El 6 de marzo se confirmó el primer caso de coronavirus en el Perú. 9 días después, el gobierno nacional estableció una cuarentena total que, entre otras medidas, cerraba las fronteras del país e impedía salir de casa salvo para actividades esenciales como comprar alimentos.
La medida entró en vigor el 16 de marzo y, en principio, regiría durante dos semanas. Entonces se creyó que el país estaba atravesando por un breve periodo excepcional, una obligada pausa, tras la cual se restauraría la normalidad.
Sin embargo, poco después se hizo patente que la situación tenía para largo y que lo que parecía anormal —mantener una distancia mínima de un metro con el resto de la humanidad, el uso de mascarillas, recluirse en casa como si fuera un refugio antinuclear, etc.— probablemente se convertiría en la norma. Había que actuar en consonancia y la comunidad nikkei no tardó en movilizarse.
El relevo en el consejo directivo de la Asociación Peruano Japonesa (APJ) se produjo tres días antes de que el país entrara en confinamiento. Sus miembros ni siquiera pudieron reunirse de manera presencial debido a las fuertes restricciones implantadas.
Así las cosas, con el país instalado en la nueva normalidad. el presidente de la APJ, Norberto Hosaka, tomó la decisión de realizar acciones benéficas para atender a los sectores más vulnerables de la sociedad peruana.
En esa línea, la APJ organizó actividades como el reparto de agua en la localidad de Manchay y el abastecimiento de medicinas y artículos de aseo personal a hogares para ancianos.
Ante las carencias que crecían debido a la crisis sanitaria y económica, había que pasar de las acciones aisladas a una iniciativa orgánica, y fue así que nació la campaña Perú Ganbare.
Como la unión hace la fuerza, sobre todo en un grupo humano como el nikkei, de fuerte espíritu colectivo, la APJ convocó a otras instituciones para que se sumaran: la Asociación Estadio La Unión (AELU), la Asociación Femenina Peruano Japonesa y las Cooperativas de Ahorro y Crédito Ábaco, Aelucoop, Aopcoop y Pacífico. La respuesta unánime fue positiva.
El presidente de la APJ encomendó a Juan Carlos Nakasone la responsabilidad de liderar y coordinar las acciones de la campaña, al frente de un equipo de trabajo.
DE NIPPON 2011 A PERÚ 2020
En marzo de 2011, después de que un terremoto devastó a la región de Tohoku, en Japón, la APJ lanzó la campaña Nippon Ganbare en solidaridad con los damnificados por el desastre.
El nombre, entonces, estaba ahí. El espíritu, también. Había que retomarlos. El término “ganbare”, explica Juan Carlos Nakasone, “nos invita a aunar fuerzas para salir adelante”.
A partir de la experiencia de hace nueve años, la actual campaña se denominó Perú Ganbare “con la idea de que con el esfuerzo conjunto saldremos adelante de esta pandemia”.
La idea de sumar esfuerzos detrás de la iniciativa de la APJ cobra particular relevancia en esta coyuntura marcada por el coronavirus, pues nunca el bienestar personal ha estado tan ligado al bienestar colectivo como ahora: cuidándome cuido a los demás.
La campaña se ha traducido en beneficios concretos como el suministro de más de 160 m3 de agua a zonas de Lima como Manchay, Independencia, Villa María del Triunfo y Santa Rosa, así como de más de 18 toneladas de víveres.
La ayuda ha llegado a organizaciones que auxilian a ancianos, niños y pobres, entre otras personas en situación de vulnerabilidad: Monasterio Nazarenas Carmelitas Descalzas, Albergue del Adulto Mayor María Araoz, la Casa de Reposo Emmanuel (que alberga a miembros de la comunidad nikkei de la tercera edad), la Casa Magia, la Congregación Clarisas Franciscanas Misioneras del Santísimo Sacramento, etc.
La provisión de equipos de protección médica (mascarillas KN95) ha beneficiado a instituciones médicas como los hospitales Dos de Mayo, del Niño, María Auxiliadora y Loayza.
Por su parte, el Cuerpo General de Bomberos Voluntarios ha recibido medicamentos para tratar a sus miembros infectados por el virus en la ciudad selvática de Iquitos.
La campaña ha conseguido avanzar lidiando con las dificultades que suponen las restricciones de movimientos impuestas por la cuarentena y el riesgo para la salud que representa la interacción con otras personas. Las redes sociales, los medios de comunicación e instituciones como la Municipalidad de Lima y las congregaciones religiosas han sido importantes aliados.
En líneas generales, la campaña ha tenido dos grandes grupos de beneficiarios: los sectores socioeconómicos más golpeados por la pandemia y los trabajadores de primera línea (como el personal de salud) en el combate a la enfermedad.
SOLIDARIDAD NIKKEI
Perú Ganbare no solo es posible gracias a las instituciones nikkei, sino también a los miembros de la comunidad, individuos y familias que han aportado a la campaña con donaciones.
“El espíritu colaborativo de la comunidad nikkei siempre está presente y este es un valor que debemos preservar. En ese sentido, a pesar de que todos estamos inmersos en esta delicada situación, la colaboración siempre se ha hecho presente y en esta oportunidad no ha sido ajena”, explica Juan Carlos Nakasone.
Los integrantes de la comunidad nikkei han respondido a los llamados de las instituciones para aportar. “Ayúdanos a ayudar’ es la frase que apelamos para esta convocatoria.A pesar de la dificil situación económica por la que todos atravesamos, hay actos de desprendimiento y de compartir que se aprecian en esta campaña”, añade.
La vocación de ayuda manifestada hoy ha marcado la historia de la inmigración japonesa al Perú desde sus inicios, hace 121 años. Gracias a los tanomoshi muchos inmigrantes japoneses lograron sacar adelante sus negocios, y la cooperación hizo posible la creación de la Asociación Estadio La Unión o el diario Perú Shimpo, por mencionar solo tres casos que ejemplifican un espíritu que en estos tiempos tan duros resulta imprescindible, pues a esta pandemia nadie la vence solo.
De la historia se pueden extraer lecciones y sus ecos aún resuenan. El confinamiento le recuerda a Juan Carlos Nakasone los tiempos de la guerra, en particular los saqueos de comercios japoneses en 1940, cuando “nuestros ojiichan estuvieron, por efecto de la persecucion y el saqueo, también confinados en sus domicilios, protegidos por amistades o familias peruanas que les dieron cobijo y alimentación para sobrellevar las penurias de la guerra”.
“Para nosotros es una experiencia que nunca pensamos vivir y es aquí donde el apoyo mutuo sale a relucir y la importancia de ser parte de una comunidad que aún se mantiene unida”, agrega.
Lo que hoy vivimos también será historia y de ella deberemos rescatar enseñanzas. Para el coordinador de la campaña Perú Ganbare, tenemos ante nosotros “una nueva oportunidad de vivir e interrelacionarnos, de valorar nuestras relaciones al margen de la vorágine económica”.
“La solidaridad es un valor preciado (hoy por ti, mañana por mí) que no debemos soslayar.Con el esfuerzo mutuo se hacen grandes obras”, dice.
La idea es que la campaña no sea coyuntural y persista. ¿Cómo? Apoyando a comedores u ollas populares, que ofrecen alimentación a personas necesitadas, con el apoyo de reconocidas instituciones como Cáritas del Perú.
A título personal, Juan Carlos Nakasone agradece la oportunidad de encabezar Perú Ganbare y al equipo que lo acompaña, y da las gracias por “mantenernos en salud y por ayudarnos a seguir ayudando”.
Por más grande que intente ser una campaña, es imposible ayudar a todos. El coordinador de la iniciativa nikkei lamenta no poder llegar a más gente. “Es un granito de arena en un mar de penurias y dificultades”, dice en referencia a la ayuda. Un granito de arena que, sin embargo, para una persona que tiene poco o nada puede ser una salvación.
© 2020 Enrique Higa