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Dahil Melgar: “La tercera generación va a lograr una inserción más exitosa”. Antropóloga mexicana analiza a la comunidad peruana en Japón

Al principio eran dekasegi, gente que migra para trabajar y ahorrar con el propósito de retornar a su tierra. 25 años después, los peruanos que comenzaron a migrar a Japón cuando la hiperinflación y el terrorismo destrozaban el país ya no son trabajadores temporales, sino inmigrantes.

La antropóloga mexicana Dahil Melgar presentó en Lima su libro sobre los peruanos en Japón. (Foto: APJ / Jorge Fernández).  

¿Qué balance cabe hacer de un cuarto de siglo de historia? Diversos libros y estudios se han publicado sobre los inmigrantes peruanos en Japón. El más reciente es la obra Entre el centro y los márgenes del Sol Naciente. Los peruanos en Japón, escrito por Dahil Melgar, una antropóloga mexicana de padres peruanos.

Como parte de su trabajo de investigación, Dahil estuvo dos meses y medio en Japón, donde entrevistó a inmigrantes peruanos. Por sus estudios en México, ella estaba familiarizada con la realidad de los nikkei en su país, pero en el caso de los peruanos descubrió una variopinta comunidad.

Conoció a nikkei que constantemente reivindicaban su origen japonés como celosos guardianes de su identidad; a otros para quienes el hecho de serlo carecía de importancia y el término “nikkei” les resultaba ajeno (“por distintas razones: habían pasado muchas generaciones, también tenía que ver con el hecho de si la madre era nikkei o no; finalmente son las mamás las que tienen un papel más importante en el proceso de transmisión de la cultura, de las tradiciones”, explica); así como a algunos, sobre todo personas mayores, que le dijeron que habían sido discriminados por no tener ascendencia japonesa por ambas ramas.

Se reunió con nikkei que le contaron que cuando vivían en el Perú se sentían especiales, como si el solo hecho de tener origen japonés les confiriera un estatus superior al resto. “Me llegaron a decir ‘yo no entendí que era peruano hasta que viajé a Japón. Yo estaba en el Perú y no pensaba que era peruano. Había nacido en este país, pero no me sentía parte de este país”, recuerda. Ser nikkei para ellos era “un motivo de distinción”. Sin embargo, Japón, al tratarlos como a cualquier extranjero, cambió la forma en que se percibían.

“Algunos me dijeron ‘yo pensé que me iban a tratar muy bien por ser descendiente (de japoneses) e iba a tener un mejor estatus. Llegué y me trataron como si nunca hubiera tenido una madre, un padre, un abuelo, un bisabuelo japonés’. Eso les dolió a muchos, sentir que no les dieron un trato preferencial”.


LA SEGUNDA GENERACIÓN

La gran mayoría de nikkei que migraron a Japón no dominaba el idioma japonés. Eso dificultó su inserción en la sociedad y la posibilidad de salir de las fábricas y acceder a mejores trabajos. Sus hijos, nacidos en Japón o criados en ese país, teóricamente bilingües y mejor preparados, representarían un salto cualitativo en la evolución de la comunidad peruana en Japón.

Sin embargo, el trabajo de la investigadora mexicana revela que no necesariamente ha sido así.

Dahil expone el caso de dos chicas que estudiaron primaria en una escuela japonesa y, simultáneamente, llevaron un programa de educación peruana a distancia porque sus padres tenían previsto retornar al Perú. Una vez alcanzada su meta de ahorro, toda la familia voló de regreso a nuestro país.

Sin embargo, la educación a distancia que recibieron en Japón no fue buena. Además, su manejo del español era deficiente. No estaban preparadas para estudiar en un colegio en el Perú.

Años después, la familia tuvo que volver a Japón debido a su crítica situación económica. Las chicas tampoco dominaban el nihongo y no estaban capacitadas para reinsertarse en el sistema educativo japonés. Así las cosas, a los 15 y 16 años, las adolescentes dejaron de estudiar para trabajar en la misma fábrica que sus papás.  

Los casos de éxito que halló la mexicana correspondían a chicos que habían seguido el sistema escolar japonés. Eran los que tenían más posibilidades de ingresar a la universidad y conseguir un mejor trabajo que sus padres.

En cambio, los que siguieron el sistema educativo peruano, excluyendo la escolarización japonesa, tenían menos posibilidades de mejorar el estatus de sus padres.

¿Educación bilingüe o en un solo idioma? No hay una receta. “Cada caso es distinto. Los únicos casos efectivos que vi de haber asistido solo a la escuela peruana fueron de gente que estuvo dos o tres años y regresó al Perú, que tenía clarísimo que (Japón) no era su destino. Pero la gente que fue irresponsable, en el sentido de decir ‘un año más, un año más (me quedo en Japón)’, fue la que generó más dificultades para sus hijos. Si alguien tiene la incertidumbre de si va a regresar o no (al Perú), lo mejor es meterlo en una escuela japonesa”.

Hay gente que lleva mucho tiempo en Japón que desea retornar al Perú y se promete hacerlo al cabo de un año. Sin embargo, por diversas razones –sobre todo económicas– no lo hace. El plazo autoimpuesto –“un año más”– se prorroga indefinidamente, perjudicando a sus hijos al mantenerlos en una especie de limbo.

Otro problema que detectó la antropóloga fue, sobre todo en los hijos de los primeros inmigrantes, que en las escuelas japonesas los alumnos pasan automáticamente de año. Como muchos escalan en el sistema educativo japonés sin estar necesariamente preparados, al llegar a instancias superiores se estrellan contra las limitaciones de su insuficiente formación. Sin posibilidades de seguir una carrera universitaria, a corta edad tienen que ponerse a trabajar.

Sin embargo, Dahil considera que la situación mejorará con la tercera generación, los nietos de los inmigrantes.

“Yo siento que no va a ser una cadena, ‘ya nos quedamos siendo obreros para siempre, nuestros nietos y bisnietos’. Yo creo que el cambio significativo va a ser para la tercera generación, creo que es la que va a lograr una inserción más exitosa, como un japonés común y corriente. Va a depender más de sus propias capacidades como individuo lograr todo el éxito que esté a su alcance. Yo siento que la segunda generación, los que nacieron allá (en Japón) o migraron muy pequeños, no necesariamente pudieron elegir su destino. Tampoco era su responsabilidad estudiar cada año, con niños tan pequeños la responsabilidad es más de los papás que del propio niño. Ellos no exactamente son responsables de si tienen éxito o fracaso; si tienen éxito sí, pero si tienen fracaso no. Ya en la tercera (generación) va a ser cosa de cada uno”.


EL IDIOMA, ASIGNATURA PENDIENTE. ¿SU CULPA?

Al inmigrante peruano que no maneja el japonés se le suele atribuir responsabilidad por su desconocimiento del idioma. Dahil tiene una opinión distinta. Dice que el Estado japonés no diseñó medidas de inserción para los nikkei, lo que hubiera incluido promover la enseñanza del idioma para ofrecerles la oportunidad de que el trabajo en fábrica sea temporal.

“Si bien existían desde los ochenta clases de idioma japonés para extranjeros, lo cierto es que a veces no eran compatibles con los horarios de fábrica. A veces los lugares en que se daban los cursos eran demasiado distantes del lugar donde vivía el dekasegi. Ni siquiera había la posibilidad de llegar porque no tenía su propio automóvil, porque en bicicleta era una distancia muy larga o porque iba a gastar mucho dinero en el boleto de tren. A veces se le suele achacar solo al dekasegi, ‘tú no quisiste aprender el idioma’, pero no me parece por los casos que yo vi”.

Ella atribuye el aprendizaje del idioma sobre todo a coyunturas particulares. Menciona dos casos de inmigrantes que se empeñaron en aprender nihongo cuando tuvieron la oportunidad de hacerlo: uno se quedó sin empleo y mientras cobraba el seguro de desempleo se puso a estudiar; otra persona, tras sufrir un grave accidente en el trabajo que demandó un año de recuperación, aprovechó el tiempo para estudiar. En suma, a su juicio se trata más que todo de un asunto de oportunidades.

Sin embargo, también hubo inmigrantes que desde el primer momento se esforzaron por aprender nihongo (socializando con los japoneses en la fábrica, viendo televisión, etc.) y lo consiguieron.

En muchos casos (quizá la mayoría) el plan inicial de permanecer solo unos cuantos años en Japón y retornar al Perú con dinero ahorrado inculcó en los inmigrantes el convencimiento de que no era necesario aprender japonés.


LA OPORTUNIDAD DE NO SER EXTRANJERO

“Nosotros somos gaijin (extranjeros), pero ellos tienen la oportunidad de no serlo”, le dijo una madre nikkei a Dahil refiriéndose a sus hijos. En el caso de aquella mujer, el bilingüismo no era una opción para sus chicos. Quería que solo hablaran japonés. Con la fisonomía de japonés, el apellido japonés y su dominio del idioma, el origen extranjero de sus hijos se haría invisible. Mejor no ser gaijin en Japón.

En el libro Entre el centro y los márgenes del Sol Naciente. Los peruanos en Japón, Dahil Melgar expone con sentido crítico las dimensiones económicas, políticas, ideológicas, sociales y culturales que componen la economía política de la etnicidad subyacente a la migración de peruanos a Japón.  

Además, hay hijos de inmigrantes que se resisten a aprender el español. ¿Por qué? Porque desean ocultar su origen extranjero y evitar un posible retorno al Perú. En el libro su autora revela:

“Un padre me contó cómo, tras el primer viaje de sus hijos al Perú, estos quedaron tan impactados con la pobreza, las calles sucias y los perros callejeros, que, a partir de entonces, se rehusaron a hablar en español, al punto de olvidarlo por completo”.

La comunidad peruana podría diluirse. “Creo que puede ser una migración que se desvanezca. Como es una migración étnica (la mayoría son descendientes de japoneses), el día en que se llegue a integrar cien por ciento desaparece fenotípicamente, ya no queda esa huella corporal. Una familia me dijo que habían criado a sus hijos como japoneses, solo hablaban japonés porque deseaban que fueran japoneses, y sabían que por la cara, el apellido, no los iban a detectar (como extranjeros)”, explica.

Por otro lado, si Japón fue decisivo para que muchos nikkei descubrieran que eran peruanos y no japoneses, también contribuyó a que comprendieran que valores –como la honestidad– no son intrínsecos a ningún grupo humano. Aquellos que creían que una persona, solo por tener origen japonés, era honesta o proba abrieron los ojos en Japón.

“La migración desmitificó que todo japonés era honorable, correcto”, dice Dahil. Hubo nikkei que no concebían que la agencia que los empleaba, por ser japonesa, los podía engañar. Un nikkei que descubrió que su contratista le hacía descuentos indebidos de su salario le dijo: “Ahí me di cuenta de que los japoneses también podían robar”.

Hay peruanos que agradecen a Japón la oportunidad de encontrar una salida cuando el Perú sufría la hiperinflación y el terrorismo, y de adquirir una casa, abrir un negocio o educar a sus hijos. También aprecian la urbanidad y el orden, aspectos en los que Japón sobresale a nivel mundial. “Nunca escuché a nadie que dijera que no había aprendido de su estancia allá (en Japón)”, dice Dahil.

No obstante, entre algunos halló “un fuerte resentimiento de saberse discriminado, de no saberse valorado, en el sentido de que estuviste veinte años años sin tener la posibilidad de hacer otro tipo de trabajo, o de saber que fuiste sometido a trabajos no deseables, trabajos muy duros, muy peligrosos”.

¿Y cómo pinta el futuro? ¿Los inmigrantes echarán raíces definitivamente en Japón? ¿Volverán al Perú? Hubo gente que le dijo: “Yo me quedo acá, sobre todo porque mis hijos ya no quieren regresar al Perú y yo no voy a separarme de mis hijos porque es la única familia que me queda”. Sin embargo, otros le dijeron: “Estoy esperando que mis hijos sean más grandes y chau, yo me regreso”.


DATOS 

  • En 1990 el gobierno de Japón estableció la visa teijusha para los descendientes de japoneses con el objetivo de cubrir la escasez de mano de obra en sus fábricas, fomentando la migración masiva de nikkei peruanos.
  • Se estima que en Japón viven alrededor de 50.000 peruanos.
  • Los peruanos forman la comunidad hispanohablante más importante en Japón y la segunda latinoamericana después de Brasil.

 

* Este artículo se publica gracias al convenio entre la Asociación Peruano Japonesa (APJ) y el Proyecto Discover Nikkei. Artículo publicado originalmente en la revista Kaikan Nº 100, y adaptado para Discover Nikkei.

 

© 2015 Texto y fotos: Asociación Peruano Japonesa

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Acerca del Autor

Enrique Higa es peruano sansei (tercera generación o nieto de japoneses), periodista y corresponsal en Lima de International Press, semanario que se publica en Japón en idioma español.

Última actualización en agosto de 2009


La Asociación Peruano Japonesa (APJ) es una institución sin fines de lucro que congrega y representa a los ciudadanos japoneses residentes en el Perú y a sus descendientes, así como a sus instituciones.

Última actualización en mayo de 2009

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