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Japón a la distancia: fenómeno dekasegi, 30 años después

Michael Kanashiro estuvo en Japón entre 1992 y 1998. En esta foto recuerda su estancia en ese país. (Foto @APJ / Ricardo Espinoza)  

Hoy, términos como “crisis”, “terrorismo” o “inflación” parecen vocablos extranjeros que se refieren a una realidad que no tiene nada que ver con la del Perú. Hace 30 años, sin embargo, esas tres palabras definían el país que éramos.

De ese país, a fines de la década de 1980, comenzaron a salir miles de nikkei con destino a Japón con la idea de trabajar unos años, ahorrar la máxima cantidad de dinero posible y retornar al Perú para abrir un negocio, estudiar o comprarse una casa.

Muchos se fueron sin imaginar que en Japón se establecerían definitivamente. Otros, con el objetivo cumplido, retornaron y se reinsertaron en el Perú.

Cuando el llamado fenómeno dekasegi (expresión para referirse a las personas que dejan su tierra natal con el fin de trabajar temporalmente en otra parte) se intensificó en la década de 1990, la comunidad nikkei peruana sintió la ausencia de sus sansei y nisei, gente joven y de mediana edad. Las actividades que congregaban a una gran cantidad de nikkei, como los undokai, los echaban en falta.

Hubo quienes, incluso, creían que el fenómeno dekasegi era un retroceso porque se “perdía” a una generación de jóvenes que consumían sus mejores años en las fábricas japonesas, desaprovechando su potencial.

Japón, sin embargo, ofreció una salida a quienes no encontraban en el Perú caminos para salir adelante, una luz al final de un túnel oscuro. Y muchos lo aprovecharon, ahorrando lo suficiente para financiar sus estudios superiores o comprarse casas.

Para ellos, la experiencia no solo fue positiva en términos económicos. A quienes se fueron muy jóvenes —en algunos casos poco después de salir del colegio—, Japón les enseñó a ser independientes, incorporar hábitos de una sociedad desarrollada y abrir la mente, como ocurrió con los tres sansei que entrevistamos para la ocasión.

NO SOLO LO ECONÓMICO

Michael Kanashiro: “Japón cambió mucho la visión que tenía de mí mismo y del entorno”. (Foto @APJ / Ricardo Espinoza)

Michael Kanashiro estuvo entre 1992 y 1998 en Japón. A su retorno, estudió psicología. Así recuerda su etapa dekasegi

“Inicialmente tenía planeado ir por solo un año, como para probar. Sin embargo, me quedé seis. Y eso porque a medida que transcurría el año me di cuenta de que podía lograr algunas cosas que en el Perú de ese tiempo no podía (hablo del tema económico). Definitivamente, también fue importante para aprender a ser independiente, vivir solo, buscar trabajo, hacer mis documentos por mi cuenta, etc. También fue un cambio de perspectiva: mientras en Perú uno pensaba en cómo sobrevivir mes a mes, estando allá, te das cuenta de que puedes pensar más allá, además de aprender sobre una cultura que si bien en un principio la sentía como propia, en realidad no era así. Había muchas costumbres que desconocía y empecé a apreciar, tales como el orden, el respeto por el otro y la confianza en los demás. En el balance, efectivamente, no solo resultó bueno por lo económico, sino también cambió mucho la visión que tenía de mí mismo y del entorno”.

Jorge Yara: “La experiencia en Japón me enseñó a valerme por mí mismo”. (Foto @APJ / José Vidal)

Jorge Yara trabajó en Japón entre 1990 y 1995. Volvió al Perú y estudió ingeniería. Como en el caso anterior, las lecciones trascendieron el plano material:

“El balance fue positivo, creo que me pasaron más cosas buenas que malas. Si bien el tema económico es importante, lo que más puedo rescatar de mi experiencia en Japón es el darme cuenta de que la sociedad o el país pueden funcionar si se hacen las cosas bien y pensando no solamente en el fin propio, sino también en el fin común. La experiencia como dekasegi me enseñó a valerme por mí mismo, adquirir orden, disciplina y confianza en mis habilidades. Además, me permitió conocer otras personas, formar nuevas amistades y me dio la oportunidad de conocer otras realidades a nivel social”.

El periodista Rubén Kanagusuku estuvo durante tres periodos en Japón, entre 1998 y 2009. También aprendió mucho:

“Mi etapa en Japón fue necesaria en el aspecto económico. Me permitió poder ayudar a mi madre en tiempo de crisis económica en el Perú, además de poder ahorrar para comprarme el departamento en el cual vivo hasta hoy. En otro aspecto, me permitió apreciar en vivo por qué Japón es un país desarrollado y el alto costo que los japoneses pagan para hacer de su país lo que es hoy en día. En su conjunto, las enseñanzas que deja Japón son innumerables, desde la puntualidad y un alto grado de conciencia social hasta redescubrirse uno mismo inmerso en una sociedad así”.

El periodista Rubén Kanagusuku se sintió más latino en Japón. (Foto @APJ / Ricardo Espinoza)

IRSE LEJOS PARA REDESCUBRIRSE

Más allá de la posibilidad de estudiar o adquirir una vivienda, o de interiorizar valores como la puntualidad, el orden o la disciplina, hubo un cambio, menos perceptible, que se produjo en muchos nikkei con respecto a su identidad. 

“Me parece que (Japón) reforzó mi identidad de peruano, pero creo que mucho influenciado desde el hecho de que extrañas cosas. Lo que sí me parece es que comencé a entender el porqué de algunas costumbres que como descendientes de japoneses nos inculcaron”, dice Jorge Yara.

Para Rubén Kanagusuku el cambio fue mayor:

“Antes de viajar a Japón, pensaba que era japonés. Una vez que transcurrió cierto tiempo en Japón me di con la sorpresa de que los japoneses rara vez aceptaban a los gaijin (extranjeros). En ese contexto pensaba como latino, tratando de adaptarme a las costumbres japonesas. Más cercano a Japón me sentí cuando visité Okinawa en el 2002. Era distinto. Me sentí más aceptado por tener familiares y amigos tanto peruanos como okinawenses. Hubo más afinidad con esa región de Japón”.

Una analogía popularizada por un artista visual le cae perfecto: “En planos generales se me viene a la mente la definición de Eduardo Tokeshi: los nikkei peruanos somos como una botella de sake llena de Inca Kola. La experiencia en Japón me sirvió para redescubrir mi peruanidad”. 

 

* Este artículo se publica gracias al convenio entre la Asociación Peruano Japonesa (APJ) y el Proyecto Discover Nikkei. Artículo publicado originalmente en la revista Kaikan Nº 118, y adaptado para Discover Nikkei.

 

© 2019 Texto y fotos: Asociación Peruano Japonesa

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Acerca del Autor

Enrique Higa es peruano sansei (tercera generación o nieto de japoneses), periodista y corresponsal en Lima de International Press, semanario que se publica en Japón en idioma español.

Última actualización en agosto de 2009


La Asociación Peruano Japonesa (APJ) es una institución sin fines de lucro que congrega y representa a los ciudadanos japoneses residentes en el Perú y a sus descendientes, así como a sus instituciones.

Última actualización en mayo de 2009

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