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Fernando Hiramuro y Yasuaki Yamashita: Japoneses-mexicanos sobrevivientes de las bombas atómicas de Hiroshima y Nagasaki — Parte I

Panorámica de la ciudad de Hiroshima después del lanzamiento de la bomba atómica.

El próximo mes de agosto se cumplirán 71 años del lanzamiento de las bombas atómicas a las ciudades de Hiroshima y Nagasaki. La población de ambas ciudades pagó con la muerte y la destrucción de sus ciudades el fin de la guerra, pero además los que lograron sobrevivir siguen sufriendo los efectos de la radioactividad que dejaron esas terribles armas.

La guerra significó un enorme sacrificio para el pueblo japonés. Antes de haber sido lanzadas las bombas atómicas, la población ya había sufrido demasiado al tener que mantener los esfuerzos de guerra que le demandaron los mandos militares. Los ancianos, las mujeres y los niños, aunque no participaban en los frentes de batalla, fueron los que sostuvieron el esfuerzo de guerra con su trabajo y sacrificio.

En el inicio del año de 1945, algunas de las grandes ciudades de Japón ya habían sido alcanzadas por los bombarderos norteamericanos; Tokio en particular, se convirtió en la ciudad que fue blanco del bombardeo más intenso de toda la segunda guerra mundial, dejando más de 80 mil muertos. La población, sin hogar y sin alimento, fue a la que en realidad se castigó por las fuerzas armadas norteamericanas.

Por otro lado, desde diciembre de 1941, las comunidades de emigrantes japoneses en Estados Unidos, Canadá y Latinoamérica, a pesar de no encontrarse en el campo de batalla, empezaron a ser concentradas y perseguidas. Los hijos de los emigrantes que habían nacido en América y se encontraban en Japón en el momento en que inicia la guerra, sufrieron doblemente debido a que perdieron todo contacto con su familia y soportaron por igual los sacrificios de la población japonesa. Algunos de ellos se convirtieron en hibakusha, es decir en sobrevivientes del lanzamiento de las bombas atómicas.

En este artículo hablaré de dos de ellos: Fernando Hiramuro quien vivía en la ciudad de Hiroshima y Yasuaki Yamashita en la ciudad de Nagasaki.

Toraichi Hiramuro, padre de Fernando, era uno de los 100 mil emigrantes que habían salido de la Prefectura de Hiroshima hacia América en las primeras décadas del siglo XX. En el año de 1907, a la edad de 16 años, Toraichi emigró a Perú para trabajar en una de las haciendas azucareras que contrataban gran cantidad de trabajadores japoneses. Sin embargo; ante las terribles condiciones de explotación en que se laboraba en las haciendas, Hiramuro se trasladó a la ciudad de Lima donde realizó trabajos de jardinería y logró ahorrar un dinero para comprar su boleto de barco con el propósito de ingresar a México y cruzar posteriormente como bracero a los Estados Unidos.

En el año de 1912, en plena revolución en México, Toraichi logró llegar al puerto de Guaymas, Sonora muy cerca de la frontera con Estados Unidos. En esta región la compañía ferroviaria norteamericana Southern Pacific contrató un gran número de trabajadores chinos y japoneses para la construcción de los troncales de ferrocarril que unirían la frontera de Estados Unidos con la ciudad de Guadalajara, ubicada en el centro de México. Toraichi ingresó a esa compañía como ayudante de jardinero en el pequeño hospital que la Southern había construido para su personal en el pueblo de Empalme, Sonora. Posteriormente escalaría distintos puestos y trabajos hasta convertirse en ayudante de enfermero por lo que decidió establecerse definitivamente en México.

A finales de la década de 1920, la compañía ferroviaria construyó un gran hospital en la ciudad de Guadalajara y mandó a capacitar a Toraichi a la ciudad de San Francisco, California para que se encargara del aparato de rayos X. Al inicio de 1930, Toraichi con los ahorros que había logrado, viajó a Hiroshima con el propósito de buscar una compañera para formar una familia. A diferencia de la mayoría de emigrantes que buscaban una novia y se casaban mediante carta, Toraichi viajó a su país para conocer y casarse con Kiyoko Hirotani.

Toraichi con el personal médico del Hospital de la Southern Pacific en Guadalajara. (Hiramuro de pie es el cuarto de izquierda a derecha)

Clara y Fernando Hiramuro en el barco en que regresaban de un viaje a Japón en 1935.  

En la ciudad de Guadalajara nació en 1931 Clara Sumie, primera hija del matrimonio Hiramuro, dos años después nacería Fernando Minoru y en 1939 Concepción Michie.

Los Hiramuro tenían realmente una posición económica acomodada debido a que Toraichi había sido nombrado responsable del departamento de rayos X y obtenía un buen salario que le era pagado en dólares. Con los ahorros que había logrado, la familia Hiramuro planeó establecerse en Japón de manera definitiva por lo que en el otoño de 1940 los cinco miembros viajaron a Hiroshima, momento en el cual Fernando ingresó a la escuela primaria. Toraichi regresó a su trabajo en Guadalajara con la idea de que posteriormente se uniría a toda la familia ya instalada en su natal Hiroshima.

Al iniciar la Guerra del Pacífico y romperse las relaciones entre México y Japón, todos los canales de comunicación entre Toraichi y su familia se cancelaron, además de los apoyos económicos que les enviaba desde México. En estas condiciones, Kiyoko tuvo que hacerse cargo de la manutención de los hijos, afortunadamente poseía una casa que rentaba por lo que durante la guerra pudo sobrevivir a pesar de que cada año las carencias de todo tipo empezaron a ser más severas para toda la población.

Al acercarse las fuerzas militares aliadas al archipiélago japonés, los mandos militares empezaron a preparar a toda la población ante la inminencia de la invasión norteamericana. Fernando y sus amigos del barrio se dirigían a la escuela en pequeños batallones de cinco dirigidos por un sargento.

En el mes de abril de 1945, las autoridades decidieron que los alumnos de primaria de tercero a sexto grado deberían de salir fuera de las ciudades debido al peligro que representaban los bombardeos a los centros urbanos. Fernando y sus compañeros se mudaron permanentemente a Tsuta, un poblado agrícola con arrozales y arroyos de agua cristalina situado a 20 kilómetros de Hiroshima. En ese lugar, en un templo budista quedó instalada la escuela. Las carencias eran enormes y las raciones de alimentos en esos meses eran cada vez más escasas; la mayoría de los niños asistían a la escuela sin zapatos o con huaraches de paja de arroz.

El 6 de agosto de 1945, día en que fue lanzada la primera bomba atómica, Fernando se encontraba formado con sus compañeros en la ceremonia con la que de costumbre se iniciaban las clases con un breve discurso de los maestros y el obligado saludo al emperador. Cuando aún no había terminado la ceremonia, la bomba atómica estalló a las 8 horas de la mañana con 15 minutos. Fernando no escuchó un ruido especial, sólo sintió una luz tan intensa como si fueran miles de rayos a la vez que lo cegó por un momento; luego a lo lejos vio una enorme columna de humo y posteriormente sintió la onda explosiva. Afortunadamente, el poblado de Tsuta se encontraba rodeado por colinas por lo que los alumnos no distinguieron en ese momento la magnitud del desastre y la destrucción; aunque la onda explosiva alcanzó a destrozar los vidrios del templo.

Fue hasta la tarde de ese día que empezaron a llegar las primeras noticias con pobladores que llegaban quemados al poblado e informaban del gran desastre sin saber en ese entonces que se trataba de un arma atómica que seguiría a lo largo de muchos años trayendo más muerte.

En la escuela se decidió que los alumnos debían de permanecer en la misma, por lo que Fernando no pudo enterarse hasta semanas después que su familia se encontraba bien. Su madre le envió una carta donde le escribió que ella y la pequeña Concepción se encontraban en una junta de vecinos al momento de la explosión, mientras que Clara, quien se encontraba trabajando en una fábrica junto con sus compañeros de la escuela secundaria, había salido ilesa aunque fue testigo de los miles de muertos y de destrucción de la ciudad. Clara y los demás alumnos se refugiaron posteriormente en un bosque cercano ante el temor de que ocurriera otra explosión, por lo que llegó hasta el siguiente día a su casa que, si bien no se derrumbó o quemó, había sido dañada severamente al quedar ladeada. Durante algunos días, la familia Hiramuro y la abuela de Fernando, tuvieron que dormir en un sembradío cercano a la casa ante el temor de que se pudiera caer.

El día 15 de agosto al medio día, los alumnos en el templo fueron reunidos para escuchar por la radio un importante mensaje del emperador. En el discurso, Hirohito anunció la rendición de Japón; sin embargo, el lenguaje que usó era un tanto confuso para los alumnos e incluso muchos de los adultos no entendieron claramente su significado. Fue hasta el día siguiente que las propias autoridades explicaron en la escuela que Japón se había rendido. La decepción fue enorme para los estudiantes que estaban confiados, como toda la población, que Japón ganaría la guerra.

En los primeros días de septiembre, ante el fin de la guerra, la escuela de Fernando se trasladaría nuevamente a sus instalaciones en Hiroshima. Fue hasta ese entonces que Fernando se dio cuenta de la destrucción en que había quedado la ciudad. La estación del tren se encontraba sin techo y gran parte estaba carbonizada, además como era un día lluvioso y no había luz eléctrica, la oscuridad cubría toda la ciudad.

Al siguiente día de su arribo a Hiroshima, las clases se reanudaron en su antiguo plantel, aunque a lo largo de esa semana los alumnos y maestros se dedicaron a limpiar y reparar los daños que la bomba le había causado. Los alumnos encontraron pedazos de madera y vidrio por todos lados, las ventanas y puertas requirieron ser reparadas, y como no había vidrio para cubrir las ventanas rotas, los estudiantes tuvieron que soportar el viento helado que ya se empezaba a sentir y que penetraba por todos los salones. Las clases sólo se reanudaron por las mañanas por lo que Fernando tuvo tiempo para reparar su propio hogar que se encontraba lleno de goteras; además los aplanados de las paredes que estaban hechos de una mezcla de tierra se habían caído por lo que fue necesario fijarlos nuevamente soportados en una malla de bambú. Con la ayuda de los vecinos y de varios gatos hidráulicos, la casa se logró enderezar.

Los años siguientes fueron para la familia Hiramuro tan o aún más difíciles de los que se vivieron durante la guerra misma. La falta de alimento se agudizó y el dinero que la madre de Fernando recibía por la renta de una casa que tenía en el centro de la ciudad se acabó debido a que se había quemado.

Kiyoko trajo consigo de México una máquina de coser marca Singer con la que comenzó a coser y hacer reparaciones de ropa que la mayoría de la población necesitaba ante la imposibilidad de comprar una nueva. La señora Hiramuro reparó cientos de sacos y abrigos de lana usando el lado interior de los mismos que no se encontraba tan desgastado. Cuando no se tenía dinero para pagar esas reparaciones, la gente aceptaba trueques de productos y mercancías; Kiyoko recibía cajetillas de cigarro que cambiaba por vegetales frescos y arroz que campesinos vendían a las afueras de la ciudad. La hambruna fue tan aguda y peligrosa que las propias autoridades de ocupación solicitaron la ayuda de millones de toneladas de alimentos que se repartieron a la población para evitar una enorme revuelta.

En el año de 1946 la familia Hiramuro recibió dos grandes alegrías. Una carta de Guadalajara de Toraichi llegó finalmente ante la apertura de comunicaciones, en la misma les avisaba que se autorizaba la ayuda en especie de alimentos y medicinas que eran tan necesarias para su supervivencia y que los emigrantes de América empezaron a enviar masivamente a sus familiares. Por otro lado, Fernando terminó sus estudios de primaria e ingresó a la escuela secundaria, suceso que causó una enorme satisfacción a toda la familia.

Foto del grupo de los alumnos graduados en el año de 1946. Aún se perciben los daños al edificio. (Fernando se encuentra en la tercera fila de arriba hacia abajo, es el cuarto niño de izquierda a derecha)  

En ese año, igualmente se empezaron a realizar las solicitudes para que pudieran regresar los miles de emigrantes que, como los hijos de la familia Hiramuro, habían nacido y tenían la ciudadanía de algún país americano. Estas peticiones se hicieron realidad finalmente en el año de 1950.

El regreso no fue sencillo pues las autoridades norteamericanas eran las únicas encargadas de autorizar la salida de cualquier ciudadano. La embajada de Suecia que representaba los intereses de México en Japón fue la que extendió los pasaportes para que pudieran retornar.

Toraichi se encargó de comprar los boletos del barco que los transportarían a San Francisco, California donde los estaba esperando. Posteriormente el viaje lo realizó toda la familia cómodamente en tren hasta Guadalajara, en los vagones de primera clase al que Toraichi tenía acceso como trabajador de la Southern Pacific.

Pasaporte de Fernando Hiramuro expedido por la Embajada de Suecia en Tokio.

La reinserción de la familia no fue sencilla a pasar de la gran alegría y alivio que representó el retorno a México. Los Hiramuro habían estado separados durante más de 10 años y los niños olvidaron hablar el idioma español.

Además lo estudios de Fernando no pudieron ser reconocidos por lo que sólo le fue permitido ingresar al sexto año de primaria. El deseo de Fernando era seguir estudiando a pesar de esas dificultades, por lo que de manera decidida repitió sus estudios de secundaria y logró terminar exitosamente la preparatoria. Al terminarla, ingresó a la Universidad de Guadalajara donde estudió medicina y posteriormente se especializó en la ortopedia. Recibió como médico ortopedista los más altos reconocimientos y fue maestro durante más de 50 años de muchas generaciones de médicos que egresaron de esa Universidad.

Se casó con Margarita Shoji, mexicana de nacimiento de padres japoneses. Fernando murió en el año de 2014, su hermana Clara en 1957. Concepción sigue viviendo en Guadalajara. 

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© 2016 Sergio Hernández Galindo

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Acerca del Autor

Sergio Hernández Galindo es egresado de El Colegio de Méxicodonde se especializó en estudios japoneses. Ha publicado numerosos artículos y libros sobre la emigración japonesa  a México como a Latinoamérica.

Su más reciente libro Los que vinieron de Nagano. Una migración japonesa a México (2015) aborda las historias de los emigrantes provenientes de esa Prefectura antes y después de la guerra. En su reconocido libro La guerra contra los japoneses en México. Kiso Tsuru y Masao Imuro, migrantes vigilados explicó las consecuencias que el enfrentamiento entre Estados Unidos y Japón acarreó para la comunidad japonesa décadas antes del ataque a Pearl Harbor en 1941.

Ha impartido cursos y conferencias sobre este tema en Universidades de Italia, Chile, Perú y Argentina así como en Japón donde fue parte del grupo de especialistas extranjeros en la Prefectura de Kanagawa y fue becario de Fundación Japón, adscrito a la Universidad Nacional de Yokohama. Actualmentees profesor-investigador de la Dirección de Estudios Históricos del  Instituto Nacional de Antropología e Historia de México.

Última actualización en abril de 2016

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