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Cristalizando sueños: Testimonio de Chieko Kamisato, antigua residente de Crystal City

Chieko Kamisato es nisei peruano-estadounidense. Reside en Los Ángeles (Foto: ©APJ/José Vidal)

Chieko Kamisato es una nisei peruano-estadounidense que vivió en el campo de concentración Crystal City en Estados Unidos entre 1944 y 1946. Hace poco fue de visita al Perú, para reencontrarse con algunos amigos y también con el pasado. Sus recuerdos reflejan una vida llena de dificultades y de superación, que merecen ser compartidos.

La historia comienza con su padre Junken. En 1915 llegó al Perú, proveniente de Okinawa. Allí ya lo esperaban sus dos hermanos mayores, con quienes trabajó en diferentes oficios. Siete años después, trae a su esposa Kami, la madre de Chieko.

Junken y sus hermanos recorrían las calles vendiendo emoliente en una carretilla. Pasó el tiempo y dejaron de ser ambulantes. Abrieron una licorería y luego una pastelería en la Av. Arica en Breña.

Sobre esa época, Chieko recuerda poco. Apenas recuerda el barrio y la escuela japonesa Lima Nikko, donde estudió hasta 2.° grado.“Yo era muy chica”, afirma. Hasta ahora sus recuerdos son difusos. Pero se vuelven más claros cuando recuerda la época del saqueo, las deportaciones y Crystal City.

En mayo de 1940 ocurrió un saqueo que afectó a muchos japoneses de Lima y Callao.“Recuerdo bien el saqueo”, cuenta Chieko. “Nosotros tuvimos suerte, porque teníamos la panadería. Detrás de la panadería, estaba la trastienda. Cuando ellos (los saqueadores) entraron a la casa, nosotros subimos al techo y ahí nos escondimos, mientras ellos seguían saqueando el primer piso. Por eso, no nos afectó mucho (ya que no nos hicieron daño). Se llevaron todo”.

La calma llegó después de un par de días. Recibieron la ayuda de los empleados de la pastelería, quienes les facilitaron comida, ropa y todo lo que pudieran necesitar. Pero era una calma aparente.
 

LA DEPORTACIÓN

Un par de años después, su padre tuvo que esconderse en una chacra durante un tiempo, para evitar ser detenido. Se enteró de que figuraba en una de las famosas “listas negras” (de japoneses para ser deportados). Pasó un tiempo y regresó a casa, cuando aún el peligro no había pasado. En diciembre de 1943, dos detectives llegaron a la casa y se lo llevaron.   

“Estuvo detenido en una cárcel. Creo que era en Alfonso Ugarte. Lo visitábamos todos los días, llevándole ropa y también comida, porque la comida era pésima”, recuerda Chieko. Un día, ya no lo encontraron en la cárcel. Lo habían deportado.

Ser japonés, tener éxito en los negocios y participar activamente en la colonia japonesa, fueron motivos suficientes para detenerlo y deportarlo hacia Estados Unidos.

Durante 3 meses, la familia de Chieko estuvo separada. Chieko recuerda que si no fuera por la ayuda de una vecina inglesa que actuó como intermediaria ante el consulado estadounidense, el reencuentro hubiera tomado más tiempo.   

En marzo de 1944, Kami y sus tres hijos salen del Callao, junto con otras familias de deportados, rumbo a Estados Unidos. Querían reencontrarse con Junken. Hicieron una parada en Panamá para recoger a otros prisioneros de guerra. Grande fue la sorpresa al encontrarlo como prisionero de guerra en Panamá. Junken abordó el barco y se reencontró con su familia.

En Panamá, el padre de Chieko pasaba los días haciendo trabajos pesados y cavando hoyos en la tierra. Hasta llegó a pensar que esos hoyos eran su propia tumba.  

Chieko recuerda que ese día hubo como una docena de barcos de guerra y torpedos escoltándolos. Después de 21 días, llegaron a Nueva Orleans, Estados Unidos. Les quitaron los documentos, las joyas y el dinero. En un cuarto, tuvieron que desnudarse y bañarse. Primero entraron las mujeres y los niños, luego los hombres.

Antes de entregarles la ropa, los rociaron con DDT (insecticida). Les devolvieron el dinero y las joyas, pero no los documentos. Ya listos, abordaron el tren que los llevaría a Crystal City.

LA VIDA EN EL CAMPO

“Crystal City era muy bueno”, comenta Chieko. “No faltaba nada”,recalca. Había barracas con 4 divisiones y en cada una de ellas vivía una familia. Cada división tenía camas, kerosene, una cocina, cajas de hielo, mesas, sillas, sábanas, etc. “Hasta nos daban fichas con los que podíamos comprar comida, ropa, medicinas o lo que hiciera falta dentro de Crystal City”,recuerda.

Solo el área de lavandería y los baños eran comunitarios. Tuvieron que aprender a convivir con un calor insoportable en verano y el agua fría en invierno. Todo el lugar estaba cercado con alambres de púas y resguardado por guardias armados. Nadie podía salir.

Chieko recuerda que la escuela japonesa del campo de concentración era “una de las mejores, incluso mejor que las escuela japonesas de Lima”, porque había profesores especializados y personajes influyentes de la comunidad –como sacerdotes– que no solo eran del Perú, sino que venían de otros países como Estados Unidos y Japón. Todos eran deportados como ellos.

En la escuela japonesa les enseñaban el japonés, porque las autoridades creyeron conveniente que aprendieran el idioma cuando acabara la guerra y fueran deportados a Japón. Los niños y jóvenes podían practicar béisbol, judo o tenis, mientras que los adultos podían trabajar en el hospital o realizar tareas de carpintería, huerto o jardinería. Era como una pequeña ciudad, en donde el trato era “bueno, educado y organizado”, según cuenta.

EMPEZANDO DESDE CERO

En 1945 terminó la guerra. Muchas familias de Crystal City regresaron a Japón. Pero 365 familias peruanas de ascendencia japonesa, entre ellas la de Chieko, decidieron quedarse en Crystal City. No querían ser deportados a Japón y el Perú no los aceptaba de regreso. Además, sin documentos, eran ilegales dentro de Estados Unidos. No tenían a dónde ir.

La familia de Chieko Kamisato fue una de las 365 familias peruanas de ascendencia japonesa que se quedaron en EE. UU. tras el fin de la guerra. (Foto: ©APJ/José Vidal)  

Al año siguiente, Wayne Collins, abogado de San Francisco y miembro de la Unión Americana para las Libertades Civiles (ACLU, por sus siglas en inglés) escuchó la historia de estas 365 familias y quiso ayudarlas. Les encontró un trabajo en Seabrook Farm en Nueva Jersey. Con este trabajo, consiguieron el permiso que les permitiría abandonar Crystal City para siempre. Era agosto de 1946.

En Seabrook Farm, los padres de Chieko enlataban vegetales y congelaban los alimentos, al igual que los otros japoneses. Había mucho trabajo. Ellos trabajaban en turnos diferentes para no dejar solos a los hijos. Mientras Kami trabajaba en el día, Junken lo hacía en la noche. Cada turno duraba 12 horas y era rotativo cada 2 semanas.   

El comienzo era difícil para todos. Cuando salieron de Crystal City, tenían poco dinero. Tenían que trabajar mucho. “Vivíamos en una barraca donde apenas había agua potable y una estufa de carbón. Así que había que comenzar (otra vez) desde cero”. En Seabrook también había tiendas y una escuela donde Chieko estudió. Esa fue su primera experiencia en una escuela estadounidense.

Aun así, faltaba dinero en casa, porque el trabajo era estacional. Después de dos años en Seabrook Farm, los Kamisato se mudan a Los Ángeles, donde tenían unos amigos.

Chieko recuerda los inicios de su nueva vida en Los Ángeles, que es donde actualmente reside:“El lugar donde vivíamos no era muy bueno, era como un barrio bajo. Mi padre trabajaba como lavador de platos o conserje y mi madre, como mucama, limpiando cuartos de hoteles”.Sin tener papeles y desconociendo el idioma, no podían encontrar otro trabajo.

Tiempo después, sus padres se independizaron y abrieron una casa de huéspedes para japoneses en 1951. Les ofrecían comida, alojamiento y ayuda. Cuando estaban desempleados, el padre de Chieko les conseguía trabajos esporádicos como jardineros en la zona. Esta casa de huéspedes estuvo funcionando durante 8 o 9 años.“Era un trabajo duro, pero mucho más fácil, ya que era dentro de la casa y no era trabajando afuera”, recuerda Chieko.

Poco tiempo después, en 1962, fallece el padre de Chieko. En 1978, fallece su madre. Tiempo después, Chieko recibe una indemnización y disculpas del gobierno estadounidense como antigua interna de Crystal City.

Chieko se graduó como diseñadora de modas en 1952 y luego de dos años, recibe la nacionalidad estadounidense. Trabajó en la industria de la moda en Los Ángeles, Nueva York y Kansas durante más de 10 años, antes de abrir su propio negocio de modas junto con su hermana. Estuvo trabajando durante 30 años.

En los últimos años, se ha dedicado a compartir su testimonio de vida en diferentes entrevistas. Su mensaje es claro: el pasado no le impidió cristalizar sus sueños.

Chieko conserva un cuadernillo con dibujos y frases de despedida que sus compañeros realizaron en 1945, antes de abandonar Crystal City. (Foto: ©APJ/José Vidal) 

 

* Este artículo se publica gracias al convenio entre la Asociación Peruano Japonesa (APJ) y el Proyecto Discover Nikkei. Artículo publicado originalmente en la revista Kaikan Nº 97, y adaptado para Discover Nikkei.

 

© 2015 Texto y fotos: Asociación Peruano Japonesa

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Acerca del Autor

Sansei, cuyos abuelos paternos y maternos vinieron del pueblo de Yonabaru, Okinawa. Actualmente se desempeña como traductora freelance (inglés/español) y blogger del blog Jiritsu, en donde comparte temas personales y de investigación sobre la inmigración japonesa al Perú y temas relacionados.

Última actualización en diciembre de 2017


La Asociación Peruano Japonesa (APJ) es una institución sin fines de lucro que congrega y representa a los ciudadanos japoneses residentes en el Perú y a sus descendientes, así como a sus instituciones.

Última actualización en mayo de 2009

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