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El gran arte de los pequeños árboles

Luis Takehara y su gran pasión por los bonsái.

“Un bonsái es una réplica artística de un árbol en miniatura”. La definición no está en un libro de jardinería o cultura japonesa, sino en la novela “Bonsái”, del escritor chileno Alejandro Zambra, una historia de amor y obsesión por la escritura, que fue también su primera incursión en la narrativa de este joven escritor.

La historia de amor por los bonsái de Luis Takehara empezó hace 18 años. Eran los años noventa y la economía del Perú no era de las mejores. El negocio pesquero de Luis atravesaba por dificultades (entre ellas, el fenómeno el Niño, que calienta las aguas del Océano Pacífico haciendo que los cardúmenes desaparezcan) por lo que decidió dedicarse con más ahínco a una afición cultivada en la infancia.

“Desde niño me gustaban los bonsái, mi papá los cultivaba así que decidí dedicarles más tiempo”, cuenta Luis, quien empezó con ficus y mirtos, en tiempos en que no había libros de dónde aprender la técnica correcta. “Es como un vicio”, dice ahora que está rodeado por algunos de sus bonsái más viejos, de más de 20 años, en el local de Plantique, una boutique especializada en jardinería y decoración con plantas.

En su casa de Cieneguilla, Luis y su esposa cuidan unas 20 mil plantas de más de 400 variedades que cultiva en el que se ha convertido en el negocio que lo llevó a pisar tierra y dejar a los peces tranquilos. Exposiciones, venta de bonsái y talleres son parte de la rutina que tiene este amante del gran arte de los pequeños árboles que ha atraído la atención de muchos en Perú. Ahora, escuchemos una clase del maestro.

Lección 1: Cualquier árbol puede ser un bonsái

Casuarina de 23 años cultivada por Luis Takehara,

Para más de uno esta es una sorpresa. No existen árboles enanos por naturaleza. No se les trae del lejano Japón, ni se trata de especies raras que son halladas por exploradores que las atesoran por su gran valor. Cualquier árbol, cualquiera, se puede convertir en un bonsái mediante una técnica que en Perú se enseña a grandes y chicos.

El Museo de Arte de Lima (MALI), por ejemplo, imparte un taller para chicos a partir de los 15 años, con el que se busca “desarrollar la creatividad para cultivar y conservar plantas”, además de impartir conocimiento sobre las técnicas para la creación de los bonsái. El por qué de su tamaño tiene una respuesta bastante sencilla: para que cumpla un fin ornamental.

“Se corta el 30% de la parte superior del árbol para evitar que siga creciendo”, dice Luis Takehara a los alumnos que toman notas y fotografías en Plantique, donde hay algunos de sus bonsái, desde los más jóvenes que compró en viveros y que usa para la demostración, hasta las casuarinas que han alcanzado la mayoría de edad y que pueden costar hasta tres mil dólares.

Lección 2: El bonsái viene de la China

Lo dice el maestro Takehara y quienes han estudiado la historia de esta técnica. De acuerdo con el Club Peruano del Bonsái, su origen se remonta a unos mil años y se relaciona al taoísmo. “Esta religión tenía la creencia de que el bonsái concentraba las fuerzas de la naturaleza debido a su pequeño tamaño”. El culto a la naturaleza ha sido, desde siempre, un estímulo sensorial y espiritual.

Se cree que los primeros bonsái aparecieron de forma natural. Eran “árboles empequeñecidos por las inclemencias del medio ambiente. Se encontraban en los escarpados de las montañas y eran muy difíciles de conseguir, sino imposibles de rescatarlos”. Pero desde su cultivo como arte han aparecido diversas formas para hacer que una planta común y corriente envejezca sin crecer.

“En China le ponían piedras como pesas y las sujetaban con tirantes y poleas”, nos cuenta Takehara. Ahora algunos usan hilos o alambres de aluminio. El maestro no recomienda los de cobre porque son difíciles de torcer, y lo que se busca es que este rodee al tronco y algunas ramas para darle curvas pronunciadas y distintas formas. “A los dos meses hay que quitar el alambre para evitar que se incruste en el tronco cuando crezca”, apunta. 

Lección 3: El bonsái es también la vasija

La traducción de bonsái suele entenderse como “plantado en una maceta” (‘bon’, bandeja o vasija, ‘sai’, árbol o planta). Todo bonsái, consta de dos partes: el árbol vivo y el recipiente que lo contiene. Es por eso que para este segundo elemento se dictan talleres, como el de porcelana fría que se dicta en la Asociación Peruano Japonesa, a fin de lograr una armonía estética y natural para la planta.

En Plantique, los bonsái de Luis Takehara llegaron acompañados de las creaciones en piedra de Claudio Balducci y de diversas vasijas o soportes (de madera, macetas de cerámica, bases de troncos cortados, pedestales, tiestos y otros) que hacen del bonsái un arte mayor. Su adecuada elección es importante por cuanto ayudará a controlar el crecimiento de la planta.

“El bonsái no necesita de mucha agua porque no queremos que siga creciendo. Se cambia la tierra cada año, no se abona”, explica el maestro Takehara. “Si la planta estuviera en un jardín, su crecimiento sería más rápido que en una maceta”, dice añadiendo que para los aficionados es ideal iniciarse con una planta joven de hoja pequeña (una casuarina, un ficus o un ciprés limón), de no más de dos años.  

Lección 4: El bonsái es paciencia

Ante un público joven y asombrado, Luis Takehara tuerce la planta con ayuda del alambre, poda muchas ramas y, en un momento que genera suspenso, rompe por accidente el tronco principal. “Si nos queda un cuarto del diámetro del tronco que no se ha roto no hay por qué asustarse, la planta va a sellar”. Constantemente, el maestro recibe a ex alumnos o clientes que llegan para contarle enfermedades u otros problemas de los bonsái.

El arte del bonsái, paso a paso, en un taller ofrecido en Plantique.

“Se necesita mucha paciencia”, dice Luis con la voz serena de quien se pasa los días entre plantas. “Cuando entrego un bonsái les digo que espero que me llamen y me visiten después de muchos años para contarme que el arbolito sigue vivo”. Una de las características más apreciadas de este arte es su longevidad, la cual se puede apreciar en el envejecimiento de la corteza que hace que parezca un árbol de tamaño natural.

En Washington, The National Bonsai & Penjing Museum tiene un bonsái de pino blanco de 390 años que sobrevivió a la bomba atómica que cayó el 6 de agosto de 1945 en Hiroshima. El bonsái también es historia porque en su silueta se refleja su propia vida, y porque cada planta trae recuerdos con su lenta maduración. 

Lección 5: El bonsái es un arte vivo

El bonsái es un arte vivo porque el árbol sigue creciendo y cambiando por la edad o según las estaciones y el clima (en primavera y verano crecen más rápido). Verlo florecer es un fenómeno de la naturaleza contra el que no pueden competir las plantas artificiales.

El bonsái es un arte vivo porque en Perú y otras partes del mundo la comunidad de quienes aman a estos pequeños árboles crece como ramas. Aquí, el Club Peruano del Bonsái importa semillas para tener bonsáis originarios de Japón, como el pino blanco japonés o el arce rojo, mientras que el maestro Takehara ha visitado Piura, Trujillo, Chiclayo y Arequipa ofreciendo talleres demostrativos.

El bonsái es un arte vivo e inacabable, porque cada árbol es irrepetible y porque las variedades son infinitas. Además, su cuidado nunca termina. Solo se necesita una semilla o un esqueje (trozo de una rama o tronco de un árbol) que en Lima cuesta apenas un dólar. El gran arte a bajo precio.

Bonsái de mora, de 22 años, trabajado con un estilo informal por Luis Takehara.

 

© 2015 Javier García Wong-Kit

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Acerca del Autor

Javier García Wong-Kit es periodista, docente y director de la revista Otros Tiempos. Es autor de Tentaciones narrativas (Redactum, 2014) y De mis cuarenta (ebook, 2021). Escribe para Kaikan, la revista de la Asociación Peruano Japonesa. 

Última actualización en abril de 2022

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