Descubra a los Nikkei

https://www.discovernikkei.org/es/journal/2011/9/20/4154/

Paseo de invierno

Perú Shizuoka Kenjinkai realizó su habitual paseo de invierno este año, 2011.  He asistido a varios en las décadas pasadas, también en verano y a las celebraciones típicas como los días de la Madre y Padre, año nuevo y alguna que otra juramentación.

Tengo 34, por herencia paterna soy parte de este Kenjinkai, por parte materna lo sería de Fukuoka aunque siempre he visto participación de toda la familia en el primero (lo que me parece “normal”), tal como era antes, en la época de los abuelos, donde lo paterno primaba debido a aquellas ideologías antiguas donde lo masculino era importante y la mujer era un ser relegado a la voluntad paterna y paternalista de la familia (y así era como se transmitía a las generaciones jóvenes, incluso a través de las mujeres que se creyeron el cuento).

No está ni bien ni mal, es como fue, es como es, debemos aceptarlo así aunque a veces sea difícil debido a las ideas propias –aprendidas en algún lugar- y a las ideas de los demás –también aprendidas de alguien-.

Hace una década

Creía que esto era una pérdida de tiempo, lo de los paseos y reuniones, porque siempre se hacía –y se sigue haciendo- lo mismo.  El aburrimiento era notorio ya que, siendo más joven, esperaba hacer lo que “había que hacer” que era lo mismo de siempre; así, me apartaba, caminaba, comía, esperaba y esperaba… a que acabara el día para subir al bus, regresar a la casa, bañarme y terminar el día ordenando lo necesario para el día siguiente. Estos días siguen iguales porque los paseos son los de siempre, con las mismas caras –aunque más viejas- y hacia los mismos lugares recontra conocidos por haberlos visto muchas veces.

Hubo una época en que dejé de ir ya que nada aportaban a mis días; ni siquiera un día de sol o un alejamiento del ajetreo y contaminación de la ciudad era un motivo para asistir (porque tenía mucho que hacer con los estudios, con otras actividades, con otras ideas en la cabeza).

Hoy

Entiendo que estos paseos son una reafirmación del origen del Kenjinkai por tanto, estos paseos y celebraciones son emocionales más que comunitarios –sin dejar de serlo, claro- ya que se realizan para honrar la memoria de los viejos que ya no están y que fueron fundadores de estas instituciones.

Prefiero verlo desde este punto ya que no encuentro razón válida para que siga siendo como viene siendo de hace 3 o más décadas.   Podría criticar la inercia de hacer las cosas porque sí, por costumbre pero, habiéndolo hecho y no obteniendo resultados, preferí –después de entender- no hacerlo así (hay muchas otras formas de re-crear lo actualmente trillado y aburrido) porque una cosa negativa no se puede destruir ya que la destrucción también es negativa, es decir, la atención debe ponerse por el lado positivo.

Se me ocurre, entonces, que el kimochi es lo que mueve a estas reuniones y hace que todos nos veamos las caras nuevamente, aunque sea una vez al año (porque a veces, algunos ni saludan cuando se cruzan conmigo en el Centro Cultural, generalmente “tías viejas”… o, simplemente, tías de cariño, si se quiere ablandar la percepción... refiero a aquellas tías que dicen “hacer lo correcto” pero que sólo hacen lo común para alejar la desaprobación ajena).

Estos paseos sirven para soltar –dejar ir- la soberbia de algunos y hacen que saluden y sonrían a todos porque sienten una “afinidad” heredada de nuestra ascendencia.

Aún así, no dejo de creer que es necesaria una renovación para la perpetuación de la institución aunque también creo que dicha perpetuación no es imperante sino en la creencia de algunos… es una discusión existencial que involucra a 3 generaciones (quizá a 4 si los niños de hoy se aburren yendo a estos paseos).

Caras nuevas

Durante varios años he visto a nuevos asociados o simpatizantes que, sin conocerlos, vuelvo a verlos en otras reuniones.  A algunos de ellos los he dejado de ver –por haber ido poco y porque aquellos dejaron de ir-.

Es indudable que muchas reuniones son protocolares y por ello aburridas, muchos van por compromiso, por obligación, para que los vean y los aprueben (necesidad subyacente pero arraigada) o porque quieren encontrarse con caras distintas y pasar un buen rato cambiando de ambiente, chismeando y riéndose de lo que los demás cuentan y burlándose de los conocidos de siempre por la confianza que se tiene… tal vez esta confianza es algo que buscan algunos para sentirse distendidos y diferenciar una actividad, aunque sea un día al año, de su trajín diario donde la presión y la competencia imperan.

Razones hay tantas como participantes, para asistir a estas reuniones similares por décadas, mas no dejo de pensar en que la renovación es necesaria.

Cambio

Lo planteé hace 10 o más años para obtener un Kenjinkai con presencia en medios digitales, participación juvenil e interconexión habitual a través de internet mas los que toman las decisiones hoy, no realizan ni están interesados en este tipo de actividades que califican como “de la modernidad” (la modernidad es un concepto que se vive desde el inicio del siglo pasado y que fue planteado con la Revolución Industrial y el descubrimiento de todas las (malas) bondades del petróleo).

Si este concepto –modernidad- sigue revoloteando en nuestra mente colectiva y se sigue utilizando como una “visión de futuro”, es decir, tomamos algo del pasado para definir nuestro comportamiento futuro, quiere decir que no vivimos nuestro presente, aquí y ahora, que no sabemos disfrutar de nuestras vidas porque estamos estancados en ideas pasadas y preocupados por un futuro que aún no ha llegado (la preocupación es una actitud que consume muchísima energía vital y viene, en segundo puesto, después del odio).

Si esta es la mentalidad de la humanidad actual, no cabe duda que se siga haciendo lo mismo en los paseos institucionales… pero no está ni bien ni mal, es lo que se quiere hacer y está en cada uno lograr entendimiento y, luego, disfrutar de estos días en común que, aunque sean similares por décadas, pueden ser disfrutados si uno deja de definirse por lo externo, es decir, por lo que se hace y los demás hacen sino, por lo que se disfruta cada momento de esos días y sin juzgarlos sino viviéndolos y compartiendo.

Por ello, mi señora y yo ayudamos con la típica rifa (iba a ser un juego más largo y notoriamente aburrido: bingo, pero no fue así… menos mal); vendimos los tickets, repartimos los premios (todo premiado), risas y bromas entre mesas, más risas y se acabó el día con la foto que se envió a los diarios Nikkei, aquella donde es difícil distinguir a alguien porque hay demasiadas personas en un solo cuadro…

Así, cambié mi percepción sobre todo lo que uno hace en la vida, sobre lo que hacía con mi vida y empiezo a disfrutar de estas reuniones –no todas- que aportan un cambio de ambiente, nuevas caras y una que otra comida distinta.

Estoy en pleno proceso de cambio tal que pueda disfrutar de cualquier actividad, sobre todo de las típicas llamadas “tradicionales” porque se hacen por costumbre (típico, tradicional y costumbre redundan mucho en la mente de la colectividad).

Cuando llegue a disfrutar de todas ellas y no me sienta aburrido y con sueño (como viejito en plena digestión) podré decir(me) que mi estado espiritual está en un nivel que pueda considerar “desarrollado” ya que seré capaz de compartir todo sin obligaciones, sin “deberes” ni haré las cosas “porque se tienen que hacer”, “porque así es” y tampoco creeré en que “lo correcto es lo correcto” porque hoy sé que “lo correcto” es lo normal, y esto es lo común en la sociedad occidental.

© 2011 Victor Nishio Yasuoka

Sobre esta serie

Victor Nishio Yasuoka experimenta con la vivencia Nikkei en Perú. Se pregunta: ¿Qué es ser Nikkei? Para imaginar un futuro colectivo local y global. También, analiza el racismo histórico y contemporáneo, incluso explaya las consecuencias del denominativo “chino” y sus razones profundas. Finalmente, aporta un panorama personal de las Bellas Artes y el apoyo cultural dado a los artistas de la colectividad desde su mirada profesional.

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Acerca del Autor

Victor Nishio Yasuoka es de la 3ra. generación descendiente de japoneses inmigrantes al Perú. A mitad de la primaria, se mudó con toda su familia a Panamá, donde terminó el colegio y retornó después de casi 10 años, cuando el país estaba completamente cambiado. Empezó a estudiar arquitectura en una universidad nacional, pero descubrió que su mayor inquietud se encontraba en la comunicación. Hoy, viviendo en Lima, Victor es publicista, artista visual y columnista.

Para ver sus trabajos visite su nuevo sitio web www.victor.pe, donde encontrará toda su producción artística, gráfica y escrita.

Última actualización en agosto de 2009

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