Mis dos maestros, mentores diría yo, Bernard Leach y Hamada Shoji, que fundaron un movimiento en los años 40 me parece, 50 probablemente, los 40, el Mingei, que es un movimiento filosófico que respeta la vida del artesano, el arte popular como sustento de la búsqueda estética de estos artistas importantes, que venían de la escuela, de la academia de arte ¿no? Ellos se basan en la simplicidad de los objetos de uso y los objetos tradicionales para poder elaborar el discurso estético personal. Yo diría que sí es importante en un oficio como la cerámica no sólo moldear y esculpir si quisiéramos esculturas, pero también tener esa posibilidad del desarrollo del objeto artesanal, de uso, de función, porque de esa manera se pueden comprender, no sólo la técnica, sino lo que está más allá de la técnica ¿no? A veces por querer hacer un tótem o la gran escultura de cerámica, no se va a poder lograr, porque no están las manos que requiere el oficio y la repetición y las pruebas en un horno, y tantas cosas que tiene la cerámica que son importantes ¿no?, para poder lograr un producto. La función también es estética. Estoy pensando en la Ceremonia del Té, esos tazones maravillosos, son tazones de arroz que vienen de la apreciación de estos maestros Zen que ven a los artesanos coreanos comer de estos tazones y deciden que ése va a ser el utensilio en donde van a servir el té ritual. Impresionante. El tazón es como un cáliz, en realidad es el cáliz. Es la ceremonia que tenemos digamos, la ceremonia católica diría yo, con el cáliz, la consagración, yo creo que hay un paralelo con el ritual de la Ceremonia del Té muy fuerte, y es ahí donde la función adquiere connotaciones estéticas importantísimas, donde el objeto es un objeto no sólo un objeto de función sino también de apreciación estética, de acción estética.