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La imagen del Japón y el personaje nisei en la narrativa peruana contemporánea

En el presente comentario, sin agotar todas las fuentes de estudio, abordaremos la temática japonesa en la narrativa peruana contemporánea.  ¿Qué cuentos y novelas tantean este problema? ¿Cómo se configura la imagen del Japón y el personaje nisei en el Perú?

Si mis pesquisas no andan descaminadas, en la narrativa peruana contemporánea, el primero en rozar el tema es Julio Ramón Ribeyro, en su cuento “Junta de acreedores” publicado en su libro Los gallinazos sin pluma, de 1955.  La anécdota es más o menos la siguiente: un pequeño bodeguero de Surco, don Roberto Delmar, está a punto de naufragar en los negocios.  Es un hombre insolvente y cinco representantes de diversas compañías, los acreedores, se reúnen en su encomendería para declarar la quiebra.  Entre los acreedores figura un representante japonés llamado Ajito.  Es el último en llegar.  Ante la tardanza, suscita los siguientes comentarios: "El tal japonés por el nombre, parece más peruano que...el ají", "el que falta es Ajito. ¡A-j-i-t-o, así como suena! Es un japonés del Callao", "No se puede hablar de cortesía oriental".  Por su aspecto físico, Ajito es presentado como delgado, bajito, con un sombrero hasta las sienes, se desliza callado, permanece pasivo en la discusión, no grita, no opina, solamente asiente, y es el más condescendiente con don Roberto Delmar.  Por ello, los otros representantes se quejan: "¡Diríase que no les importa el dinero!” - farfullaban.  “Claro es un asunto de poca monta para ellos.  Ellos forman un clan, tienen redes de chinganas por toda la capital, cuentan con ayuda de su gobierno”. El cuento termina con el desastre y la humillación de don Roberto Delmar.  Ahora bien, por el perfil encarnado en Ajito - téngase en cuenta que es la década del cincuenta - Ribeyro utiliza los estereotipos de época: el japonés o nisei es siempre pequeño, delgado, cortés, callado, trabajador, diligente, los hombres se llaman José, las mujeres María; los japoneses forman redes comerciales en Lima, se ayudan entre ellos, es una colonia, y son apoyados por su gobierno nipón.

En un segundo momento, en 1961, nuestro gran escritor José María Arguedas, publica su novela El sexto.  Recoge su experiencia carcelaria de ocho meses, producida entre 1937 y 1938, en que el autor fue confinado en los calabozos de El sexto de la Avenida Alfonso Ugarte, por participar en una manifestación antifascista.  El sexto es una novela con características testimoniales y a partir del recuerdo de Arguedas.  La voz del narrador se convierte en Gabriel, quien cuenta el sufrimiento y las degradaciones en una cárcel limeña.  Entre los personajes secundarios se encuentra un japonés totalmente alucinado, físicamente en la ruina, andrajoso, y vive entre los presos comunes del patio, al parecer confinado por vagabundo.  Su caso es extremo, puesto que bordea la locura, la total asfixia, la corrupción física y moral, tal como se padece en una cárcel.  Revisemos algunas citas: "El japonés corrió hacia uno de los huecos, se bajó el trapo que le servía de pantalón y, sin atreverse a quedar en cuclillas, agachado a medias, se puso a defecar".  "El japonés se buscó los sobacos, hurgó con los dedos su cuerpo, y empezó, con su costumbre habitual, a echar piojos al suelo".  "¡Hiroito carajo, baila!, le gritaba el negro”.  En el caso de Arguedas, el japonés aparece como parte de los personajes sufrientes, sin ningún respaldo ante la explotación y la dominación de los presos capos.  Pero Arguedas tiene una mirada sensible y piadosa ante el dolor, aún con los personajes secundarios y sin nombre.  Podrá decir: “En el japonés y el Pianista había algo de la santidad del cielo y la madre tierra”,  “El rostro del japonés del Sexto, con su sonrisa impagable, trascendía una tristeza que parecía venir de los confines del mundo, cuando Puñalada, a puntapiés, no le permitía defecar.”

Un tercer encuentro con los personajes japoneses en el Perú, lo encontramos en la novela de Mario Vargas Llosa, La casa verde , publicada en 1966.  En esta compleja novela, pletórica de sucesos e historias inverosímiles, ambientada en la selva de Santa María de Nieva, Amazonas, como en la norteña Piura, nos encontramos con las insospechadas correrías de Fushía, el japonés que recorre enfermo el río Santiago con su amigo Aquilino, a quien le va contando su vida.  En el entramado de la novela, Fushía es un personaje importante.  Está basado en la leyenda de Tushía, un japonés capaz de sobreponerse a sí mismo y de construir un imperio personal, que existió entre los huambisas en los albores de la Segunda Guerra Mundial, según ha contado el propio Vargas Llosa. En La casa verde , de acuerdo con los datos aportados en los diálogos, Fushía es un nisei brasileño que aparece por primera vez en la cárcel de Campo Grande en Mato Grosso.  Traicionando y corrompiendo autoridades, Fushía se escapa de la cárcel y llega a Manaos.  Allí comete tropelías, la policía brasileña lo persigue y va a parar a Iquitos.  Con Lalita, su mujer, ante la desavenencia con sus socios, se interna en la selva y reaparece en el río Santiago con los huambisas.  Fushía en su increíble peripecia ha logrado forjar un feudo en una isla de río Santiago, y con los huambisas asalta las poblaciones indígenas, llevándose el caucho, pieles, y alimentos.  Pues bien, desde nuestro punto de vista, el japonés Fushía o Tushía, que presenta Vargas Llosa, es la encarnación de la aventura, el riesgo, el peligro.  Es el hombre que se construye a sí mismo y lucha en medio de la selva contra todas las adversidades.  No tiene ninguno de los estereotipos que se le achacan a los japoneses en el Perú, más bien es una abstracción de la aventura humana, posiblemente inspirado en el Kurtz de la novela de Joseph Conrad  El corazón de las tinieblasSon seres duros, amorales, en medio del horror, como ocurre con Fushía, que logran forjar su propio territorio y, al final de sus días, termina en el leprosorio de San Pablo en Iquitos, condenado a ser una ruina humana.

Por el año de 1973, apareció la novela corta Keiko San de Francisco Carrillo.  Fechada en Yokohama, son las notas del diario de una joven japonesa a su amante peruano.  Keiko desnuda sus sentimientos, en un tono intimista desenreda la telaraña del amor. Un amor envilecido, convencional, doméstico, rutinario, en el que está atrapada con su esposo Soichi. Y un amor ilusorio, liberador, erótico, pero nunca consumado, que es el que siente por el amante peruano.  Keiko se debate entre estas dos fuerzas, sin optar por ninguna alternativa.  Por su expresión subjetiva no hay descripción del paisaje físico japonés, se mencionan algunos barrios de Tokio, como Shinjuku y Ginza, el teatro Kabuki, así como expresiones comparativas entre el desarrollo de Japón y el atraso subdesarrollado peruano.

Por otro lado, a manera de recuento bibliográfico, presentamos el trabajo Setogiwa, (Tiempos difíciles) de Carlos Alberto Irigoyen Fornio publicado en 1994.  Si bien Setogiwa aparece con el epígrafe de novela, en realidad tiene muy poco de ficción.  Está más cerca del recuento periodístico, el ensayo, el dato histórico, y la cronología erudita.  Abarca el Perú y Japón de los siglos XIX y XX.  Pretende ser una novela sobre la inmigración japonesa al Perú, según reza el prólogo, pero por su estilo farragoso y recargado, se convierte en un vertedero de datos históricos, intrigas palaciegas, relaciones exteriores, samurais, mitología japonesa, artes, literatura, arquitectura, sazonado con diversas anécdotas.

II.

Después de la década del 80, en la era de la post-modernidad y globalización, como ocurre en buena parte de las sociedades latinoamericanas, los escritores cambian sus estrategias narrativas y sus fuentes de inspiración.  Así ocurre con nuestro tema de los personajes japoneses en el Perú.  Veamos como se da.  Hacia el año 2001, el escritor peruano - mexicano Mario Bellatín publicó dos novelas ambientadas en Japón: El jardín de la señora Murakami y Shiki Nagaoka: una nariz de excepciónLejos del realismo de Ribeyro, Arguedas, o de Vargas Llosa, Mario Bellatín se inventa un Japón a su medida, en los linderos de la imaginación y, sobre la base de documentos, novelas e Internet,  siente predilección por el Japón moderno, los años de la post-guerra, la década de los años 60 ó 70, encapsulado en las polémicas de los artistas japoneses: tradicionalista o las nueva ideas, cosmopolitas, modernidad, cambio.  Bellatín se nutre de las lecturas de Tanizaki, Kawabata, Akutagawa y de las novelas ceremonialistas: kimonos, jardines japoneses, paseos, festividades locales, el juego del go, el budismo clásico, castas aristocráticas.  En su espléndida novela El jardín de la señora Murakami, como es característico en su narrativa descontextualizada, no precisa el lugar de los acontecimientos, vagamente se sabe que es un lugar central del Japón.  La joven señora Murakami, por disposiciones testamentarias de su esposo recientemente fallecido, observa su jardín que va ser destruido para dar paso a un parque.  A partir de allí, recuerda su pasado, sus años de estudiante en una facultad de artes, su relación con los profesores, y el preludio de su amistad con el señor Murakami.  Desde estos recuerdos entrelazados, como ocurre en las novelas de Bellatín, empieza a surgir un mundo sórdido.  La señora Murakami se ve obligada al matrimonio por chantajes de su esposo. Entre ceremonias, paseos campestres, kimonos de invierno, ve languidecer a su esposo que nunca duerme en casa pero que debe soportar.  En su corta trayectoria, el señor Murakami es elusivo, distante y frío y, cuando muere, por disposiciones testamentarias,  obliga a la pobreza a su esposa, sin ninguna herencia, no obstante el gran museo de arte antiguo que pasa a otras manos y el jardín y la casa que van a ser demolidos para construir un parque.

En el caso de Shiki Nagaoka: una nariz de excepción, basado en un cuento de Akutagawa, también nos encontramos con una historia marginal pero con un tono de humor y parodia.  Shiki Nagaoka pertenece a una familia aristocrática y tiene un grave pesar: su nariz descomunal de cuatro pulgadas.  Para comer necesita que su sirviente cargue la nariz puesto que sobrepasa el mentón.  Pero es un escritor para escritores, ya que ha escrito 800 monegatatautsis, y sin embargo jamás salió del radio de 15 kilómetros de su cantón.  Es repudiado por sus familiares y desheredado, y se retira al monasterio de Ike-no-wo donde pasó cerca de 13 años.  Cuando es expulsado del monasterio, se dedica pobremente a la fotografía en un kiosco para la venta y revelados de fotos.  En esta novela corta todo es excesivo, desde la nariz de Shiki Nagaoka, hasta las novelas que escribe por las noches y que lo hacen popular.  En tono de humorada, extravagancia y desenfado, construye un personaje desorbitado.  En Francia se instala una academia de nagaokistas que trata de desentrañar su obra, sobre todo una novela final con un ideograma intraducible, y que nadie conoce pero que suscita discusiones, y es tan poderosa su influencia que llega hasta Rulfo y Arguedas.  Shiki Nagaoka muere en 1970, asesinado por drogadictos que quisieron apoderarse de las ganancias del día de su kiosco de fotografía.

En el 2006, Mario Vargas Llosa vuelve a tomar el tema japonés en su novela Travesuras de la niña mala.  De acuerdo con la crítica, esta novela es una autobiografía espiritual del propio Vargas Llosa y de sus relaciones de amor-odio con el Perú, a través del símbolo de la niña mala.  Aparece en los primeros capítulos adoptando poses y dejo de chilenita, en la adolescencia miraflorina de Vargas Llosa.  Más tarde, emerge en París disfrazada de guerrillera en tránsito hacia Cuba.  Luego en el siguiente capítulo reaparece en el aristocrático barrio londinense de criadores de caballos Newmarket.  Son los años del 60 al 80 en Europa.  Como es sabido, Vargas Llosa y el Perú tuvieron una experiencia traumática con el gobierno de Alberto Fujimori y la dictadura de los años 90. En la novela   Travesuras de la niña mala, aquella década cruel se ve reflejada en el viscoso traslado de la niña mala a Tokio y su aparatosa relación con los yakuza, en especial el  impenetrable Fukuda.  A pesar que se mencionan los barrios de Shinjuku o Nishi-Azama, o la casa de citas Chateau Meguru, en realidad, la visión de Vargas Llosa esta concentrado en el siniestro yakuza Fukuda.  Es la reencarnación del mal, con sus modales fríos e impenetrables y su sentido absoluto de la posesión de bienes, mujeres y poder.  La niña mala, es decir, el Perú, permanece extasiada e hipnotizada por Fukuda, que es su vicio, su enfermedad.  El país, pues, se halla poseído por Fukuda - Fujimori, que puede violarla y maltratarla en la absoluta impunidad.  Esta es la imagen de Tokio en Vargas Llosa.

En el año 2008, el autor del presente, Augusto Higa Oshiro, publicó La iluminación de Katzuo Nakamatsu, con énfasis en el problema nisei.  Katzuo Nakamatsu, frente a los sakuras del parque de La Exposición   siente una pulsión de muerte.  La novela es el proceso de la crisis de Nakamatsu, una crisis personal que acarrea su deterioro físico y moral, y lo conduce a la locura, la paranoia, el desvío homosexual y el vagabundaje por la periferia de La Parada.  Finalmente, ante un muchacho de eterna belleza, en un mercadillo de El Agustino, Nakamatsu encuentra su iluminación y su manera de ser nisei en el Perú.

Por último, quiero referirme a la novela Flores para Alejandro del buen narrador Max Castillo, publicado en el 2009.  Es una novela corta, bastante fragmentada, con una miscelánea de personajes, y acontecimientos heroicos en las luchas de los señores feudales en el Japón del Siglo XVI.  La madeja de los acontecimientos es más o menos la siguiente.  El inmigrante japonés de Nagasaki, Shintaro Hiraoke llega al Callao en 1931 y se instala en el distrito de Magdalena, como jardinero en casa de la inglesa-peruana Maty Turner.  Años más tarde, Shintaro Hiraoke se va a encontrar con Alejandro Jesualdo, escritor de La Punta, de 59 años, admirador de la cultura japonesa y nieto de Maty Turner.  A partir de este encuentro, Alejandro Jesualdo va a contar la historia del inmigrante Shintaro Hiraoke.  Este último, desciende del samurai Toru Hiraoke, quien muere heroicamente en 1615, defendiendo la ciudad de Osaka y los fueros del clan de los Toyotomi, en lucha contra el Shogun Yoshitume y el clan Tokugawa.  Paralelamente a esta historia, Alejandro Jesualdo narra la historia de Utsukushisa Sanjuro, también un joven héroe muerto en la terrible batalla de Kawanajima en 1561.  Por otro lado, se cuenta pasajes de la vida del ronin escritor Kenji Fujiwara, cristiano converso de Nagasaki, quien participa en la rebelión de los cristianos del castillo de Hara en 1638, aplastado por las fuerzas de shogun Tokugawa.  Del mismo modo, se incluyen las historias de Ranmamaru Mori y el seppuku de Lady Yodo.  En suma, hay que recalcar que el Japón de Max Castillo es el del Siglo XVI, la lucha de los feudos y las aventuras de los indomables samurai, bellos y jóvenes, andróginos y homosexuales, que se inmolan en las batallas de las luchas intestinas.

A manera de precaria conclusión, sólo quiero remarcar que el personaje nisei o japonés, o la imagen del Japón, ha calado hondamente en la imaginación colectiva del Perú y en la de sus escritores.  Una muestra es la cantidad de novelas dedicadas a este tema aquí reseñadas, sin ser exhaustivos.

Nota de editora: en la posguerra en el Perú, sobre todo en la prensa escrita, empezó a utilizarse la palabra “Nisei” para referirse a los hijos de japoneses, generalmente para destacar sus logros en distintas disciplinas deportivas, artes plásticas y literatura. Desde la década de 1980, la propia comunidad de origen japonés – al igual que sus similares en el resto del continente americano – difunde el  término “Nikkei” (que involucra a los inmigrantes japoneses y a todos sus descendientes) para autodenominarse. La generación “nisei” (segunda o hijos de japoneses), además, era la más numerosa en los años de la posguerra. Desde la década de 1980, y de acuerdo al censo nikkei de 1989, la siguiente generación o “sansei” (tercera o nietos de japoneses) desplaza numéricamente a la “nisei”.

*Este artículo se publica bajo el Convenio Fundación San Marcos para el Desarrollo de la Ciencia y la Cultura de la Universidad Nacional Mayor de San Marcos - Japanese American National Museum, Proyecto Discover Nikkei, 2009- 2010.

© 2009 Augusto Higa Oshiro

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About the Author

Augusto Higa Oshiro nasceu em Lima em 1946. Estudou Literatura na Universidad Nacional Mayor de San Marcos. É autor de dois livros de contos, dois romances e um longo depoimento sobre o dekasegui: “Que te coma el tigre” (1978), “La casa de Albaceleste” (1987), “Final del Porvenir” (1992). ), “O Japão não dá duas chances” (1994) e “O Iluminismo de Katzuo Nakamatsu” (2008). Algumas das ideias aqui expressas foram desenvolvidas em seu último romance.

Última atualização em outubro de 2009

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