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https://www.discovernikkei.org/es/journal/2012/10/31/

Sabor del Japón en la memoria nikkei

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Una sencilla porción de gohan y el aroma de la salsa de soya Kikkoman con su logo hexagonal, me recuerdan mi origen nikkei; esa es la magia de llevarme un bocado de comida japonesa a la boca y sentirme transportada a los tiempos felices que compartí con mi abuelo, Noboru Tachibana Kamada, natural de Kagoshima y lo que significó para mi ser nieta de un japonés en Chile, situación muy inusual pues la inmigración nipona en nuestro país era  muy escasa. 

Familia de mi abuelito Noboru Tachibana en Japón (en la foto es el que está con el sombrero en la mano). La foto es de mi propiedad.

Lo recuerdo en su casa en la calle Blanco 1742, casado con mi abuelita Auristela Valenzuela Yevenes; su casa con grandes ventanas con vista al mar fue lugar de encuentro de muchos japoneses que pasaron por este puerto de Valparaíso, acá en Chile, y que para mi abuelo fueron los únicos nexos con su cultura originaria, creo que era feliz cuando se podía comunicar en su idioma. 

Mi abuelita se esmeraba por hacer sentir a mi abuelito grato en esta tierra y una de las actividades para que esto se hiciera realidad era hacerle comida al estilo japonés, que mi abuelo le enseño a cocinar. ¿Pero  cómo hacerlo si se requería tener los ingredientes que acá no se encontraban? Hoy en un mundo globalizado tener  materiales para la gastronomía japonesa no es un problema; sin embargo, en la primera mitad del siglo XX tener en casa algún objeto o insumos importados era una señal de status, o de tener un familiar en la armada que por la naturaleza de su trabajo podían acceder a productos de otras latitudes. Hay que imaginarse, entonces,  cómo desarrollar una tradición intangible como es la gastronomía japonesa sin los materiales que le dan su identidad. 

El que mi abuelo haya vivido en Valparaíso fue parte de la magia pues le permitió obtener esos productos con mayor facilidad. Valparaíso es considerada una Ciudad puerto, con una globalización temprana cuya máxima expresión y esplendor se da en la mitad del siglo XIX y las primeras décadas del siglo XX;, esta característica fue  parte de los argumentos que le permitieron ser "Patrimonio de la Humanidad".

Su casa departamento quedaba frente al mar del Océano Pacifico, mi abuelo tenía un sillón frente en la ventana que le permitía ver el movimiento portuario. Parecía esperar siempre un barco japonés y era frecuente ver llegar alguno con una K blanca en un fondo rojo en su chimenea (Kawasaki Line) y cuando esto ocurría, el partía rápidamente al puerto. De vueltas llegaba con algún marino Japonés y con productos para cocinar la tan ansiada comida japonesa. Inolvidables son las botellas de salsa de soya, el sake, nori, Katsuobushi, mirin, ocha, miso, alimentos con formas de flores y los fideos de arroz. 

Sus hermanos le enviaban por barco, desde Japón, regalos e insumos para hacer comida japonesa. Recuerdo las botellas de salsa de soya de dos litros que mi abuela guardaba como tesoro detrás de la puerta del comedor, donde también tenía un estante con todo lo que mi abuelo recibía como presentes y lo que lograba recolectar, el perfume de ese espacio ha sido inolvidable para mí.

Fui afortunada pues viví en algunos períodos de mi infancia con mis abuelitos y pude recibir sus enseñanzas y  compartir sus historias y tradiciones en Japón y compartir la mesa fue sin duda una de las tradiciones más evocativas.

Una de las comidas que me gustaba mucho era el Kamaboco. Mi abuelita conseguía merluza  muy fresca, luego la fileteaba y la incorporaba a un suribachi. Con un bastón o palo pasaba estos trozos de pescado por las paredes de la fuente, la que tenía unas muescas que la iba moliendo hasta formar una pasta suave; luego, mi abuela eliminaba de la pasta nervios e hilachas, luego incorporaba maicena y huevos, con las manos armaba una especie de pancitos de unos 12 centímetros de diámetro que luego echaba a freír. Después de este proceso, cortaba estos pancitos de pescado en finas lonjas que las servía con gohan. Toda la familia aprendió a comer con ohashi, recuerdo a mi abuelo cuando me señaló que debía tomarlos en el centro, pues en el extremo superior significaba desprecio y muy abajo significaba pobreza. 

Otro recuerdo que tengo de los sabores de Japón es cuando nos juntábamos para servirnos un sukiyaki, que generalmente era para fin de año. Se cortaban las verduras, nabos, espinacas, coles, la carne se trozaba muy fina, luego en una estufa se colocaba un sartén especial que mi abuelita había mandado a hacer para este cocimiento. Mi abuelo partía friendo la cebolla y la carne, luego le incorporaba la verdura, la salsa de soya, el mirin. A medida que se iba cocinando, ubicaba lo cocido en un extremo del sartén y en el otro echaba nuevamente más ingredientes. 

La familia completa nos sentábamos alrededor de la estufa y cada uno tenía un pocillo con gohan y nos servíamos la comida del sartén. Llegando al final del cocimiento, mi abuelo incorporaba un ingrediente con forma de flores que se hidrataba con el jugo que habían desprendido los otros ingredientes y también le añadía harusame, fideos transparentes; para mis hermanos y para mi esos eran los fideos más ricos y novedosos, en esos años no se conocían acá en Chile. En la mesa y a baño María se entibiaba el sake, que bebíamos en pequeños vasitos. Mi abuelito nostálgico luego de un rato cantaba canciones en japonés, generalmente lo hacía con los ojos cerrados. El sukiyaki era una fiesta para la familia.

Los paseos familiares también eran una oportunidad para comer comida japonesa, nunca faltaron los oniguiri, las bolitas de arroz rellenas de katsuobushi y de umeboshi (cuando pienso en ellas se me hace agua la boca). Se hacía el gohan, luego se mojaban las manos en agua con sal y en la palma de la mano se le daba la forma,  en el centro se colocaban las virutas de katsuobushi o de umeboshi; luego se cerraban formando una bola de arroz.

Foto familiar, año 1965, app. Foto de mi propiedad.

Después del la muerte de mi abuelito en el año 1973, fue difícil volver a saborear la comida japonesa, sin embargo conservamos la costumbre de comer gohan, salsa de soya y en algunas oportunidades hicimos sukiyaki

Sin embargo, después de años, reunirnos en torno a la Corporación Nikkei fue una oportunidad de retomar los sabores que añorábamos y nunca olvidamos pues forman parte de nuestra cultura, la de los inmigrantes japoneses que se incorporaron a Chile, dejando también un legado de pluriculturalidad de nuestra sociedad.

© 2012 Katrina Sanguinetti Tachibana

Sobre esta serie

Para los Nikkei de alrededor del mundo, la comida es a veces la más fuerte conexión que tienen con la cultura. A través de las generaciones, el lenguaje y la tradición se pierden, pero esta última permanece en la comida.

Descubra a los Nikkei recolectó historias de alrededor del mundo relacionadas al tema de la cultura de la comida nikei y su impacto en la identidad nikei y en las comunidades. Esta serie presenta estas historias.

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Acerca del Autor

Katrina Sanguinetti Tachibana, es académica y coordinadora de la carrera Administración Turística Multilingüe de la Universidad de Playa Ancha; es además presidenta de la Corporación Nikkei de la región de Valparaíso. Ha sido Directora Regional del Servicio Nacional de la Mujer, Secretaria Ministerial de Gobierno y Directora Regional del Servicio Nacional de Turismo y Concejala en la comuna de Valparaíso. 

Última actualización en octubre de 2012

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