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https://www.discovernikkei.org/es/journal/2014/06/10/

Los inmigrantes japoneses: las huellas que han dejando en sus 100 años

Desde hace más de diez años a los becarios nikkei de América Latina que vienen a capacitarse o hacer un posgrado a través de la JICA-Agencia de Cooperación Internacional de Japón, les brindo una clase de historia de la inmigración japonesa como parte del curso orientativo inicial. Allí describo los 150 años de historia, las circunstancias históricas de las primeras corrientes, los logros y enseñanzas que han dejado, los sufrimientos y frustraciones que padecieron, los legados que han dejado a sus descendientes para que reflexionen sobre su propia historia familiar.

Con una valija emigraron al exterior (Foto Museo de la Inmigración de JICA, Yokohama)

Oficialmente, es en 1868, el primer grupo de colonos que sale de Japón hacia el Reino de Hawaii 1. Sus primeras experiencias estuvieron llenas de dificultades y las tareas agrícolas eran sumamente duras, pero el trabajo grupal y solidario que los caracteriza da sus frutos hasta que varios decenios después es visto por muchos nativos como una “amenaza” a sus industrias y al empleo local 2.

No hay que olvidar que MEIJI es una etapa de modernización muy brusca para la sociedad y el gobierno japonés y es un cambio total de las estructuras sociales feudales del Shogunato. Desde la Restauración (si bien es un cambio casi revolucionario, los japoneses mantienen muchas cosas y renuevan otras, por eso se denomina Restauración Meiji) los agricultores y comerciantes deben competir entre sí en una sociedad excedida de población con insuficientes industrias que puedan absorver esa mano de obra sobrante. Es por eso que el nuevo gobierno envía en su primer año de gestión a los primeros colonos a Hawaii y luego a la costa oeste de los Estados Unidos, Canadá, Perú y posteriormente al Brasil (1908).

La experiencia migratoria en Hawaii ha sido muy dura por las condiciones de trabajo, el clima y la alimentación, pero a finales del siglo XIX se habían asentado unos 27.000 japoneses con importantes logros en la agricultura y el comercio. Pero en 1898 cuando este Reino es anexado a los Estados Unidos de Norteamérica se limita el ingreso de nuevos colonos japoneses. Y en California, donde estaban los que habían reemigrado desde Hawaii y los llegados directamente de Japón, a principios del siglo XX sumaban 100.000 inmigrantes y en 1929 contaban con 140.000. Y antes de la IIº Guerra Mundial en Hawaii habían llegado a esa misma cantidad si se incluía a los nissei (segunda generación) por lo que casi la mitad de la población de las islas lo componían japoneses y sus descendientes. Habían establecido sus asociaciones, escuelas de idioma japonés, cooperativas agrícolas y pesqueras, entidades religiosas, etc, para mantener el idioma, las costumbres y sus tradiciones. Como ha sido en los demás destinos formaron sus círculos de ahorro para tener un sistema financiero propio para sus negocios y eventualidades. De esta manera, podían tenerlo casi todo a mano y esa actitud generó sentimientos de sospecha y envidia que posteriormente generarían los lamentables sucesos de segregación y confiscamiento durante la guerra donde unos 120.000 japoneses y algunos descendientes fueron recluídos en los llamados “campos de reubicación” ubicados en el desierto o areas montañosas. Perdieron sus bienes y los logros de varios decenios.

Japoneses y nikkei que han sido expulsados y ubicados en frente del Templo budista Nishihonganji (ex-edificio del Museo JANM-Japanese American National Museum) y que son llevados en autobús a los centros de reubicación. Foto cedida por Jack y Peggy IWATA, archivo del JANM (93.102.102).

En Sudamérica también los líderes de las comunidades japoneses fueron detenidos, investigados, puestos bajo observación, embargado sus bienes y reubicados y en el caso de Peru unos 1.700 fueron deportados a los centros de reclusión de los Estados Unidos.

Dentro de este contexto adverso, los nissei solicitan integrar las filas del Ejército americano. Desde luego, al comienzo le son denegados pero posteriormente son reclutados en la Unidad 100 y en el Batallón 442, quienes son destinados después de un intenso entrenamiento a las misiones más difíciles en el frente europeo contra los nazis. Logran demostrar su lealtad a los EE.UU con enormes bajas y medallas obtenidas (la tasa de muerte y heridos es una de las más altas pero en número de medallas no hay hasta ahora ninguna unidad que lo haya superado)3.

Y en frente del Pacífico varios miles de estos nikkei son enviados como intérpretes, traductores y espías para las tareas de inteligencia. Posteriormente, durante la ocupación aliada en Japón cumplen importantes misiones no solamente como traductores en el Juicio de Tokio sino como oficiales de enlace y coordinación en la administración del Gral. McArthur. Ha sido una etapa histórica muy dura donde tuvieron que demostrar su lealtad al Estado y a la sociedad norteamericana cuando sus padres “issei” estaban recluídos injustamente en los centros de reubicación. Seguramente no ha sido nada fácil afrontar esa dicotomía entre su responsabilidad y la injusticia y el xenofobismo de la sociedad local.

Después de la guerra el Presidente Truman en un discurso sobre los soldados nikkei dijo elogiando la abnegación y la actitud de combate: “Ustedes han luchado no solamente contra el enemigo sino también contra la discriminación y han triunfado en ambos”. Foto: Archivo de la Nación de los Estados Unidos (ARC#:199389)

Estas historias no son muy conocidas entre los becarios nikkei de Sudamérica e incluso aún hoy no son pocos los que creen que solo los que fueron al sur sufrieron penurias, cuando en realidad en cada latitud hay historias, experiencias y legados importantes con hechos que no dejan de sorprender.

Y en la posguerra, por las dificultades económicas y sociales que sufría el Japón, se promueve nuevamente la emigración al exterior, por lo que en los ’50 muchos buscaron sus horizontes en Bolivia, Paraguay, Argentina, Brasil, República Dominicana, etc. Y dentro de estos japoneses estaban los que había emigrado antes y durante la segunda guerra mundial a Manchuria (territorio anexado a Japón denominado Imperio de Manchukuo, ubicado al noreste de China, muy rica en recursos minerales y apta para el agro extensivo. Su superficie era más del doble de Japón, por lo que cientos de miles de japoneses se instalaron como colonos para desarrollar la región). Pero, cuando retornaron al Japón encontraron su país en cenizas y por ende decidieron emigrar a Sudamérica (la reconstrucción avanzaba lentamente pero no había suficiente trabajo como para absorver a los seis millones de retornados, entre militares y civiles, de los territorios ocupados en el Pacífico por Japón).

Se sabe que la gran mayoría de los inmigrantes japoneses se dedicaron al agro o a tareas duras en las minas y ferrocarriles, pero en realidad, según el país, la región y las circunstancias en que llegaron, no son pocos los que se reubicaron en las grandes ciudades para dedicarse al comercio familiar4. Tampoco hay que olvidar que no todos fueron en grupos organizados sino que en países como Chile, Uruguay, Colombia, Venezuela y otros, emigraron de manera particular y se dedicaron a lo que les era posible en ese momento. También no es que se quedaron en el país de destino inicial sino que reemigraron por ejemplo de Brasil al Paraguay y a la Argentina, del Perú a Bolivia y luego a la Argentina, de Colombia remontaron el Río Amazonas para llegar al Brasil o biceversa. Atravesaron montañas, ríos caudalosos y territorios vírgenes y selvas para buscar nuevos horizontes5. Hay crónicas y documentos que relatan estas travesías, algunas de ellas por cierto muy trágicas.

De cualquier manera, los japoneses se organizaron en sus asociaciones para ayudarse mutuamente y en dos o tres decenios, en la mayoria de los casos, lograron un lugar medianamente respetable en lo económico en cada sociedad. Desde luego, no estuvieron exentos de prejuicios y actos discriminatorios o de autoaislamiento para protegerse de la incomprensión, actitud que en ocasiones fueron vistos como una comunidad cerrada o poco integrada a la sociedad local.

Colonia Japonesa Yguazú, Paraguay. Silos de soja que luego son exportados.

Sin embargo, algunos periodistas y académicos japoneses suelen señalar que estos inmigrantes japoneses fueron enviados al exterior por política de Estado porque eran un estorbo. Ellos suelen usar la palabra “kimin” que significa “persona expulsada o forzada a irse y olvidada”6. Generalmente tienen un pensamiento progresista y antisistema o antigubernamental. Hacen hincapié en que esa “expulsión” fue para eliminar a los activistas de los grupos extremistas del agro y de la minería que criticaban fuertemente la política gubernamental de ese entonces.

Situación similar ha sido con los anarquistas de Europa que llegaron a los países de Sudamérica y muchos de estos por sus actividades de violencia fueron detenidos y deportados a sus respectivos países7.Sin embargo, dentro de los migrantes japoneses no hay evidencias de que hayan sido deportados por esas razones y aunque hubiese japoneses descontentos con el gobierno cuando estos llegaron a los países de destino no tuvieron ni tiempo ni margen para esas actividades. Todas sus energías debieron destinarlo para sobrevivir el día a día y solo con ese esfuerzo contínuo pudieron ganarse el respeto de los locales. Por eso, identificar o catalogar a estos migrantes como personas olvidadas es contradictorio. Que Japón haya promovido la emigración para aliviar la sobrecarga poblacional y que hubo desprolijidades es aceptable pero no se puede admitir que fue una expulsión forzada de manera compulsiva. La pobreza los ha forzado a emigrar pero tenían la opción de no emigrar.

Es cierto que en la preguerra el ingrediente “inmigrante” ha sido en parte utilizado para asegurar recursos o poblar territorios anexados de manera muy estratégica8, pero en la posguerra por los cambios en la política japonesa, los cambios generacionales de los mismos inmigrantes y su mayor integración en la sociedad, el significado que tienen las comunidades japonesas no es la misma que en los decenios iniciales del siglo XX. Desde hace varios decenios atrás los migrantes son un importante nexo con el Japón pero también un factor de comprensión e intercambio mutuo.

A pesar de aun en el Brasil o en los EE.UU son minorías (no llegan ni al 1% de la población total), las comunidades nikkei han dejado buenos ejemplos de honestidad y dedicación al trabajo, de abnegación y contribución que ha ido más allá de lo que algunas políticas de Estado e intereses más complejos esperaban. Desde luego, en el proceso de integración o a veces aislamiento, no se puede dejar de admitir que hayan habido tensiones con la sociedad local y también dentro de la misma colectividad por las actitudes de algunos dirigentes que se encerraron demasiado en una sola visión9. Pero, la gran mayoría de los migrantes japoneses brindaron sus esfuerzos para el bien de sus familias y de la sociedad local y sus conductas han sido digno de reconocimiento por muchos. Por eso, no es correcto decir que ellos han sido “personas olvidadas- kimin” como lo señalan algunos personajes con ideologías tergiversadas.

 En estos 150 años llegaron a las Américas decena de millones de migrantes, mucho de ellos escapándose de las guerras, persecuciones religiosas, decadencia económica, etc. y algunos hasta perdieron sus países de origen. En el caso del Japón, con todas sus dificultades, se mantiene como una nación y una civilización propia que posee una identidad que los distingue y para los japoneses del exterior es su patria donde están sus ancestros. En ese sentido se puede decir que son muy afortunados. Además, para los jóvenes nikkei de hoy, sean becarios, trabajadores o profesionales, es un país donde tienen la opción de aprender, capacitar o desarrollar sus potencialidades.

Han sido trabajos muy duros pero en estos 100 años han dejado muchos logros.

Referencias

1. El primer grupo de colonos estaba compuesto por 153 personas con un contrato de 3 años como trabajador agrícola, cuya paga era de 5 dólares mensual. Estos contratos jamás se cumplieron pero en 1885 se firmó un Convenio Migratorio que permitió la realización de 26 viajes llevando 27.000 japoneses a Hawaii. Algunos, luego reemigraron a la costa oeste de los EE.UU.

2. En la preguerra se destacaron en la pesca en Canadá, en agricultura y comercio en California, en diversos comercios en Lima, y en los últimos decenios está la agroindustria en las colonias del Paraguay y Bolivia. Se han asentado en un determinado territorio y se han dedicado de manera organizada a uno o varias actividades concentrando todos sus recursos. Esa concentración generó en más de una vez mucha envidia y hasta rencor en los pobladores locales, cuyo resentimiento se expresan en actitudes llena de prejuicios. Los japoneses no tenían mucho margen por lo que esa forma de vida y convivencia fue más una consecuencia de sus limitaciones y temores.

3. Se presentaron unos 30.000 nikkei y de esos unos 13.000 pelearon en el frente europeo en misiones de alto riesgo. La tasa de muertes y heridos es una de las más alta pero en medallas obtenidas no ha sido igualada por ninguna unidad militar hasta ahora.

4. A través de los Convenios Migratorios la gran mayoría fueron ubicados en tareas agrícolas, pero por las extremas condiciones de trabajo al poco tiempo muchos se trasladaron a las ciudades o alrededor de las principales urbes.

5. Se trasladaron a pié, en carros (a caballo) o en botes precarios. En esos tiempos los controles fronterizos no eran muy rígidos por lo que ir a otro país no era tampoco una cuestión difícil, aunque sí su travesía.

6. Es un artículo de Toake ENDO, “Los inmigrantes japoneses que fueron a Sudamérica son “olvidados”, Revista Chuo Koron, Mayo de 2008, pág. 242 a 252.

7. Aumentaron después de la revolución rusa y en países como la Argentina fortalecieron las leyes de mantenimiento del orden público y se estableció el servicio militar obligatorio para los hijos de migrantes con el fin de integrarlos y generar un sentimiento de unidad.

8. Los colonos que han ido a Manchuria, algunos han respondido a los planes del gobierno, pero es difícil pensar que los migrantes japoneses que han ido al Brasil y se dedicaron al cultivo del algodón y luego al pimiento y más tarde a la soja, hayan pensado de esa manera. No se puede negar que se sentían orgullosos en contribuir por su patria pero cuando logran mejoras en sus vidas y éxitos en sus actividades la gran mayoría brinda todo ese esfuerzo en bien de la sociedad local, razón por la cual sufren también los avatares de las crisis económicas. En el último decenio, desde varias colonias japonesas de Bolivia y Paraguay se están exportando soja, sésamo, etc, al Japón, pero esa cantidad, vista desde el Japón es ínfima y no gravita en el total de sus importaciones, aunque para las cooperativas agrarias nikkei sí sea importante. Además, hoy, las grandes empresas comerciales “shosha” japonesas están invirtiendo en cientos de miles de ha. en los cultivos de soja.

9. Es la lucha entre “ganadores-kachigumi” (los que no asumían la derrota) y “perdedores-makegumi” (los que asumían la derrota) donde no se puede negar la influencia de algunos nacionalistas extremos y activistas del ala más conservador de los militares japoneses. Hay diversas razones en este enfrentamiento pero es porque no llegó debidamente la noticia de la rendición de Japón y porque en su aislamiento esa noticia les generó una frustración que no supieron bien cómo canalizar. Es un hecho muy doloroso en la historia de los japoneses en Brasil.

© 2014 Alberto J. Matsumoto

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Sobre esta serie

El licenciado Alberto Matsumoto encara las distintas facetas del Nikkei en Japón. Desde la política migratoria sobre la inserción al mercado laboral del inmigrante hasta su inculturación a las costumbres y lenguaje japonés a través de la educación primaria y superior. Analiza la vivencia interna del Nikkei latino con su país de origen, su identidad y su convivencia cultural personal y social en un contexto cambiante de globalización.

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Acerca del Autor

Argentino, descendiente de segunda generación, radicado actualmente en Japón. Es licenciado en Relaciones Internacionales en la Universidad del Salvador, Buenos Aires. En 1990 obtiene la beca del Ministerio de Educación de Japón y realiza sus primeros estudios en la Universidad de Tsukuba. Luego, en 1997 obtiene la Maestría en Derecho Laboral y Económico en la Universidad Nacional de Yokohama. Director General de la Consultora Idea Network, especializada en traducciones jurídicas. Ha sido intérprete judicial en la Corte de Tokio y Yokohama por más de 20 años. Es profesor de Español en la Prefectural de Shizuoka y de Economia, Sociedad y Derecho de América Latina en la Facultad de Derecho de Dokkyo University. También imparte sobre Historia de la Inmigración Japonesa y Sistema Educativo de Japón, en la Kaigai Nikkeijin Kyokai para los becarios Nikkei de la JICA. Ha publicado varias obras como la Ley de Migraciones de Japón, Impuesto a la Renta , en castellano, y en japonés: Los 54 capítulos para conocer la Argentina (Akashi Shoten, 2005), Aprenda el español con solo escuchar el CD (Chukei Shuppan, 2007), etc. En 2017 obtuvo el Premio Gratitud a la Cooperación Internacional del Presidente de JICA -Agencia de Cooperación Internacional de Japón y en 2018 estuvo a cargo del análisis e informe del estudio de las comunidades nikkei de México, Cuba y Argentina, de la División América Latina de la Cancillería de Japón (Gaimusho). http://www.ideamatsu.com/

Última actualización abril de 2020

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