era uno de los blancos escogidos por el ejército norteamericano para ser bombardeado. 

El día 9 de agosto, cuando se lanzó la bomba atómica a las 11:02 horas de la mañana, Yasuaki no había salido con sus amigos a cazar insectos. En compañía de su madre y una de sus hermanas, escucharon la sirena y el radio que avisaba que se acercaba un avión enemigo, por lo que entraron a la casa y se dirigieron al refugio que se encontraba debajo de la misma.Sin poder llegar al mismo, sintieron una intensa luz que los cegó y posteriormente una enorme fuerza los lanzó al suelo.

La madre de Yasuaki logró protegerlo con su cuerpo y a gatas, en plena oscuridad, ingresaron todos al refugio al tiempo que por encima de ellos volaban infinidad de objetos. La casa se había derrumbado, sólo quedaron las columnas que sostenían el techo y algunas paredes. La hermana de Yasuaki le dijo a su madre que le había caído aceite en la cabeza, era en realidad la sangre que le corría debido a los vidrios que se le introdujeron. Después de algunos minutos, todos se encaminaron al refugio del barrio en las montañas, desde donde pudieron observar las pocas construcciones de la ciudad que habían quedado en pie y las llamas que la cubrían.

Al refugio de la comunidad llegaron el padre, las hermanas y los amigos de Yasuaki que se encontraban en la montaña. Uno de los niños tenía la espalda totalmente quemada y moriría al día siguiente. Por instrucciones de las autoridades, el padre de Yasuaki y cientos de voluntarios más se dirigieron al epicentro de la explosión con el propósito de ayudar a los sobrevivientes, encontrándose con miles de cadáveres. Al trabajar durante días y noches en esa zona, el señor Yamashita quedó expuesto a la intensa radiación, hecho que lo hizo enfermar repentinamente y morir unos meses más tarde. Se calcula que más de 70 mil personas murieron al momento y durante las siguientes semanas de la explosión.

La ciudad de Nagasaki días después de la explosión de la bomba atómica

En las siguientes semanas después del lanzamiento de la bomba, los sufrimientos de la población se incrementaron debido a que no había alimentos y los heridos y muertos aumentaban día tras día. Para conseguir algo que comer, la madre de Yasuaki decidió llevar a los niños con familiares que vivían fuera de la ciudad por lo que tuvieron que pasar por el epicentro donde estalló la bomba encontrándose aún con miles de cadáveres calcinados que no habían podido ser removidos.

Yasuaki, su madre y sus hermanas después de algunos días regresaron a Nagasaki sin conseguir suficientes víveres. Con los desechos de las paredes quemadas y los materiales que rescataron de las ruinas pudieron reconstruir y tapar los huecos más grandes de la casa para que al menos no durmieran a la intemperie. 

En los meses siguientes la situación de la población se transformó radicalmente ante la destrucción casi total de las ciudades, de la economía del país y la ocupación de las fuerzas norteamericanas. Yasuaki ingresó a la escuela primaria, la mayoría de los niños asistían sin zapatos y con la ropa remendada ante la carencia total de este tipo de mercancías que sólo se conseguían a precios exorbitantes en el mercado negro. Los libros de texto que se distribuían en las escuelas eran los que se utilizaron durante la guerra, por lo que los alumnos tachaban los párrafos que exaltaban al emperador y a la etapa militarista de Japón.

Lo más grave en esos años siguió siendo sin duda la escasez de alimentos y la hambruna que se desató. El ejército norteamericano se vio obligado a repartir víveres en las escuelas; Yasuaki recuerda perfectamente el día que tomó leche en polvo, comió ciruelas pasas y unas galletas que le parecieron como un verdadero manjar que había caído del cielo.

El encuentro entre los soldados y la población durante la ocupación norteamericana fue un hecho inesperado y sorprendente para ambas partes. Ni los soldados norteamericanos eran los “demonios” con cuernos como Yasuaki y sus amigos se los imaginaban debido a la información que los militares difundieron durante la guerra. Ni tampoco el pueblo japonés era una horda de bárbaros y fanáticos como el gobierno estadunidense sostenía. Tanto la propaganda de guerra japonesa y norteamericana había llegado al extremo de considerar que sólo con el exterminio del enemigo la guerra terminaría. Las tropas norteamericanas encontraron por contrario a una población dispuesta a colaborar; el pueblo japonés enfrentó al ejército norteamericano en forma disciplinada, educada y ordenada—incluso amable—por lo que los saldados no dispararon ni un solo tiro durante los siete años de ocupación.

La batalla que tuvieron que dar los japoneses durante la posguerra se centró en la reconstrucción del país que se encontraba en ruinas. La hermana de Yasuaki empezó a trabajar para conseguir algo de dinero y el mismo Yasuaki repartió periódicos para colaborar con el sostenimiento de la familia ante la muerte de su padre.

Cuando Yasuaki estaba por terminar sus estudios de preparatoria, se le presentó una extraña enfermedad que se manifestó mediante hemorragias que aparecían repentinamente y que hacían que se desmayara debido a la anemia acelerada que se le presentaba. Los estudios médicos que se le hicieron determinaron que no había explicación aparente de estos malestares y aún hoy no se ha encontrado una explicación de su causa. Los desmayos causaron también que Yasuaki no encontrara un trabajo permanente debido a que ingresaba frecuentemente al hospital; fue hasta el año de 1960 cuando ingresó a trabajar al Hospital de la Bomba Atómica de su ciudad, Nagasaki Genbaku Byoin, como administrador en un departamento del mismo.

Yasuaki a las afueras del Hospital de la Bomba Atómica  

En el hospital Yasuaki adquirió plena conciencia de hasta donde los efectos de la bomba causaban una diversidad de enfermedades en los hibakusha o sobrevivientes de la misma. El trabajo de Yasuaki no sólo se centró en el aspecto administrativo, comenzó a tener una relación muy intensa con los enfermos al entrar en contacto directo con los bebés que nacían con deformaciones y con los numerosos casos de cáncer en personas que fueron expuestas a la radiación. En particular quedó muy impresionado con un joven de su edad a quien se le diagnosticó leucemia y al que Yasuaki le llegó a donar sangre cada vez que lo requería. El deterioro físico y la muerte posterior del joven dejaron una gran huella en Yasuaki debido a que se veía en un espejo que le recordaba permanentemente que en cualquier momento pudiera caer enfermo.

Pero además Yasuaki fue víctima de la discriminación ante el temor infundado de una parte de la población que creía que podrían “contagiarse” de las enfermedades provenientes de las personas expuestas a la radiación. Las mujeres jóvenes en particular eran rechazadas y encontraban difícil casarse ante la probabilidad de que procrearan niños deformes. Desde ese momento Yasuaki ocultó que era uno de los sobrevivientes de la bomba y se negó a hablar de su experiencia, entrando en una larga etapa de silencio sobre ese episodio de su vida. El escritor japonés Kenzaburo Oe, premio Nobel de literatura en 1994, explica este comportamiento al señalar que sólo a los sobrevivientes les asiste todo el derecho de guardar silencio si así lo desean, al intentar olvidar su terrible experiencia.

Durante esta etapa de su vida, el joven Yasuaki se empezó a interesar en México. ¿Qué le llamaba la atención de ese país?

En primer lugar la música; un trío denominado “Los Panchos” que interpretaba boleros, se hizo muy popular en Japón al grado de que esos músicos mexicanos grabaron sus canciones en japonés. Por otro lado el conocimiento de la cultura mexicana, de la pintura muralista y de la historia de los pueblos mesoamericanos empezó a despertar interés en el público japonés. El libro del pintor Tamiji Kitagawa, quien vivió en México antes de la guerra, representó para Yasuaki otro gran incentivo para adentrarse en la historia de ese país y empezar el estudio del idioma español, al que se abocó con gran entusiasmo y dedicación.

A pesar de tener un excelente trabajo en el hospital, el sufrimiento de los pacientes y su deseo de olvidar todo ese ambiente plagado de sufrimiento y discriminación hicieron que Yasuaki buscara de manera casi obsesionada viajar a México. La ocasión se presentó en el año de 1968 durante las Olimpiadas en México; la delegación japonesa solicitó los servicios de un joven japonés que le sirviera de intérprete, trabajo al que Yasuaki se sumó de manera inmediata.

Al terminar las Olimpiadas decidió quedarse definitivamente en México para buscar un empleo y profundizar en el estudio no sólo del español, sino de los pueblos prehispánicos y de su cultura. En el Museo Nacional de Antropología tomó diversos cursos y empezó a viajar a todas las zonas arqueológicas del país. Su interés profundo en las culturas mexicanas lo llevó a estudiar el idioma náhuatl, lengua que le permitió estar en contacto directo con los indígenas.

La expansión y el acelerado crecimiento que la economía japonesa experimentó a lo largo de estas décadas hicieron que cientos de empresas japonesas instalaran sus plantas y oficinas en México. El dominio del idioma español con el que contaba Yasuaki a inicios de 1970, le permitió asesorar a los funcionarios de esas compañías como interprete-traductor. El trabajo intenso y bien remunerado que tenía, además del gran interés en la cultura y en el pueblo de México, hicieron que decidiera quedarse en ese país, solicitando además su naturalización como ciudadano mexicano.

Por lo demás, Yasuaki consideraba que la cultura mexicana y japonesa no estaban tan distantes como aparentemente se cree, debido a que la filosofía sintoísta y de los pueblos mesoamericanos tienen muchas coincidencias.

Fue hasta el año de 1995 cuando Yasuaki decidió romper su larga etapa de silencio como hibakusha. En la ciudad de Querétaro, unos jóvenes lo invitaron a dar una plática sobre su experiencia como sobreviviente de la bomba atómica pues sabían que había nacido en Nagasaki. En un principio Yasuaki se negó rotundamente, pero finalmente aceptó darles una conferencia. Las pláticas y conferencias que empezó a impartir desde ese entonces, se convirtieron para Yasuaki en un bálsamo o una terapia que le permitieron mitigar el gran dolor que guardaba para sí.

Yasuaki además consideró que su esfuerzo personal debería de sumarse a la del movimiento mundial contra el uso de las armas atómicas y a favor de la paz. Con este propósito se fue integrando a grupos organizados de sobrevivientes de la bomba atómica en Estados Unidos y con organizaciones que promueven en diversos países la destrucción de las armas nucleares.

Yasuaki ha sido un peregrino incansable que viaja a muchos países del mundo para exponer con toda claridad y detalle la experiencia que le tocó vivir en Nagasaki. Ha sido expositor de manera recurrente en organismos de las Naciones Unidas y de diversos gobiernos donde ha explicado sus razones a favor de la destrucción total del arsenal atómico. El trabajo que Yasuaki realiza con los jóvenes es una de sus labores que más lo apasiona, asiste a numerosas escuelas para que los alumnos sean los que difundan su palabra y sean los que retomen y continúen su lucha contra las armas atómicas. La experiencia del desastre nuclear de la terminal nuclear de Fukushima en el año de 2011 en Japón, después del terremoto y tsunami, demostró incluso que aun el uso pacífico de la energía atómica en esas centrales puede llevar al fin de la humanidad.

Yasuaki en compañía de estudiantes mexicanos durante una de sus conferencias.

Yasuaki asume con gran pasión dos actividades a sus 77 años de edad: Su trabajo en favor de la paz, como su nombre en japonés significa (保昭), con el objetivo de que nunca más otra persona tenga que sufrir las consecuencias de una tragedia atómica como la que él y el pueblo de Nagasaki y Hiroshima vivieron. Con la misma intensidad, su trabajo como pintor y ceramista lo ha llevado a ser reconocido y premiado como artista. Actualmente radica en la ciudad de San Miguel Allende, Guanajuato.

Pintura de Yasuaki Yamashita
Cerámica de Yasuaki Yamashita

Kenzaburo Oe acierta completamente en definir el carácter de los hibakusha pues afirma que cuando suelen elegir hablar, lo hacen con toda su energía. Nos corresponde a todos, reta el escritor japonés, a no quedarnos pasivos o sólo conmovidos con sus historias sino a “ser sus compañeros debido a que es la única forma que tenemos de seguir siendo verdaderos seres humanos”.

 

© 2016 Sergio Hernández Galindo

Ocupación Aliada de Japón (1945-1952) sobrevivientes de la bomba atómica hibakusha Japón Kyushu México Nagasaki (ciudad) prefectura de Nagasaki posguerra Segunda Guerra Mundial Yasuaki Yamashita
Acerca del Autor

Sergio Hernández Galindo es egresado de El Colegio de Méxicodonde se especializó en estudios japoneses. Ha publicado numerosos artículos y libros sobre la emigración japonesa  a México como a Latinoamérica.

Su más reciente libro Los que vinieron de Nagano. Una migración japonesa a México (2015) aborda las historias de los emigrantes provenientes de esa Prefectura antes y después de la guerra. En su reconocido libro La guerra contra los japoneses en México. Kiso Tsuru y Masao Imuro, migrantes vigilados explicó las consecuencias que el enfrentamiento entre Estados Unidos y Japón acarreó para la comunidad japonesa décadas antes del ataque a Pearl Harbor en 1941.

Ha impartido cursos y conferencias sobre este tema en Universidades de Italia, Chile, Perú y Argentina así como en Japón donde fue parte del grupo de especialistas extranjeros en la Prefectura de Kanagawa y fue becario de Fundación Japón, adscrito a la Universidad Nacional de Yokohama. Actualmentees profesor-investigador de la Dirección de Estudios Históricos del  Instituto Nacional de Antropología e Historia de México.

Última actualización en abril de 2016

¡Explora Más Historias! Conoce más sobre los nikkeis de todo el mundo buscando en nuestro inmenso archivo. Explora la sección Journal
¡Buscamos historias como las tuyas! Envía tu artículo, ensayo, ficción o poesía para incluirla en nuestro archivo de historias nikkeis globales. Conoce más
Nuevo Diseño del Sitio Mira los nuevos y emocionantes cambios de Descubra a los Nikkei. ¡Entérate qué es lo nuevo y qué es lo que se viene pronto! Conoce más