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La obaachan que cruzó el infinito mar: Hirono Fukazawa repasa su extensa vida en el Perú

Hirono Fukazawa resta mentalmente. 2011 menos 1934. 77 años en el Perú. Vino solo por diez, pero la guerra trastocó su vida. Sin embargo, no se arrepiente en absoluto. “Fue una buena decisión quedarse”, asegura. Está agradecida con el país. “El Perú recibió muy bien a los japoneses porque son responsables, serios y trabajadores”, enfatiza.

Hirono Fukazawa

No lo dice para congraciarse con nadie, sino porque lo siente. Los niños y los ancianos pueden ser abiertamente francos, sin temor a la sanción social. En ellos no hay doblez. Lo que sale por la boca, nace en el corazón.

1934 fue un año de vertiginosos cambios para Hirono Fukuzawa. Conoció al joven Katsuro (oriundo de Yamanashi como ella), se casó con él y viajaron al Perú (su cónyuge por segunda vez). Tenía 19 años.

La despedida fue emotiva. En un libro publicado en el 2005 en conmemoración por el centenario de la inmigración de los issei de Yamanashi al Perú, Fukazawa san rememora:

“Mi esposo estaba conmovido y se despedía de la gente que nos hacía adiós desde tierra. Había cintas de papel que tomábamos por un extremo los pasajeros del barco y por el otro las personas en tierra, y mientras el barco se adentraba en el mar las cintas se iban desenrollando y estirando hasta que se rompían. Cuando Japón se convirtió en un punto casi indistinguible, Katsuro y yo empezamos a llorar. En ese momento mi esposo me dio fuerzas susurrándome al oído: ‘Vamos a esforzarnos’”.

Durante el viaje, ella aprendió un poco de español.

Katsuro y Hirono se instalaron en el Callao. En una chacra colindante con el cementerio Baquíjano y Carrillo se dedicaron a sembrar plátanos. La vida era ardua, pero les sobraban juventud y sueños para gambatear.

EL ESPOSO VALIENTE

Hirono Fukazawa y su esposo Katsuro el día de su matrimonio. (Foto: archivo personal de la familia Fukazawa)

Un día que la obaachan Fukazawa jamás podrá olvidar es el lunes 13 de mayo de 1940, cuando miles de negocios japoneses fueron víctimas de un pillaje masivo. Un día antes había acudido al colegio Lima Nikko para asistir a una ceremonia por el Día de la Madre. “Estaba contenta”, recuerda. No tenía cómo presagiar la pesadilla del lunes.

Aún retumban en su cabeza los gritos de los vándalos: “¡Maten a los japoneses! ¡Quemen a los japoneses!”. Afortunadamente, su esposo estaba preparado. A lo largo del día, mientras distribuía plátanos en su vehículo, había sido testigo de los saqueos. Era consciente de que tarde o temprano llegarían. Previsor, tenía un arma de fuego para disuadir a los bárbaros.

Apoyado por un vecino peruano, Katsuro logró ahuyentarlos cuando pretendían violentar su casa. Tozudos, sus atacantes no se rindieron. Armados con hachas, la rodearon para intentar irrumpir por la parte trasera. Otra vez, a balazos, Katsuro los espantó, mientras Hirono protegía a sus hijos Augusto (4 años) y Berta (1).

La joven Hirono, recién egresada de la escuela secundaria. (Foto: archivo personal de la familia Fukazawa)

“Cuando escuché a mi esposo decir que todo había acabado, junté mis manos como si fuera a orar, me incliné levemente y le agradecí de corazón por su valentía”, evoca. “Qué valiente”, suspira, 71 años después.

A solo once días de los saqueos, hubo un terremoto en el país que alguna gente con remordimiento interpretó como un castigo divino por la agresión a los japoneses. La obaachan Fukazawa recuerda haber escuchado de labios de un peruano: “Hirohito ha mandado el terremoto”.

En 1945 acabó la guerra, pero también la aspiración de volver. Japón estaba devastado y con dos hijos pequeños no había futuro allá para los Fukazawa. Adaptados a las nuevas circunstancias, matricularon a su hijo mayor, Augusto, en un colegio norteamericano para que aprendiese inglés. Una nueva etapa de sus vidas se abría.

Los esposos Fukazawa volvieron a Japón en 1956. Pertenecieron a uno de los primeros grupos de issei en pisar nuevamente su país tras la guerra. Permanecieron tres meses en Japón que aprovecharon al máximo, recorriéndolo de una punta a otra, desde Hokkaido hasta Okinawa.

Hirono Fukazawa tiene cinco hijos (Augusto, Berta, Teresa, Mitsuko y Luis), diez nietos y un bisnieto. Su esposo Katsuro falleció en 1987.

Los recuerdos más nítidos de la obaachan Hirono coinciden con hitos en la historia de la colectividad nikkei. En mayo de 1967 se inauguró el Centro Cultural Peruano Japonés, en una ceremonia en la que participaron los entonces príncipes herederos Akihito y Michiko. Fukazawa san tuvo el privilegio de charlar con la hoy emperatriz y contarle que el CCPJ había nacido del esfuerzo de los japoneses y sus descendientes en el Perú.

32 años después, en 1999, fue protagonista de otro acto trascendental para los nikkei peruanos: la celebración del centenario de la inmigración japonesa al Perú. Durante la ceremonia central, a la que asistió la hija del emperador Akihito, la princesa Sayako, pronunció un discurso en representación de las issei.

EL PAÍS DEL FUTURO

Quizá el secreto para disfrutar de una vida larga y saludable sea la sencillez. Tomarse las cosas con naturalidad, sonreír, ser agradecido, contentarse con lo que se tiene en vez de amargarse por lo que no se tiene. Así ha llegado Hirono Fukazawa a los 96 años, memoriosa y vital.

Cuando abordó el Heiyo Maru hace casi ocho décadas, jamás imaginó que el Perú quedaría tan lejos. Pero hoy es su hogar y habla de él con entusiasmo juvenil. “El Perú tiene buen clima y buena comida. Es el país del futuro, tiene bastantes recursos naturales, minerales, pescado. Es un país muy rico”, manifiesta. Ni Gastón Acurio podría haberlo dicho mejor.

* * *

EL POEMA DEL CENTENARIO

A la obaachan Fukazawa le gusta escribir. En 1999 ganó un concurso que se convocó con motivo del centenario de la inmigración japonesa al Perú. Su poema está grabado en piedra en la entrada del Centro Cultural Peruano Japonés y expresa con apacible belleza el espíritu issei:

Finalmente llegué
cruzando el infinito mar
Mi incansable lampa
labró
esta querida tierra


* Este artículo se publica gracias al convenio entre la Asociación Peruano Japonesa (APJ) y el Proyecto Discover Nikkei. Artículo publicado originalmente en la revista Kaikan Nº 61, noviembre 2011 y adaptado para Discover Nikkei.

© 2011 Asociación Peruano Japonesa; © 2011 Fotos: Asociación Peruano Japonesa / Álvaro Uematsu

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About the Authors

Enrique Higa is a Peruvian Sansei (third generation, or grandchild of Japanese immigrants), journalist and Lima-based correspondent for the International Press, a Spanish-language weekly published in Japan.

Updated August 2009


The Japanese Peruvian Association (Asociación Peruano Japonesa, APJ) is a nonprofit organization that brings together and represents Japanese citizens who live in Peru and their descendants, as well as their institutions.

Updated May 2009

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