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https://www.discovernikkei.org/es/journal/2011/10/24/4194/

Yoshio Onuki, un peruano con honores: Arqueólogo japonés lleva 51 años trabajando en el Perú

Yoshio Onuki tenía apenas 23 años cuando llegó por primera vez al Perú en 1960, formando parte de un equipo encabezado por el antropólogo japonés Seiichi Izumi para realizar excavaciones en Kotosh, complejo arquitectónico que se erigió en Huánuco (sierra central del Perú)

Kotosh, 1963. El tercero desde la izquierda es Yoshio Onuki. También aparecen los antropólogos japoneses Seiichi Izumi (primero desde la izquierda) y Kazuo Terada (tercero desde la derecha). (Foto: © Archivo de Yoshio Onuki)

Desde entonces visita el Perú con regularidad. En 1988 comenzó a trabajar en el centro ceremonial de Kuntur Wasi, Cajamarca (sierra norte). En 2010 fue distinguido como Doctor Honoris Causa por la Universidad Mayor de San Marcos. Este año (2011) presentó en el Congreso de la República un libro cuya autoría comparte con el antropólogo japonés Kinya Inokuchi: Gemelos Prístinos. El Tesoro del Templo de Kuntur Wasi.

2011. En el Congreso de la República, durante la presentación del libro "Gemelos prístinos. El tesoro del templo de Kuntur Wasi," editado por el Fondo Editorial del Congreso y la empresa minera Yanacocha. (Foto: © Congreso de la República)

Para el arqueólogo Luis Guillermo Lumbreras, que conoce a Onuki desde que ambos eran entusiastas jóvenes que se iniciaban en el trabajo de campo en el Perú, su colega japonés es un cajamarquino más.

Onuki sonríe ante lo dicho por su viejo amigo. El Perú es como su segunda patria. “La gente me trata como cajamarquino, pero antes pensaba que era medio huanuqueño (risas). También me identificaba (con Huánuco), pero después más tiempo he pasado en Cajamarca”, manifiesta.

El investigador japonés ya tiene más de medio siglo regresando al Perú. Exactamente 51 años marcados por tres hitos: Kotosh, Kuntur Wasi y el centro arqueológico Huacaloma (Cajamarca).

“EL PERÚ ERA BASTANTE RICO”

Yoshio Onuki. Arqueólogo japonés lleva 51 años trabajando en el Perú.

Onuki, profesor emérito de la Universidad de Tokio, no es solo un estudioso de la historia del Perú antiguo, sino un testigo de primera mano de su historia contemporánea. Ha visto de todo en nuestro país.

Sin embargo, no puede desligar los cambios que se han producido en el Perú de aquellos por los que ha atravesado su país. 

“En 1960 mi impresión era: Perú es un país bastante rico, bastante desarrollado”, afirma.

En esos tiempos, él, perteneciente a una familia de clase media, sentía que los estándares de vida eran superiores en el Perú.

“Mi padre era profesor de una escuela pública, no ganaba mucho. Vivíamos en una casa bien chiquitita, dos cuartos no más. Luego cambiamos (a una casa) un poco más grande, con jardín, teníamos un perro, pero no teníamos carro. En aquella época muy pocos tenían carro en Japón. En el Perú mucha gente tenía carro. Sacar brevete (en Japón) era una gran cosa”, recuerda.

La diferencia en ese entonces se notaba sobre todo en el bolsillo.

“El Perú me parecía muy rico, tanta comida y variedad, y carne. La vida era cara para nosotros. Un profesor de la Universidad de Tokio ganaba 150 dólares, no llegaba a 200. Vinimos acá y no podíamos comer en un buen restaurante, comíamos en restaurantes baratos”, narra.

Kuntur Wasi, Cajamarca 1997. Retirando una de las placas de oro que servían como ornamento para las orejas, y que fueron encontradas en la tumba excavada en el sitio arqueológico de Kuntur Wasi. (Foto: © Archivo de Yoshio Onuki)

Onuki evoca el antiguo esplendor del centro de Lima: las fachosas tiendas del Jirón de La Unión, cines como Metro, que eran visitados por gente de San Isidro o Miraflores. “Todo estaba en el centro”, dice.

Sin embargo, también subraya la profunda diferencia que había entre ricos y pobres, que en su país era mucho menos ostensible. “Los campesinos (en el Perú) eran bastante pobres. Los campesinos en Japón vivían con más riqueza, buena casa, buen vestido”, manifiesta. “Había pobreza en Lima, pero no se notaba tanto. Las provincias eran pobres”, añade.

El arqueólogo japonés también fue testigo del fenómeno migratorio que poco a poco comenzó a mutar el rostro de Lima, y aún recuerda cómo, por ejemplo, el mesocrático distrito de San Borja era una chacra y la congestionada avenida Javier Prado casi territorio virgen. “Casi no corrían carros, tranquilo. Nosotros nomás, ¡pum!, podíamos correr cien kilómetros por hora”, relata entre risas.

Cuando Onuki pisó por primera vez el Perú, su presidente era Manuel Prado. Luego llegó a Palacio de Gobierno Fernando Belaunde, a quien conoció cuando éste visitó Kotosh.

El golpe de Estado perpetrado por Juan Velasco en 1968 lo sorprendió. “¿Un gobierno militar? ¿Qué cosa es esto? En Japón no hubo un cambio tan radical. El mismo partido gobernante”.

En 1960 los hogares de clase media japoneses no tenían lavadora y la refrigeradora era casi un lujo. El automóvil propio era un sueño. 10 años después, la situación en Japón había mejorado, mientras el Perú se empobrecía. Cayó la producción agrícola y el país tenía que importar productos alimenticios en los que antes era pródigo.

Huánuco Pampa, 1966. Seiichi Izumi con su equipo de colaboradores, entre ellos Yoshio Onki, segundo desde la derecha. (Foto: © Archivo de Yoshio Onuki)

Si durante su primera visita al Perú Onuki sintió que el dinero se le escurría como arena entre los dedos, a fines de la década de 1970 la situación se había invertido.

Antaño sus colegas japoneses y él no podían tomar taxis y tenían que viajar en camiones y alojarse en hoteles baratos. Eso había quedado atrás. Ya no necesitaban preocuparse más por el dinero.

Museo de Sitio de Kuntur Wasi. Construido con lo recaudado durante una gira por varias ciudades japonesas de los resultados de las excavaciones. (Foto: © Archivo de Yoshio Onuki)

“Pasado un mes, todavía nos queda bastante plata. Recalculamos. ‘Oye, caramba, somos muy ricos’. Empleábamos taxi, a cualquier parte. ‘¿Un día cuánto cuesta?’. ‘Tanto’. ‘Ya, desde mañana hasta la tarde me vas a llevar a donde quiera y me esperas’. Llegando a Arequipa, Cusco, en la plaza de Armas preguntaba ‘¿cuál es el mejor hotel?’. ‘Ya, vamos’. Ocupábamos (el hotel) sin preguntar precio. No hay problema (ríe). ‘Qué cosa, cómo ha cambiado, el Perú es bien barato’”, rememora.

El Perú se empobreció aún más en la década de 1980, atacado por la hiperinflación y el terrorismo, recuerda Onuki. En esos tiempos, viajar a Huánuco –a provincias en general– era peligrosísimo. Ahora el flagelo es la delincuencia común; él no se moviliza de noche por temor a los asaltos en carreteras.

2011. Frente a la entrada del Museo de Kuntur Wasi, con miembros de la Asociación Cultural Kuntur Wasi, que se encargan de administrar el museo, proteger las ruinas y proveer a la sociedad local de información sobre la zona y su patrimonio. (Foto: © Archivo de Yoshio Onuki)

CHUPE, ADOBO, CUY, CHICHARRÓN…

No importa cuántos años transcurran, quién sea presidente o cómo marche la economía, hay algo que jamás cambia en el Perú: acá se come rico. El arqueólogo japonés no ha podido resistirse al hechizo de la comida peruana.

“Cebiche, pero sobre todo sopa, chupe, todas esas cosas me gustan. También adobo, osobuco, cabrito al horno bien cocinado. También me gusta picante de cuy. O cuy frito. Ah, chicharrón también, buen chicharrón sí”, revela.

No solo el Perú ha dado varios volteretazos en el último medio siglo. “Japón también ha cambiado bastante en estos cincuenta años. A veces no puedo sentir que soy japonés (ríe). ¿Qué cosa será la nueva cara de Japón? No entiendo a veces las costumbres, la manera de hablar de la gente joven sobre todo. A veces no sé si compartimos la misma historia o la misma cultura (risas)”, admite.

Si Yoshio Onuki no logra encontrarse plenamente a gusto en su país, quizá sí pueda conseguirlo en el Perú, donde la Universidad de San Marcos le otorgó el Doctor Honoris Causa. “El honor más grande de mi vida”, asegura. Honor el nuestro, doctor.

2010. Yoshio Onuki recibió el título Doctor Honoris Causa otorgado por la Universidad Nacional Mayor de San Marcos.

* Este artículo se publica gracias al convenio entre la Asociación Peruano Japonesa (APJ) y el Proyecto Discover Nikkei. Artículo publicado originalmente en la revista Kaikan Nº 57, junio 2011 y adaptado para Discover Nikkei.

© 2011 Asociación Peruano Japonesa; © 2011 Foto Yoshio Onuki: Asociación Peruano Japonesa / Álvaro Uematsu

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Acerca del Autor

Enrique Higa es peruano sansei (tercera generación o nieto de japoneses), periodista y corresponsal en Lima de International Press, semanario que se publica en Japón en idioma español.

Última actualización en agosto de 2009


La Asociación Peruano Japonesa (APJ) es una institución sin fines de lucro que congrega y representa a los ciudadanos japoneses residentes en el Perú y a sus descendientes, así como a sus instituciones.

Última actualización en mayo de 2009

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